VICTORIOSOS EN LA MUERTE

 

Juan 19:17-22, 28-30

 

  Introducción:

  Cuando Adán y Eva desobedecieron a su Señor natural y fueron expulsados de Edén, Dios les hizo una promesa por cuya causa podrían volver al estado anterior al pecado, pero además les hizo una advertencia vital: A partir de aquel momento habría una enemistad a muerte entre la simiente del humano y la de la serpiente que los tentó. Así, la pareja dejó el huerto sabiendo que las serpientes futuras les iban a cercar y a morder, pero también, que su propia simiente, en el momento dado, oportuno, daría un golpe mortal en la cabeza de Satanás.

  Así que este conflicto se inició, desarrolló y continuó en el AT, volviéndose en el N. como algo latente que se ve o manifiesta entre los que obedecen a Dios y los que no lo hacen. Un día, también en el momento justo, oportuno, un día prefijado durante siglos, Jesucristo nació y llegó a ser el hombre obediente, la perfección y el ejemplo de todos los que aman y agradan a Dios. Esta fue la razón del por qué atrajo sobre sí toda la enemistad y furia de la simiente de la serpiente. La enemistad, camuflada en el principio, fue intensificándose durante su ministerio terrenal a medida, o en proporción directa en que iba revelando su gran divinidad y su poder. Por fin, el conflicto de los siglos tuvo su clímax en la cruz para que, desde ella, al vencer a la muerte, la simiente humana pudiese volver de nuevo a gozar de los paseos con Dios en Edén.

 

  Desarrollo:

  Juan 19:17. Irrumpimos bruscamente en la cruel escena cuando el primer actor se nos aparece con toda la carga dramática que quiso transmitirnos el autor.

  ¡Jesús lleva su propia Cruz!

  Mat. 10:38. Él debía dar ejemplo. Sólo Juan ha conservado este emocionante detalle que ha quedado grabado en su recuerdo como testigo ocular que fue. Entre los romanos era costumbre que el condenado fuera con su cruz o cuando menos, con el palo que sería puesto de forma horizontal más tarde, uniéndolo al vertical levantado antes en el lugar elegido para la ejecución. Así, el Maestro, como un reo cualquiera, fue sometido a este tipo de humillación hasta el momento en que no pudiendo más y caer exhausto, los soldados romanos hicieron lo que también era corriente: ¡obligar a cargar aquel madero al primer judío con el que se topasen! Mat. 27:32. Así cargaron a Simón de Cirene. Ningún romano quiso llevarla ni ningún judío lo habría hecho voluntariamente. Vieron al africano que volvía de su campo y le cargaron la cruz: A éste forzaron a llevar la cruz, nos dice el original gr. (hacemos esta pobre aclaración para salir al paso de aquellos que señalan que este hombre ya era discípulo de Jesús). En él, hombre de humilde condición, medio extranjero, vieron los romanos al sujeto que iba a salvar su responsabilidad de hacer llegar vivo al condenado al lugar del suplicio. Pero no obstante, debemos decir que a juzgar con el contexto evangélico, el hombre se convirtió, o por lo menos sus hijos, puesto que en Mar. 15:21 se dice que era padre de Alejando y Rufo a quien Pablo saluda como hijo en Rom. 16:13. En cuanto a la segunda parte del v debemos añadir o aclarar la palabra salió. ¿Qué puede indicar? ¡Qué salió de la ciudad!

  ¿Sabemos por qué aquel lugar se llama Gólgota o Lugar de la Calavera? Se ha supuesto que ese teatro de ciertas ejecuciones de criminales era llamado así a causa de los cráneos privados de sepultura que se podían ver allí. Unos piensan por su parte que el nombre le viene por la forma redondeada de la colina en cuestión. Otra cosa digna de mención es que a pesar de miles de decenas de investigaciones de todo tipo, no se ha conseguido lograr la certidumbre de su ubicación topográfica. De todas formas, nos importa más el hecho de la crucifixión en sí que el lugar donde tuvo lugar. El sitio tradicional, indicado por la iglesia conocida con el nombre del Santo Sepulcro, que la emperatriz Elena hizo construir a principios del siglo IV, está actualmente dentro del perímetro de la ciudad de Jerusalén. Los que defienden esta tesis piensan que en tiempos de Jesús, la muralla seguía de norte a sur en trazado de la calle de Damasco para volver bruscamente hacia el oeste en dirección a la puerta de Jaffa, de donde se desprende el hecho de que el Calvario habría estado ubicado en este ángulo dejado libre por el correr de las murallas. De todas formas, estuviese dónde estuviese el lugar conocido por el Gólgota en arameo y hebreo, era siniestro y las buenas gentes evitaban acercarse cuidadosamente.

