Monthly Archives: marzo 1994

11.1 LA COMPASIÓN

Once de enero

Mat. 9:35-38

La compasión es un sentimiento de lástima hacia el mal o desgracia ajenos que, en el caso de nuestro Dios, está ampliamente demostrado, incluso en nuestras carnes. Nos amó tanto que, viéndonos perdidos y desorientados por nuestra tenaz y cerril manera de ser, dejó la seguridad de su gloria y se hizo un hombre para compartir los males y presentar los remedios, para entender nuestras razones y dar soluciones definitivas. Nunca valoraremos su sacrificio y entrega en su clara y justa medida. Sólo cuando nos damos a otros, cuando damos algo nuestro a otros, nos estamos acercando (aunque sea a años luz) al sentimiento motor de su compasión.

En Mat. 14:14 se nos enseña que Jesús sanó a muchos enfermos por compasión, en un gesto de restituir su antigua naturaleza y erradicar el dolor y el sufrimiento innecesarios. Incluso, en el pasaje sugerido para hoy, se nos dice que la tuvo también al ver a la gente que vivía desamparada, sola y dispersa como ovejas que no tienen pastor. Más adelante (en Mat. 15:32 y en Mar. 8:2), Él mismo confiesa que tiene compasión de la gente que se ha reunido para oír su voz y rápidamente pone remedio a aquella situación previendo primero los alimentos necesarios. De manera que esta compasión viene a ser una fuerza viva que nos obliga a hacer algo, a restaurar todas las situaciones traumáticas, a aplacar estómagos, a estrechar manos, a llorar injusticias… La compasión debe movernos a dar lo que nos gustaría recibir, también a solucionar los problemas ajenos que no quisiéramos tener, a remediar las injusticias sociales que se pongan a nuestro alcance, a enderezar la mayor cantidad de entuertos posibles…

La compasión debe ser en nosotros una actitud, un estado del corazón, una forma de vida. Y sentirla en las entrañas debiera ser la práctica normal en aquellas relaciones diarias sobrecargadas por las lágrimas del mundo. Es decir, la compasión no sólo debe ser un sentimiento más o menos sublime, sino la energía que nos haga tomar partido a favor de las causas perdidas o de los más débiles. Dios se hizo hombre para demostrar su compasión y nosotros debemos ponernos en la piel de los desamparados por lo mismo.

La próxima vez, pues, que alguien alargue su mano para pedirnos algo no debe retirarla vacía a pesar de darnos la impresión de no necesitar nada o que malgastará nuestra ayuda. Lo nuestro es ayudar sin cuestionar lo que harán los demás. Lo nuestro es amar sin esperar nada a cambio… Así, pues, sólo viviendo en amor podrán identificarnos como amigos de Dios y, por lo tanto, con posibilidad de aplicar una ayuda de forma claramente sistemática e indispensable para la supervivencia de los demás, Jon. 1:6.