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DIOS SE INTERESA EN LA ADORACIÓN

 

2 Crón. 5:7-14; 7:12-14

 

  Introducción:

  Muchos de nosotros nos venimos preguntando dónde radica la necesidad del culto dominical. El por qué y el cómo de su implantación. Sabido es el poco tiempo de que disponemos y, sin embargo, estamos aquí domingo tras domingo. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué sentimos una especie de sinsabor si por razón o cualquier causa no podemos asistir? ¿Cuál es el imán que nos atrae a este local o a otro bendecido con la misma función?

  Sabemos de la necesidad de la adoración individual y que el objeto de la misma puede recibir nuestras pobres peticiones de “adorar en todo lugar”, “en todo momento.” Las respuestas son sencillas: El culto a Dios en común es una ocasión de gozo y alabanza pues que proclamamos y hacemos nuestro el más grande título del mundo: ¡Dios reina y triunfa! Proclamamos que la historia del mundo está bajo el gobierno de Dios y que sus propósitos se cumplen en el universo actual. Por eso los cristianos nos sentimos felices al estar juntos ante la presencia de Dios; porque, además, entre otras cosas apuntadas más arriba, podemos dejar a un lado la vida diaria con toda su incertidumbre y lucha y gozarnos en la adoración conjunta a nuestro Dios.

  Además, el culto debe prepararnos para las actividades de la próxima semana y debe fortalecernos para resistir los ataques del diablo. Por otra parte nos debe animar a luchar contra todos los problemas sabiendo que la victoria con Dios es segura. Y por fin, el estudio debe consolarnos con la innegable verdad de que nuestras vidas están seguras en la manos del Señor.

  Como siempre, el paralelismo descrito entre la nación hebrea y la cristiana nos aporta una hermosa lección que no deberíamos olvidar, pues si bien el templo de Salomón se diferenciaba del resto de los templos de las naciones vecinas que sólo albergaban ídolos, mientras que aquél cobijaba a la gloriosa divinidad entre los querubines del lugar santísimo, con el tiempo, llegaron a adorar a la casa, a la edificación propiamente dicha sirviendo incluso de base para formular una de las acusaciones contra Cristo por aquellas palabras: “En tres días yo lo edificaré” y, por consiguiente, Dios permitió e incluso instigó, su total y clara destrucción a manos del emperador Tito en el año 70 de nuestra era. Con todo, aquel templo fue durante muchos años, oriente y orgullo del apaleado pueblo judío. Ya dijimos en la lección anterior que David, al saber que Dios había escogido a Jerusalén como lugar de residencia había intentado construirle un lugar adecuado a su honra. Pero Dios reservaba este honor a su hijo Salomón porque había de ser una rey pacífico y diferente, pues ya es sabido que David había derramado mucha sangre en sus guerras de conquista.

  Efectivamente, la construcción del templo, que había de ser motivo de asombro por su magnificencia, se comenzó cuatro años después de la muerte del poeta rey, 1 Rey. 6:1. El sitio escogido para levantar este magnífico edificio fue el alto monte Moriah, Gén. 22:2, 14, en el lugar que ocupaba la era de Arauna el Jebuseo, 2 Sam. 24:18-25; 1 Crón. 21:18-30; 2 Crón. 3:1. La construcción, en la que intervinieron unos ciento ochenta y tres mil hombres, duró siete años y seis meses, inaugurándose con toda la solemnidad en el día de la acción descrita en 2 Crón. 5:7, primer v de la lección de hoy. Pero el magnífico templo de Salomón conservó su primitivo esplendor sólo durante treinta y tres años, pues al cabo de ese tiempo fue saqueado por Sisac, rey de Egipto, 1 Rey. 14:25, 26; 2 Crón. 12:9. Después de este cruel suceso, sufrió varias otras profanaciones y saqueos a manos de Hazael, Tiglat-pileser, Senaquerib y otros, 2 Rey. 12; 14; 16; 18; 24, y fue destruido por completo por Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el año 588 aC, habiendo subsistido 424 años, 3 meses y 8 días, 2 Rey. 24:9-17.

