VICTORIOSO EN LAS PRUEBAS

 

Juan 18:33-38; 19:7-11

 

  Introducción:

  Para situarnos en escena basta con recordar que Jesús fue entregado a los líderes religiosos por Judas estando en el huerto de Getsemaní y a continuación empezó a funcionar la máquina que iba a condenarlo. Sabemos que hubo por lo menos 6 juicios hasta que encontraron las bases falsas con que condenarlo y crucificarlo. (a) Ante Anás, el ex sumo sacerdote. (b) Ante el Sanedrín, que fue convocado antes del amanecer por falta de tiempo. En el transcurso de aquella reunión salió sentenciado a muerte por Caifás, el sumo sacerdote a la sazón. Esta asamblea era ilegal a causa de la hora. (c) Ante el propio Caifás y el Sanedrín en un juicio ya legal a los ojos de los judíos ya que abría su sesión a la hora preceptiva, ya amanecido. (d) Ante Pilato. Los judíos tenían que refrendar sus penas de muerte ante el poder ejecutivo: El gobernador romano. (e) Ante Herodes, y (f) Ante Pilato por segunda vez.

  Nuestra lección está basada en los dos juicios delante Pilato.

 

  Desarrollo:

  Juan 18:33. ¿Cuál es la pregunta básica? ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Lo primero que notamos es el tono en que está hecha la pregunta. Sin duda denota extrañeza con algún ribete de ironía. Pero esta pregunta de Pilato no se comprende si no tenemos en cuenta los vs. anteriores. Y podemos admitir perfectamente que los judíos, aun sin ver la pretensión solapada del v 30, en el que insinuaban la condena que presumían, han acabado de formular su acusación en toda regla. En Luc. 23:2, vemos que el principal punto de la acusación consistía en el hecho de que Cristo decía ser el Mesías. Así, ¿en que se basaba la notoria inquina de los judíos? La maldad del procedimiento estribaba el transformar el agravio religioso, por el cual ya habían condenado a Jesús, Mat. 26:63-65, en una acusación política sobre la cual no tenían ningún fundamento legal. El remache final, allí donde apoyaban su teoría radica en el v. de Lucas que ya hemos leído: ¡Prohíbe pagar tributos a César! Sí, con esa acusación entraba de lleno en la jurisdicción del romano. Pilato vuelve a entrar en el Pretorio. ¿Qué significan las entradas y salidas de Pilato? El Pretorio era la vivienda del gobernador y a la vez dónde estaba ubicada la sala de los casos perdidos. Jesús tuvo que entrar en esa sala, pero los judíos se quedaron en el atrio porque trataban de no mancharse, contaminarse, cosa que hubiesen hecho de entrar en una casa romana. ¡Qué contrasentido! No querían entrar en la casa y pedían la sangre inocente de Jesús. Así que si Pilato quiere enterarse de la causa criminal tiene que salir y hablar con los representantes del pueblo. Una vez que lo hace, vuelve, llama a Jesús y le dice: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?

  Juan 18:34. Jesús responde con una pregunta, la cual ha sido interpretada de muy diversos modos: Unos creen que Jesús hacía uso del derecho que todo acusado tiene de ver y conocer a sus acusadores, puesto que Él no podía suponer que Pilato tomara el título de rey en otro sentido que el político. Pero esta creencia se cae por su base en el mismo momento en que pensamos en la primera parte de la pregunta del Maestro: ¿Dices esto por ti mismo? Si Jesús quisiera conocer tan sólo a sus acusadores, ¿por qué está pregunta? Sobra a todas luces. Otros piensan que Jesús quería hacer sospechosa a los ojos de Pilato la acusación que venía de sus enemigos. Pero esto tampoco motiva, a nuestro juicio, la doble pregunta. Jesús, con su intencionada pregunta, hace una distinción importante: En el sentido político que un romano debía dar a ese título de Rey, podía sencillamente negarlo, pero en la significación que los judíos daban al vocablo Rey, es decir, Mesías, se habría cuidado de rehusarlo puesto que hubiese pisado terreno resbaladizo por cuanto se hubiese situado en oposición de sus mismas palabras que hemos leído en Mat. 26:64. Por eso pregunta a Pilato si ha llegado por sí mismo a sospechar que aspira a la dignidad real, en este caso habría respondido con una sencilla negativa ya que sus ideas no eran políticas. Pero si por el contrario, la pregunta de Pilato había sido sugerida por el Sanedrín, el Maestro tiene el sano deber de explicarse positivamente sobre el título de Mesías que Él mismo había vindicado en varias ocasiones.

