LA GRACIA DE DIOS NOS SOSTIENE

 

Isa. 40:25-31; Fil. 4:10-13

 

  Introducción:

  Si las lecciones de la ED son actuales, la de ahora, la de hoy, es quizá con mucho, una de las más reales y oportunas. Veamos: ¿Qué es lo que sostiene la vida? ¿Cuál es el misterioso resorte que la mantiene viva y da interés para seguir viviéndola? ¿Dónde se encuentra su soporte? ¿Se limita la vida del hombre a unos años más o menos largos deambulando sobre la tierra? ¿Hay algo más? ¿Hasta que punto gozamos de las excelencias de un ángel de la guardia? ¿Quién es el mantenedor de estos Juegos cuyo fin es el cielo y su medio la vida? ¡Así nadie más si no Dios! Dios Padre es para el creyente una experiencia viva y continua. Ahora bien, ¿cómo podemos traducir de una forma real y comprensible esta experiencia? Dios Padre nos hace sentir cada día, minuto a minuto, el sostén que nos representa su gracia. En cada hora de nuestra ajetreada vida vemos la mano de Dios sobre nosotros. Notamos fielmente su providencia en todo momento. Sentimos el cuidado con que nos trata y sus enseñanzas nos capacitan para el buen vivir.

  Pero ahora estamos hablando de la vida, la vida de nosotros los cristianos. Mas hay otra vida. Y otra vida sin consuelo. Otra vida en que sólo se confía en la fuerza física o en las riquezas o en las influencias sociales o en la inteligencia… Esto lo vemos todos. Precisamente, es esta otra vida no cristiana la que, con su limitación, nos abre a nosotros un cielo y unas posibilidades sin límite. Jesucristo, perfecto conocedor del hombre, compara su vida con la estructura de dos casas. Todos sabemos la parábola: Una fue edificada sobre la arena y a fe que fue fácil hacerlo puesto que nadie tuvo que luchar con ninguna dificultad del subsuelo al hacer los cimientos por la sencilla razón de que no los tenía, pero vinieron las lluvias, soplaron los vientos y la casa se cayó y se arruinó sin remedio. Por el contrario, la otra había sido edificada sobre la misma roca, con las dificultades imaginables, también vinieron las lluvias y más fuertes que antes si cabe, más fuertes incluso que aquellas que cayeron sobre la otra, y vinieron vientos huracanados que chocaron contra todos los ángulos de su estructura, pero ¡nada sucedió! ¡La casa era inamovible!

  Fácilmente reconocemos nuestra vida con el segundo caso de la parábola… La Biblia nos dice de Moisés que se sostenía como viendo al Invisible. La base de esta vida era la presencia del Creador en él como una realidad cada instante, de día y de noche, y en la salud y en la enfermedad, en el descanso y en el trabajo, en la alegría y en la tristeza… La vida del hombre actual en el mundo de tanta lucha, de tanta ansiedad y confusión, que necesita de la gracia sustentadora de Dios para vivir. Necesita de su presencia vivificadora y renovadora como el pan que se come. Sin esta gracia, la vida humana se viene abajo como el edificio aquel edificado sobre la arena.

 

  Desarrollo:

  Isa. 40:25. ¿A quién, pues, me haréis semejante, para que yo sea su igual? ¿Quién hace esta pregunta? Dios. Parece decir al obtuso pueblo de Israel, ¿con qué ídolo o dios pagano me compararéis? Sabido es que había caído en una idolatría feroz, arrastrado por el mal ejemplo de sus propios reyes y sacerdotes. Como castigo a su tremendo pecado fue llevado cautivo a la idólatra Babilonia en donde se purificó a través del crisol de la pena y de la muerte, seleccionando un renuevo que aprendió la lección: ¡El Señor de los señores no puede ser representado por una imagen ni comparado con ídolo alguno! Así que ninguna obra echa de manos humanas o celestiales puede tomar el lugar de Dios. Dios es único… ¡y celoso!