  Después de unos 52 años de haber estado en ruinas, Zorobabel, Jonás, Zacarías y demás judíos deportados, aprovechándose del privilegio que Ciro les concedió, volvieron a Jerusalén y echaron las bases para un segundo templo, Esd. 1:1-4; 2:1; 3:8-10. Estos judíos sufrieron varias demoras en su trabajo a causa de la mala fe de los samaritanos que consiguieron de Babilonia un decreto prohibiendo la continuación de la obra. Iniciada de nuevo en el año 520 aC, fue terminado y dedicado 21 años después, Esd. 6:15, 16. En altura y longitud era doble de grande que el de Salomón, por lo tanto el llanto del pueblo al echar las bases, Esd. 3:12, 13, y el desprecio que se experimenta al compararlo con el primero, fueron a causa de su menor gloria, no de sus medidas, Hag. 2:3. ¿Por qué? Le faltaban en efecto, 5 cosas importantes: El arca del pacto y su propiciatorio, la divina presencia o gloria visible, el fuego sagrado en el altar, el Urim y el Tumim y el espíritu de profecía.

  Este templo a su vez, fue saqueado y profanado por Antíoco Epífanes en el 68 aC, quien mandó suspender el sacrificio cotidiano, ofreció carne de cerdo sobre el altar y prohibió el culto a Jehovah, 1 Mac. 1:46, 47. Así estuvo 3 años, hasta que fue purificado por Judas Macabeo, el cual restableció el culto divino y lo dedicó de nuevo. Mas tarde Pompeyo tomó también este templo por asalto y penetró en el lugar santísimo. Habiendo dado muerte Herodes a todos los miembros del sanedrín excepto a dos, el primer año de su reinado, 37 aC, y teniendo gusto por la nueva arquitectura, trató de ganarse la buena voluntad de los judíos reedificando y hermoseando su templo empleando a muchos obreros aun en tiempo del nacimiento de Jesús. Con la presencia del Señor se cumplieron las profecías de Hag. 2:9 y Mal. 3:1. Este templo de Herodes fue aún más grande que el de Zorobabel motivando la admiración de algunos discípulos en Luc. 21:5 y Mar. 13:1, diciendo: Maestro, mira que piedras y que edificios. Pero el Jesús, el Salvador, sabía que su Padre tenía otros muchos patrimonios que ellos ignoran y les responde que no quedará piedra sobre piedra, Mar. 13:2. En efecto, en el año 60 dC. Tito, mandando a las legiones romanas, destruyó el templo y la ciudad por completo, llevándose a Roma como pruebas de triunfo, los utensilios sagrados que quedaban.

  El resto ya es casi historia moderna: Juliano trató de edificarlo sin éxito y por fin, dos mezquitas árabes se yerguen en el monte Moriah, orgullo y símbolo de la nación hebrea.

 

  Desarrollo:

  1er. Punto: Preparándose para una adoración pública y efectiva, 2 Crón. 5:7-14.

  2 Crón. 5:7, 8: Estos dos simples vs. describen el momento más importante en la dedicación del templo. Todo lo demás era únicamente una preparación para este solemne acto. El edificio con sus paredes cubiertas de oro y sus columnas de bronce se construyó especialmente como habitáculo para el arca de Dios. Así, después de años de dudas, incertidumbres y aventuras, el arca tenía su propia casa. Como sabemos, el arca era una caja de madera con anillas en los lados para facilitar el transporte, con lo que ya tenemos la primera idea de que Dios, cuando mandó construirla quería que su pueblo marchara, que fuera nómada, no sedentario, porque en el momento en que se parara y se acomodara… sería su fin. Este arca contenía entre otras cosas, las dos tablas de piedra del monte Sinaí con el escrito de los diez Mandamientos, cubierta por una tapa llamada propiciatorio con los dos querubines. Tenía una importancia capital de generación en generación puesto que era como un recordatorio por el que sabían que el Dios de sus padres moraba entre ellos. Una vez al año, el sumo sacerdote entraba en el recinto o lugar santísimo para pedir perdón por los pecados del pueblo, Éxo. 25:10-22; Lev. 16.

  2 Crón. 5:9: Este v no puede ser más descriptivo. La pequeña habitación al fondo mismo del templo, conocida como el lugar Santísimo no era muy grande y es posible que las cortinas que tapaban el arca y que cerraban la sala, fueran insuficientes para cubrirla del todo y se viesen las cabezas de las barras desde el lugar Santo. Por otro lado, aquella frase: Y allí están hasta hoy, indica que el autor de Crón usó un relato muy antiguo para sacar sus datos (no olvidemos que en la época que escribió, el templo había sido destruido y el arca estaba perdida).