  Juan 19:18. Debemos detenernos un momento en considerar la crucifixión: Dice la Biblia: ¡Allí le crucificaron! Es necesario, repito, detenerse en presencia de esta palabra “crucificado” pues dicho a la ligera puede perder todo su significado. La crucifixión define al suplicio más horrible que haya inventado la crueldad humana y que la legislación romana reservaba a los esclavos y a los criminales. La cruz, como sabemos, se componía de dos piezas, una vertical introducida profundamente en el suelo y la otra horizontal colocada ora al extremo de la primera, como formando una gran te, ora un poco más abajo como suponen la mayoría de las narraciones piadosas.

  Esta última fue probablemente la de la cruz de Jesús ya que coincide mejor con el hecho de que fue colocada una inscripción sobre su cabeza indicando los títulos y cargos. Cuando la cruz estaba levantada se izaba al condenado por medio de cuerdas hasta la viga transversal, sobre la cual se le fijaban las manos por medio de clavos. A media altura de la viga vertical había una clavija de madera sobre la que era colocado el reo a caballo, para impedir que el peso del cuerpo desgarrase las manos. Los pies, en fin, eran también clavados, ora uno sobre el otro con el mismo clavo, ora el uno al costado del otro con sendos clavos. Y también se usaba, pero de forma más rara, la norma que decía, establecía que el condenado se fijara a la cruz estando en el suelo y luego se izaba todo el conjunto dando un golpe seco en el mismo fondo del orificio previsto para el tramo vertical con el consiguiente dolor para el reo. Los crucificados de cualquiera de esos dos sistemas vivían una doce horas, aunque se habían dado caos excepcionales en los que el reo duraba dos y hasta tres días. La inflamación de todas las heridas provocaba fiebre y una sed ardiente, la espesa inmovilidad forzada del cuerpo ocasionaba, a su vez, unos dolorosos calambres y por fin, la afluencia de sangre al corazón y al cerebro causaban mil sufrimientos, angustias indecibles y el consiguiente óbito.

  Fijémonos que si bien fueron los soldados romanos los autores materiales de la crucifixión, lo fueron en calidad de simples comparsas, puesto que los verdaderos autores debemos buscarlos entre los fieros vociferantes hijos de Israel, que pasaron por la humillación de no poder matarlo según la costumbre, es decir, lapidado hasta la muerte.

  Y con Él otros dos, uno a cada lado, Mateo nos indica que tras haber crucificado a Jesús, los romanos colgaron a dos ladrones para que le franquearan, infringiéndole así, si cabe, una nueva humillación, pero al morir entre dos bandidos por salvarnos cumple una nueva paradoja divina narrada bien en Isa. 53:12: Fue contado entre los transgresores. Así se cumplió la profecía del AT incluyendo la citada por el propio Jesús en Luc. 22:37.

  Es curioso pensar que la humanidad estaba representada en una de las tres cruces: (a) El Salvador sin pecado. (b) El pecador arrepentido y (c) el escéptico. ¿Tú, a cuál perteneces?

  Juan 19:19. ¡Jesús Nazareno, Rey de los Judíos! Era una cruel costumbre entre los romanos, suspender del poste de la cruz, encima del presunto criminal, un rótulo indicando la causa de su condenación y muerte. Fue la última burla y venganza de Pilato, irritado contra los jerarcas del pueblo judío al negarse a su petición de cambiar el texto del título, Juan 19:22. Así que vierte sobre ellos su desprecio y tal vez odio, dándoles por Rey a este crucificado y, al mismo tiempo, pone en ridículo la acusación que habían hecho o levantado contra Él. Pero lo que no sabía Pilato es que sin quererlo, dio a Jesús su verdadero título, puesto que fue precisamente sobre esta misma cruz donde el Redentor fundó su eterna realeza para proyectarla sobre el corazón de todos los redimidos. Naturalmente, este título también concedía a Pilato la ansiada excusa para aplicar la pena capital puesto que así pensaba quedar justificado. Una última cosa, ¿por qué aparece el adjetivo Nazareno? Pues porque lo identificaban como natural de Nazaret.

  Juan 19:20. El letrero, pues era trilingüe: El hebreo que era la lengua sagrada, la lengua nacional de los judíos; el latín, la lengua de los romanos que dominaba el universo por entonces conocido y el griego que era la mejor lengua de la cultura y la más universalmente aceptada. De donde se desprende que esta inscripción fue una fiel profecía de la dignidad real de Cristo, la cual debía extenderse al mundo entero.

  Juan 19:21. Los sacerdotes estaban equivocados. Jesús nunca dijo que era el rey de los judíos. Cierto que admitió ante Pilato que era Rey sobre aquellos que amaban la verdad, Juan 18:36, 37, ante Caifás que era el Mesías, el Hijo de Dios, Mat. 26:63-66, pero no que era rey de los judíos. Jesús demostró su derecho a ser el Rey de una manera nueva y con un método distinto. Y demostró su real soberanía cuando moría voluntariamente y sin palear.