  Juan 18:35. En esta respuesta del funcionario romano vemos cierto desprecio por las ideas de todo lo judío, significando con otras palabras: ¿Puedo acaso entender la cosa más pequeña de vuestras sutiles y raras distinciones judaicas? Dejemos eso, y ya que tu nación y tus sacerdotes te acusan, respóndeme con claridad: ¿Qué has hecho? ¿Cuál es tu crimen? O lo que es lo mismo: Le da la oportunidad de exponer la naturaleza de su Reino y Jesús la aprovechó hasta el límite de sus posibilidades:

  Juan 18:36. Tres veces pronuncia con solemnidad las palabras: Mi reino, o mejor, “mi dignidad.” Lo hace con el fin de recalcar que esta realeza, no es de este mundo, no es de aquí. Por su origen, naturaleza, espíritu y por su fin, no tiene nada en común con las coronas humanas. Viene de lo alto, y la prueba que da de ello es que desprecia todas las armas carnales o terrenales. Tanto es así, que no ha querido que sus servidores hayan de combatir por su causa. Sus armas no son de este mundo. Él domina sólo los corazones. Pero, ¿quiénes son estos servidores que no ha querido que inicien un combate? Unos opinan que se refiere a aquellos que sin duda habría reclutado si su reino fuera de este mundo. Otros piensan que entiende a los criados que tiene realmente y a esas multitudes que le aclamaban hace unos días tan solo y que, en efecto, habrían querido proclamarlo Rey de todo, Juan 6:15. ¿Y quién duda lo que Jesús habría sido capaz de hacer con su poder sobre las masas si hubiese querido incitar su entusiasmo o sus pasiones nacionalistas? Cualquiera de estas dos interpretaciones pueden ser la correcta. Pero aún existe una tercera que resume a los que dicen que los servidores son los ángeles basando sus ideas o tesis en Mat. 26:53, pero tampoco es correcto. ¿Habría expresado Jesús este pensamiento en presencia de Pilato a quien este argumento habría dejado indiferente? Creemos que no.

  Juan 18:37. Pilato cree que con las palabras de Jesús, se atribuye una dignidad real y ante del desaliño del porte, exclama con asombro: ¿Luego, eres rey? ¿Pero todavía habla con ironía o desprecio? ¿O se ha puesto serio con el giro que ha tomado la conversación? Es difícil de decir puesto que en este punto no se han puesto de acuerdo los mejores intérpretes. Pero la respuesta de Jesús no se hace esperar: ¡Tú lo dices! O mejor, “sí, como tú lo dices,” Mat. 26:64, leerlo: Para eso he nacido, para ser Rey, dando testimonio de la verdad. Así que aquí, Jesús afirma con mucha solemnidad que ha nacido y venido al mundo para dar testimonio de la verdad divina que Él mismo había revelado. Podemos comprobar que el primero de estos dos términos indica su nacimiento humano y el segundo su venida de arriba, del cielo, donde existía antes de su genial nacimiento. De donde se desprende el hecho innegable de que su misión como rey era la de revelar íntegramente la verdad acerca de Dios, testificar de esa verdad y conseguir que sus seguidores tuviesen la misma fuente de poder que Él tuvo: ¡La verdad divina! Evidentemente, ni los líderes religiosos ni Pilato pertenecían al reino de la verdad y tienen que preguntar:

  Juan 18:38. Pilato, en esta pregunta que arroja con soberbia e indiferencia, sin esperar la respuesta, señala o manifiesta toda la presuntuosa ligereza del hombre del mundo, al mismo tiempo que demuestra tener la limitada sabiduría de hombre de estado que no cree más que en el reinado de la violencia y la intriga. Después de esto, no viendo ya en Jesús más que un exaltado ligeramente peligroso, lo declara inocente en cuanto a la dura acusación política formulada contra Él. Pero, cosa extraña, en lugar de dejarlo libre, por temor a los judíos a quienes desprecia y teme, recurre a diversos expedientes y tretas para poder librarle: Envía al prisionero ante el rey Herodes en primer lugar, Luc. 23:6 y ss. En segundo, ofrece a los judíos soltar a Jesús aprovechando el privilegio que tenían de pedir la liberación de un prisionero en la fiesta anual de la Pascua, Juan 18:39, 40. Pero los dos planes fallaron y lo tenemos de nuevo ante su presencia:

  Juan 19:7. En este intervalo de las idas y venidas, de pocas sugerencias, razonamientos e incluso azotes, los judíos apelan a su ley. Era corriente. En general, los hoscos romanos dejaban a los pueblos vencidos su legislación nacional y los judíos se aprovechaban de ella con una especie de orgullo: Nosotros, dicen, tenemos una ley. Sí, señalan a Lev. 24:16 que condena a muerte al blasfemo del nombre de Dios. Ahora bien, según estos teólogos, el Maestro había blasfemado declarándose Hijo de Dios, y lo había hecho aquella misma tarde, aquella misma noche, y de manera solemne ante el Sanedrín, Mat. 26:64; Mar 14:62-64. Luego, en consecuencia, debía morir. Pero había, en este nuevo giro que dan a la acusación, tan poca destreza como buena fe. Después de condenar a Jesús por el presunto agravio religioso de declararse el Hijo de Dios, han presentado ante Pilato una acusación política como ya hemos visto en la primera parte del pasaje pero ahora, no habiendo obtenido nada del gobernador, se vuelven a la primera acusación ignorando que Pilato iba a rechazar esta versión más firmemente que la primera vez.