  2 Crón. 5:10: El contenido más importante, que no el único a juzgar por otros contextos, era sin duda las tablas de la Ley. Y siguiendo el santo léxico del historiador sagrado servían de recordatorio para el pueblo, el cual, había hecho un pacto con el Señor a su salida de Egipto. Recordemos que en su gratitud, el pueblo le prometió en varias ocasiones obediencia y guardar sus mandamientos para siempre. El arca de la alianza, pues, servía de recordatorio visible de esta promesa.

  2 Crón. 5:11, 12: Estos vs. escritos muchos años después nos indican que el culto y la ceremonia del templo se hizo muy complicada. Tanto es así que en la época de Cristo, el sacerdote se consideraba afortunado si lograba oficiar en el templo una vez al año. También se nos describe que habían coros de levitas con instrumentos de música. ¿Esto era normal? Sí. Recordemos que todos los sacerdotes tenían que ser descendientes de Leví, pero no todos los levitas lo eran. Algunos, como los descritos aquí, cantaban en el templo y otros se cuidaban de la música.

  2 Crón. 5:13: El gran coro y la orquesta de trompetas, címbalos, arpas y otros instrumentos llenaban el aire con su melodía con el único propósito de alabar y dar gracias a Jehovah. Les había bendecido grandemente y Él merecía toda alabanza y honra. La Biblia enseña en todas partes que Dios es bueno. El hombre ignorante y pecador habla de sus castigos y de sus hechos inexplicables. Así, nosotros debemos seguir diciendo que Dios es bueno y que los golpes de la vida no son sino las consecuencias de nuestro pecado o los resultados naturales de vivir en un mundo de pecado. Sabida por todos aquella anécdota que referí no hace mucho desde aquí y que, sin duda, ilustra lo que estamos diciendo: Un alcohólico se durmió con el cigarrillo encendido y provocó un pavoroso incendio que destruyó un barrio entero y a él mismo. Sabiendo de antemano que Dios no puede cortar la libertad humana, ¿quién fue el culpable del incendio, Dios o el borracho? Sí claro, fue el pecado del pobre enfermo, pero ¿y todos aquéllos que murieron sin tener nada que ver? Por desgracia el pecado de nuevo es el responsable.

  La misericordia del Señor es para siempre y a pesar de que parezca lo contrario, su compasión y bondad no tiene límites. La prueba de lo que estamos diciendo la constituye sin duda el hecho de que a través de los siglos el hombre puede disfrutar de la misericordia de Dios. Puede prometer muy poco porque su capacidad de cumplir lo prometido es pobre, de ahí salen tantos desengaños de la vida social. Por el contrario, Dios Padre puede prometer misericordia por toda la Eternidad. Y como siempre, cuando el pueblo cristiano se reúne con motivo de alabarle y dar gracias, Él se manifiesta de algún modo y, desde luego, evidencia que esta adoración es sana. En el momento en que hemos abandonado la acción del v. Dios se manifestó en medio del culto de alabanza a través de una nube que llenó el templo. Los creyentes de entonces comprendieron que era la gloria de Dios y tuvieron un gran gozo al saber que Dios aprobaba su alabanza y su culto. La presencia de Dios como nube no es nueva, también se encuentra en Éxo. 13:21, 22 y en Isa. 6:1-4.

  2 Crón. 5:14. Ya no era la hora de ceremonias y los mismos sacerdotes tuvieron que salir del templo maravillados con el pueblo frente a la gloria de Dios. Unos y otros tuvieron la sensación de que el Creador se había manifestado en medio de ellos. Del mismo modo, los cristianos de hoy no debemos olvidar que el E. Santo está siempre presente y los cultos no deben ser ceremonias ordinarias y frías, sino celebraciones felices de la gloria de Dios en nuestro medio. Si así lo hacemos, estamos seguros que más de una vez tendremos que salir del local maravillados porque la gloria de Dios lo haya llenado.

 

  2do. Punto: La adoración como centro de reunión del hombre y Dios, 2 Crón. 7:12-14.

  2 Crón. 7:12. Tras la dedicación del templo, Salomón tuvo una revelación de Dios a través de un sueño. Es curioso, cada vez que Dios quiso hablar con Salomón tuvo que hacerlo a través de un sueño. Con toda su sabiduría, el rey no era un hombre muy espiritual. El lujo de su corte y sus muchas esposas paganas indican que no vivía cerca de Dios y éste, por amor a David, se tenía que comunicar con él por algún medio. En este momento, el Señor dijo que había elegido el templo para ser “casa de sacrificio”, pero en la porción paralela de 1 Rey. 9:1-9, se da énfasis a que debería ser “una casa de oración”, como en Jer. 7:11 y Mat. 21:13. De todas maneras el significado es claro, Dios aprobó la casa mientras fue empleada para fines correctos.