  Juan 19:22. Ante la insistencia de los principales sacerdotes que demuestran temer a Jesús aun en la cruz, puesto que el famoso letrero podía ser leído por cientos y cientos de personas que visitaban Jerusalén en la Pascua cosa que no entraba en sus planes, cuya ignominia no requería publicidad, Pilato responde como sabe: La inútil y perentoria negativa del romano revela por fin cierta firmeza y al mismo tiempo, su mal humor. ¡Ya está harto del caso de Jesús y de sus acusadores! Y dice: Lo que he escrito, he escrito. Hay autores que han querido ver aquí algún conato de arrepentimiento tardío en Pilato, pero creemos mejor que se trata simplemente de un hastío pasajero, o como mucho, la demostración de algo que hemos hecho mal y que ya no podemos remediar. Como la traducción de alguna sensación interna a la que por razonamientos habíamos amordazado y que por fin, brota al exterior. Pilato, a nuestro pobre juicio, es el gran equivocado de la historia.

  Juan 19:28. Eran las tres de la tarde y durante la oscuridad sobrenatural que había ensombrecido el cielo aquel mediodía. Se dice que Jesús aún está consciente por cuanto se hace alusión a que Él sabía que ya estaba todo consumado. Este ve consumar es el mismo que se emplea en el v 30 y significa terminar, completar o concluir cualquier proyecto.

  Ahora estamos delante de aquel pasaje tan difícil: Dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Sí, es sin duda una interpretación de Juan. Creemos que Jesús no dijo tengo sed para cumplir lo dicho en el Sal. 69:21, sino que lo dijo a causa del calor del día, de la pérdida de sangre o del polvo levantado por el incesante corretear de la gente nerviosa. Claro, una vez que lo dijo, se cumplió la profecía. Esta fue la 5ª palabra, de un total de 7, que pronunció el Maestro en la cruz y fue la única referencia a su agonía física. (Las cuatro anteriores son: Luc. 23:34; 23:43; Juan 19:26 y Mat. 26:46).

  Juan 19:29. Son los soldados que habían crucificado a Jesús, sin duda, los que ahora realizan este acto tan humano. Este vinagre era, como sabemos, un vino ácido. Bebida común entre los soldados y los pobres. Mas como este vino estaba allí junto a una esponja un tallo de hisopo, podía haber sido llevado para alivio de los sujetos crucificados. El hisopo es una planta muy pequeña descrita en 1 Rey. 4:33, y su tallo tiene a lo sumo de cincuenta a sesenta cm de largo y, por lo tanto, debía bastar para llevar la esponja hasta la boca del torturado, pues éste no estaba separado del suelo. Contrariamente a lo que se nos describe en los cuadros piadosos, los pies de los crucificados estaban a lo sumo a 30 o a cincuenta cm del suelo por lo que eran fácilmente accesibles. Sólo una palabra más: No hay que confundir este incidente con el referido en Mat. 27:34 y Mar. 15:32, en los que se describe la escena de dar vino a Jesús antes de la crucifixión propiamente dicha, vino que Él rechazó, pero sí es paralelo al descrito en Mat. 27:48, aunque allí se nos dice que fue usada una caña en vez del hisopo.

  Juan 19:30. Esta vez sí. Jesús toma el vinagre con sus labios, contrariamente a lo que había hecho en los textos referidos anteriormente por tener efectos estupefacientes (hiel y vinagre), y exclama: ¡Consumado es! ¡Consumado está! La Obra de Jesús, la redención del mundo estaba ya terminada, Juan 17:4. Pero somos justos al reconocer que hay en las palabras el sentimiento de una victoria, de una gran victoria, pues al morir, el Salvador triunfa y su muerte representa la vida para miles de millones de seres humanos. Por otra parte, consumado está, es la 6ª palabra de la cruz, faltaba la última, la descrita por Luc. 23:46: ¡En tus manos encomiendo mi espíritu!

  Y habiendo inclinado la cabeza… al leer este v nos viene a la memoria aquel otro en el que el propio Jesús dice: El Hijo del Hombre no tiene dónde reposar la cabeza, Mat. 8:20. Aquí aún parece que Jesús tiene el control de la situación. Cada acto se nos antoja voluntario y firme. Habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Ningún Evangelio dice que Jesús muriera. Aún este último acto fue voluntario, puesto que sabiendo lo que le pasaba, estaba de acuerdo con el Padre. Además, aquello era el único camino para volver a su lado.

 

  Conclusión:

  La muerte de Cristo no es el último acto del drama: ¡Es tan sólo el principio! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Pues el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. Pero gracias a Dios, quién nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo 1 Cor. 15:55-57.

  Invitación.