  Juan 19:8. Pero miedo, ¿a qué? ¡Miedo, creemos, a que se le forzase a condenar a Jesús! ¿Cuál podía haber sido la causa de este temor creciente? Los interpretes están de acuerdo al pensar que Pilato, oyendo las palabras Hijo de Dios, y bajo la fuerte impresión que podía haber recibido de la presencia y palabras de Jesús, veían en Él algún poder sobrenatural o al “hijo de algún dios.” Su temor habría que considerarlo como supersticioso, máxime habiendo oído la advertencia de su mujer hacía sólo un momento, Mat. 27:19. Claro que el temor del gobernador se podría atribuir a otra causa. Se exigía de él la ratificación de una sentencia de muerte de conformidad con una ley que no conocía y sobre un agravio religioso que él no podía ni quería admitir. Además, el agravio era sostenido por sus encarnizados enemigos que cambiaban de acusación en su presencia una y otra vez. Pero lo que nos decide a favor de la primera explicación es la extraña pregunta que formula a Jesús:

  Juan 19:9. ¿De dónde eres tú? No es posible que esta pregunta signifique: ¿Cuál es tu país?, lo que no tendría razón de ser a causa del contexto que tenemos. Además, Pilato acaba de saber que era de Galilea, Luc. 23:6, un motivo por el cual fue enviado a Herodes que a la sazón estaba en Jerusalén a causa de la Pascua. Su pregunta, pues, parece significar: ¿Pretendes venir del cielo y ser el Hijo de Dios? Mas, ¿por qué Jesús rehúsa responder? Ya había dicho a Pilato todo lo que aún podía revelarse sobre su persona hablándole de la naturaleza celestial de su reino, como ya hemos visto. Si le hubiera dicho: “Vengo del cielo y sí que soy Hijo de Dios”, hubiera significado para su interlocutor pagano, el hijo de una divinidad mitológica cualquiera. Por otra parte Pilato, un esclavo de las pasiones mundanas, no estaba en disposición moral de entender más sobre el misterio de piedad, Mat. 27:12-14. Pero la verdadera voz o respuesta deberíamos encontrarla en lo que antecede: Pilato sabía lo bastante al respecto como para libertarle y él mismo lo había declarado inocente varias veces. Jesús no tiene ya nada más que añadir, además no podía decir nada que pudiera inducir a Pilato a libertarle porque era contrario a la voluntad de Dios. ¿?

  Juan 19:10. El gobernador queda asombrado y herido a causa del silencio del Maestro, silencio que le parece falta de respeto. Por eso dice: ¿A mí no me hablas? Después suelta dos veces la expresión altiva de su “poder” sobre la libertad o la vida de Jesús. Pero no hay justicia en Pilato, sólo superstición y orgullo.

  Juan 19:11. Jesús rebaja primero el malo orgullo del romano, diciéndole que no tiene esa autoridad por sí mismo, sino porque le ha sido dada por Uno mayor que él, por Dios, el que aún puede quitárselo. Se podría esperar que Jesús se basara en esta declaración para demostrar que Pilato era tanto más culpable que Él, puesto que era responsable de su poder delante de Aquel que se lo había dado. Pero ve, al contrario, que el gobernador no hace más que ejercer la autoridad que Dios había dado sobre su pueblo y, por lo tanto, era un atenuante, siempre, claro está, de acuerdo a nuestro criterio. De dónde se desprende, por esto, por la comparación, que el que le ha entregado, el sanedrín, más o mayor pecado tiene. ¿Por qué? Porque no ha recibido o Dios no le ha dado ninguna autoridad para ello, sino que la ha usurpado. Cristo no ve en Pilato, más que el sujeto depositario de un poder al que Él se somete con humildad y, al mismo tiempo, lo ve, lo reconoce como instrumento débil en los tortuosos actos del sanedrín por lo que volvemos a afirmar: ¡Pilato es culpable, pero el sanedrín lo es mucho más!

  Jesús, atado, acusado y condenado se erige en “Juez de sus jueces.”

 

  Conclusión:

  Para finalizar diremos que Jesús ante Pilato, condenado a la muerte por nuestros pecados, fue un loco fracasado según sus enemigos, pero nosotros, con la distancia que dan los años, sabemos muy bien que fue un verdadero triunfador. En pocas palabras, salió victorioso en las pruebas.