  2 Crón. 7:13. El v describe las tres calamidades que con más frecuencia atacaban a Israel. A veces no llovía desde abril hasta octubre, en otras ocasiones una plaga de insectos impulsados por el cálido aire del desierto descendía sobre la tierra como una nube. La tercera plaga era la epidemia. Por falta de higiene y medios actuales, la población sufría muchas veces el azote de la enfermedad de la peste bubónica, la del tifus u otras tan o más contagiosas que las enumeradas.

  2 Crón. 7:14. Fijémonos en dos conceptos básicos que aparecen a simple vista en este v: (a) Israel pertenecía a Dios porque su Nombre había sido invocado sobre ellos, y (b) el pueblo debía reconocer que pertenecía a Dios y humillarse ante su autoridad. No era, ni es, suficiente orar, sino que hay que buscar el rostro de Dios. En otras palabras, la oración nunca debe ser un ritual, sino una experiencia gloriosa por disfrutar de la presencia divina. Con todo, la oración sola no sirve de nada a menos que vaya acompañada por el verdadero arrepentimiento. Éste no es sólo tener pena a causa de nuestros pecados, sino la justa decisión de dejarlos expresada en la acción de alejarnos de ellos con la ayuda de Dios.

 

  Conclusión:

  Por fin, al oír el Señor nuestra súplica, no sólo puede perdonar nuestra culpa, sino que también nos sana para que tengamos vidas felices y útiles en obediencia a Él.

  Leer conmigo: Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar, 2 Crón. 6:40.

  ¡Amén!

DIOS SE INTERESA EN LOS LÍDERES

 

2 Sam. 7:8-10a, 21-29

 

  Introducción:

  La lección de hoy nos describe el momento de una gran importancia en el mundo. David, el más grande de los reyes de Israel, había logrado para su pueblo la ansiada unidad nacional por la que tanta sangre había sido tirada y llegando a ser el primer eslabón tangible de la cadena de la promesa a Abraham. Pero este gran hombre a impulsos de una noble actitud que casi siempre le caracterizó, dijo reconocer en un momento dado que no estaba bien que él habitase en una casa de cedro y oro, mientras que el culto al Dios de sus padres se celebraba en una simple tienda de cortinas.

  Y el Rey quiso levantar un templo digno de Dios.

  David fue un buen líder a pesar de las consabidas limitaciones humanas. Del mismo modo, en la actualidad, todas las iglesias necesitan líderes dedicados y abnegados. Líderes que, en primer lugar, reconozcan que no lo son por sus propios méritos, sino por designio divino, y en segundo, que traduzcan de tal modo la voluntad de Dios que llegue a ser beneficio a todos aquellos que son dirigidos.

  Naturalmente, la mayoría de estos líderes por los que suspira cualquier iglesia tendrán que ser unas personas adultas física y espiritualmente formadas y aptas para el trabajo para el que han sido llamados. Pero algunos adultos no responden a la necesidad porque tienen temor al fracaso, y no se dan cuenta qué labor va mejor a sus aptitudes, con lo que su cerril postura perjudica con claridad a la iglesia y a ellos mismos.

  Esta lección nos va a dar la oportunidad de considerar la posibilidad de que Dios nos esté llamando; si es así, ya hemos de saber que Él suplirá todas nuestras carencias y faltas. Ahora bien, Dios respondió a David que Él no había pedido nunca que se le construyera una casa. Al contrario le contó que cuando era pastor de ovejas, Él lo había escogido para dirigir a su pueblo. Después, y para premiar su buena voluntad, le hizo una promesa que aún tiene validez en la actualidad. Bien es verdad que Dios no permitió que David le edificara un templo, pero le prometió que la casa de David sería afirmada para siempre. Con lo que venía a decir que su familia reinaría siempre sobre Israel. ¿Hasta qué punto ha sido cierto? Hasta la caída de la capital reinó un rey de la casa o familia de David. Pero la promesa cobró mucha más importancia por medio de la profecía. Isaías y Miqueas los dos, dijeron que por medio de la casa de David, Dios iba a enviar al mundo un Rey con una doble vertiente: librar a su pueblo y establecer un reino eterno. Sabemos todos que Cristo descendió de la familia de David y que muchas gentes lo llamaron con razón Hijo de David. Por lo tanto, el Rey de la casa de David es nuestro Rey y, en consecuencia, somos miembros de su reino eternal.