  Isa. 40:26. Levantad en alto vuestros ojos y mirad quién ha creado estas cosas. Esto es una exhortación y un reto para dejar de estar aferrado a lo terreno y a lo humano, incluyendo a todas las cosas materiales a las cuales el hombre somete toda su atención y sus fuerzas en la lucha por su propia supervivencia. Aquí Isaías, se refiere de forma especial al aspecto religioso, a la innata búsqueda del Dios Padre. Sí, ¿dónde buscar a Dios? ¿Entre los hombres o entre los ídolos y las imágenes hechura de sus manos? No. Era preciso, y es preciso, levantar los ojos al cielo, estudiar toda la creación del Señor que está a nuestro alcance y pensar sobre el origen de todas las cosas en una forma honesta, sana y libre de perjuicios preconcebidos. Si lo hacemos así, y aconsejamos hacerlo así, no podremos evitar exclamar como el buen Salmista: Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos, Sal. 19:1. Sólo Dios puede saber todas las cosas incluyendo a las que se nos escapan por pequeñas o grandes. Él saca y cuenta al ejército de ellas, como jefe supremo que pasa una revista cariñosa. Dios Padre es el jefe de las huestes celestiales, sean animadas o no. Él, a todas llama por su nombre. A pesar de ser tan numerosas e incontables. Las conoce a todas incluso con sus características especiales como pueden ser el hombre. Y así, por la grandeza de su vigor y el poder de su fuerza, ninguna faltará. No sólo nos conoce sino que conseguirá que cumplamos el propósito por el que fuimos creados. Este es el Dios todopoderoso que creo todo el Universo visible e invisible para los hombres y mujeres, y lo creó sólo al conjuro del sonido y la potencia de su voz. Su dominio abarca de un confín a otro de la creación; por lo tanto, su presencia real de sustentación está en todas partes, de tal forma que donde quiera que vayamos nos encontraríamos con su presencia. Su fuerza y poder están manifestadas de forma clara en la naturaleza. Así, desde la más insignificante hormiga hasta la estrella más poderosa de cualquier galaxia.

  Isa. 40:27. Sigamos más: ¿Por qué, pues, dices, oh Jacob; y hablas tú, oh Israel…? Doble referencia al pueblo escogido que se quejaba una y otra vez, continuamente, por haber sido dejado, abandonado por el Creador, diciendo: Mi camino le es oculto a Jehovah. En otras palabras: Fuera del alcance de Dios y sus bendiciones, y abandonados a los amargos goces de sus propias victorias y al fastidio de sus claros fracasos. Sin embargo, el pueblo judío se queja sin razón alguna porque, precisamente, se olvida que nada ni nadie queda fuera del alcance de su largo conocimiento. ¿Y mi causa pasa inadvertida mi Dios? ¿Ya no me tiene en cuenta? Pero, es Dios quien está hablando indicando con claridad que Israel no tiene por qué ni de qué quejarse. Y es que su condición actual obedece a su propio pecado y cuyas consecuencias el Señor trató de paliar a tiempo mediante santos mensajeros escogidos. ¡Así que el pueblo es quien ha dejado o abandonado a Dios, no a la inversa. Sin embargo, ya hemos visto en este v que la presencia divina que da sustento y vida está en todas partes… ¿por qué pensar, pues, en abandono? ¡Por el duro empecinamiento del pueblo al menospreciar a Dios y compararle con los recién estrenados ídolos vecinos, a quienes debieran de haber combatido con todas sus fuerzas, puesto que este y no otro, era el motivo auténtico y real por el cual fueron creados y escogidos!

  Isa. 40:28. ¿No lo has sabido? Por tu propia observación o por el estudio de las Escrituras… ¿No has oído… por la tradición oral de los padres, costumbre tan arraigada en los judíos, que Jehovah es el Dios eterno… ¡Qué no puede haber otro! Que creó los confines de la tierra? El Señor no sólo subsiste por sí mismo, sino que a la vez es el Creador de todas las cosas y entre ellas, la Tierra. ¡El que ha sido, es y será! No se cansa ni se fatiga… ¿Por qué? Porque no está sujeto a las limitaciones del hombre que mora en un caparazón llamado cuerpo. Dios es Espíritu y está libre del lastre del cuerpo humano por perfecto que sea. Y es que además, su presencia llena el Universo. De ahí que en cualquier parte, donde sea, siempre se le encuentra bien dispuesto a darnos los recursos necesarios para la propia vida o subsistencia. Y su entendimiento es insondable. Su grado de comprensión es ilimitado, así que por grande y fiero que parezca el problema, podemos acercarnos a Él con la seguridad que nos ayudará felizmente. Porque:

  Isa. 40:29. Da fuerzas al cansado y aumenta el poder al que no tiene vigor. No sólo no se cansa, sino que tiene la fuerza motriz capaz de regenerar en el hombre el espíritu de la lucha necesario para avanzar hacia adelante. El v siguiente nos da una visión real del hombre:

  Isa. 40:30. Aun los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes tropiezan y caen. Fijarse bien pues el ejemplo está dado, sacado de la vida cotidiana. El ser humano, aun atravesando la mejor etapa de su vida, la etapa de mayor fuerza, ligereza, vigor, energía y hasta potencia de su existencia, está sujeto al natural cansancio, al agotamiento y al debilitamiento físico.