 

  Desarrollo:

  2 Sam. 7:8. Cuando el rey David tuvo la idea de construir un templo para Dios en Jerusalén, lo consultó con Natán, el profeta. Y como hemos dicho antes, Dios reveló en la noche al anciano profeta que Él no deseaba que David le levantase ningún templo. Siempre, en el AT, se describe a los profetas como mensajeros de Dios, así que Natán no podía ser menos. Lo primero que comprendió es que él tenía un mensaje para David: Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos… Para evitar los malos entendidos, el profeta verdadero siempre iniciaba su mensaje del mismo modo. ¿Y por qué? Porque de esta forma demostraba que no estaba hablando él, sino comunicando lo que Dios le había dicho: Yo te tomé del mismo redil y de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel.

  Sabemos que Dios llamó a David en su oficio de pastor para hacerlo rey de Israel, oficio que parece ser preferido del Señor, puesto que éste no fue el único caso. Nos estamos refiriendo, naturalmente, a Amós, 7:14-15, que, no sólo era pastor de cabras y ovejas, sino recolector de higos salvajes. Quizá fuese porque este oficio requiere un amor y una paciencia fuera de lo corriente, habilidades que muy bien podrían aplicar en su nuevo destino dentro del plan del Señor. De todas maneras, en la Biblia se encuentran cientos de casos en los que Dios llama a hombres pobres y ordinarios, hombres sencillos, para ser sus siervos especiales con trabajos extraordinarios con la idea, que no podemos despreciar, de que Él y sólo Él, da las fuerzas necesarias para llevar a feliz término tamañas empresas.

  Hoy día, Dios también llama a jóvenes y a adultos para ser pastores, enfermeras, maestros y otras vocaciones especiales y todos, absolutamente todos, debemos estar atentos a la voz de nuestro Señor que, sin duda, nos llega y llegará a través de cualquier mensajero suyo.

  2 Sam. 7:9. ¡Preciosas palabras! Dios dirigió los pasos de David durante los tiempos difíciles y en el trabajo para el que fue llamado: ¡Establecer su reino! Del mismo modo, hoy tenemos la seguridad de que Él también tiene tiempo para dedicarlo a cada uno de nosotros. Por otra parte, este v demuestra bien a las claras que todos aquellos logros que uno hace se deben a Dios. David entendió muy bien el mensaje, pues todas sus victorias se debían a Dios. ¿Cómo pudo saberlo David con tanta seguridad? La solución la da el profeta: Delante de ti he destruido a todos tus enemigos. Era tangible y hasta demostrable. El rey David fue el libertador de Israel, cierto, conquistó otros pueblos para dar a Israel el territorio más grande de su historia, cierto, pero siempre reconoció que todo se lo debía a Dios. Mientras tanto, el profeta continúa diciendo: Te he dado nombre grande como el nombre de los grandes que hay en la tierra. En efecto. David fue el rey más grande de todo Israel. Aún Salomón, con toda su fama y sabiduría, perdió alguno de los territorios tomados por David e incluso, es interesante notar que hasta la bandera actual de Israel lleva gravada la famosa “estrella de David.”

  2 Sam. 7:10a. Finalmente, los judíos no pensaron nunca que su país les pertenecía por derecho de conquista, sino que, por el contrario, tenían evidentes pruebas de que el Señor se lo había dado.

  2 Sam. 7:21. Este es el inicio de la oración de David que responde de alguna manera a la revelación de Dios. Es cierto que no iba a poder edificar su casa, pero Dios iba a establecer para siempre a la casa de David, vs. 12-16. Y en consecuencia, la oración de éste rebosa gratitud por esa promesa tan maravillosa. Además, aquí hay el reconocimiento de que todas sus victorias eran el perfecto resultado de la bendición divina y que todo absolutamente todo, se había hecho conforme a la palabra y voluntad del Señor.

  2 Sam. 7:22. Curioso. Si alguien ha alcanzado la fama debido a las victorias de David, es Dios mismo, no David. El más grande rey de Israel reconoció, pues, que no era nada más que un instrumento en las manos de Dios; así, se entiende que su gran imperio no era símbolo de la grandeza humana, sino de Dios. Además, si algo se ha conseguido, parece decir David, hay que anotarlo en el haber de la gloria divina. Con este “tú te has engrandecido” reconoce que, al cumplir la voluntad divina y conseguir visibles logros no ha hecho otra cosa que engrandecer el nombre de Jehovah y, como consecuencia, el suyo propio. Pero David no ha terminado todavía. Afirma que todo se ha conseguido por que no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti. La gran obra de Dios le ha convencido de que él es el único Dios. Los dioses de los otros pueblos son objetos de piedra e incapaces de hacer algo en favor o en contra del pueblo. En la actualidad también es una tragedia que el hombre se arrodille frente a la fama, al dinero o al placer, cuando existe una amplia evidencia de que no hay más Dios que nuestro Padre celestial. Él es el Creador y Dueño de este mundo y ha mostrado su gran amor enviando a su Hijo a la tierra como Rey Salvador de nuestros pecados y para conquistar para nosotros un trocito de buena tierra celestial.

  Conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. El profeta Natán y otros antes que él, le habían enseñado que no hay otro como Dios. Así, todos sus salmos indican que aprendió bien la lección.

  2 Sam. 7:23. El autor enseña aquí que el Señor tuvo un propósito muy importante al escoger a Israel y sacarlo de la cautividad de Egipto. ¿Cuál podía ser? ¡Manifestar su poder en la tierra y convencer a las naciones que Él y sólo Él era el Dios verdadero. Ya lo hemos dicho antes, Dios el Señor rescató a Israel no para que los judíos se jactasen o enorgulleciesen, sino para hacer una gran obra en el mundo y llevar su Nombre a todas partes.

  No podemos pasar por alto las últimas frases del v por ser vitales para la comprensión de todo el conjunto: Por amor de tu pueblo que rescataste para ti de Egipto, de las naciones y de sus dioses. ¿Qué quiere decir esto? La frase nos enseña que el único motivo de la actuación de Dios era su amor. Puesto que Él amaba a su pueblo, le salvó. También es necesario observar que el Salmista dice que no sólo le rescató de las naciones, sino también “de sus dioses.” La historia fue elocuente: Los dioses de Egipto y Canaán fueron impotentes frente al poder de Jehovah Dios.

  2 Sam. 7:24. David supo que no sólo su casa, sino el pueblo de Dios iban a perdurar para siempre. Lo que no podía saber por carecer de medios y profecías, es que un día el viejo Israel daría lugar a uno nuevo compuesto por personas de toda raza y especie que aman y sirven al Hijo de David, a Cristo Jesús. Este es el binomio ideal: Pueblo + Dios verdadero… Nos dice este v que Dios elige a un pueblo con la idea implícita de la más pura predestinación y que, a continuación, Él se constituye Dios del mismo. No cabe mejor tranquilidad ni mayor seguridad.

  2 Sam. 7:25. Forzado por profunda gratitud David pidió que Dios confirmara la promesas que “su casa”, o sea su familia, reinaría para siempre en Israel. La promesa de cumplió de forma maravillosa. Sabemos que después de la muerte de Salomón, el reino se dividió, pero todos los reyes de Judá fueron de la familia de David hasta que el Mesías nació en Belén teniendo, como sabemos, parentesco con aquella enorme familia según todas las genealogías del NT, Luc. 3:23-28; Mat. 1:1-17.

  2 Sam. 7:26. David deja entrever que el motivo de la grandeza de la casa de Israel no era para obtener fama humana, sino para que la gente conociera a Dios, pues éste y no otro fue la causa de la elección del pueblo. ¿Se puede ver egoísmo en la segunda frase de David? No. Él no hizo su petición con fines egoístas, sino para que el mundo comprendiera que su Dios era el Dios único.

  2 Sam. 7:27. Sin comentarios. La gloriosa promesa oída animó a David a hacer una súplica a Dios.

  2 Sam. 7:28. Estas palabras constituyen la introducción a la petición propiamente dicha:

  2 Sam. 7:29. ¿Cuál es el motivo principal de la oración? David suplicó que su familia permaneciera siempre ante Dios. Esta es una oración que debería hacer cada padre porque no debemos pedir tanto que ellos tengan salud, dinero o estudios, sino que continúen siempre delante del Señor. Las otras cosas con ser necesarias son mortales y pueden aparecer y desaparecer en cualquier momento, pero la familia que permanece delante de Dios, será feliz.

 

  Conclusión

  Una palabra más: Dios se interesa por los líderes, les da consuelo, dirección y lo que es más importante, les hace ganar victorias porque pregonan las victorias paralelas del propio Creador. Nuestra iglesia, como cualquier otra, necesita líderes, así que oremos para que algunos de nosotros oigamos la fiel llamada y pasemos a ocupar la brecha vacía que impedirá que la marea de la vida penetre en la misma y la desborde.

  Himno nº 156: “En la montaña podrá no ser…”