  Isa. 40:31. Pero los que esperan en Jehovah renovarán sus fuerzas. Esta es la casa de la roca. La casa de los que unen sus vidas a Él por fe aceptando a Cristo como a su único y suficiente Salvador. Y si como humanos se agotan porque tienen o reciben los mismos embates de la vida, la misma clase de lluvia y el mismo viento que aquellos otros descritos en el v anterior; no desfallecen, porque se sienten bien sujetos por los pies, por los cimientos y el corazón. La gracia sustentadora de Dios los mantiene y levantarán las alas como águilas. Claro, podrán flotar en el medio ambiente haciendo que las cosas terrenas les resbalen por la piel sin causarles daño. El texto se refiere con claridad a la agilidad espiritual con que actuarán ayudados por Dios y entonces correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. Porque al igual que todos los atletas, dan por bien empleado el esfuerzo con tal de aspirar al premio final. Dios es quien vive en el creyente, quien trabaja, lucha y pelea con él.

  Fil. 4:10. En gran manera me regocijé en el Señor porque al fin se ha renovado vuestra preocupación para conmigo. A fin, a causa del alejamiento forzoso de Pablo, hasta el momento en que pudieron enviarle a Epafrodito, v. 18. Este hermoso sentir de agradecimiento del Apóstol por los socorros temporales está justificado porque él lo entiende como traducción en su persona, de la gracia sustentadora de Dios. Luego está el hecho de que Pablo lo acepta porque sabe del desinterés de los hermanos de Filipos y la consecuencia del evangelio práctico en la iglesia. De otra forma, jamás lo hubiera aceptado aun a riesgos de herir los sentimientos de los donantes como tantas veces había hecho, 2 Cor. 11:7-12; Hech. 20:33, 34. Luego Pablo, antes de que los hermanos se resientan y piensen que él no reconoce su enorme sacrificio, les dice: Siempre pensabais en mí, pero os faltaba la oportunidad. Es decir, por alguna causa o razón desconocida, estos hermanos habían dejado de socorrerle económicamente. Tal vez fue porque les faltaban recursos básicos, no tenían con quién enviarlos o no conocían donde se encontraba.

  Fil. 4:11. No lo digo porque tenga escasez… En otras palabras: Les hace saber la realidad de su independencia real y económica. Su larga experiencia en el ministerio le había dado y enseñado una gran lección. ¡No depender de nadie, sino de Dios y de su gracia! Pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Pablo está siguiendo la tesis estoica que enseña que el hombre tiene dentro de sí mismo toda clase de recursos y la usa con los filipenses, a quiénes aquella doctrina ya no les era del todo desconocida.

  Fil. 4:12. Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. Se refiere a su capacidad demostrada al afrontar la diaria necesidad e incluso la pobreza. También se encuentra a gusto cuando tiene más de la cuenta para vivir. En todo lugar y circunstancia, he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad. Pablo afirma que ha aprendido a vivir con todo lo que venga. Recordemos que en su primera visita a la ciudad de Filipos ya nos mostró su adaptación a la nueva vida cristiana al cantar en la cárcel con Silas, en vez de estar abatido. Estaba listo y preparado para todo. Estaba preparado para hacer frente a cualquier situación que le deparase la vida. Y es que basaba toda su confianza en la gracia de Dios que lo sustenta todo. Veamos cómo:

  Fil. 4:13. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! Este era el enorme secreto de Pablo: Cristo era su fuente y sostén en cualquier circunstancia. Para Pablo, Cristo Jesús era una realidad clara dentro de su vida. Era su ángel de la guarda y hasta su soporte. Se había unido a Cristo de tal forma y manera que su felicidad la constituía el hecho de sujetarse a su autoridad y voluntad.

 

  Conclusión:

  Con las últimas palabras de Pablo, llegamos a saber el enorme beneficio que da la gracia sustentadora de Dios y las desastrosas consecuencias que podemos sufrir en el caso de no aceptar esta gracia gratuita. De manera que aquí tenemos la lección: ¡Quién no confía más que en sus propias fuerzas, conocerá más tarde que nada puede hacer sin Cristo Jesús y quién no se apoya más que en su gracia, experimentará el calor de la omnipotencia!

  ¡Qué la gracia de Dios nos sostenga en todo momento!