INTERPRETANDO LA VENIDA DE CRISTO

 

Mat. 1:17-23; Gál. 3:23-26

 

  Introducción:

  Durante la Navidad, el mundo entero habla de una forma u otra del Cristo de Belén. Muchos lo hacen para justificar sus actos egoístas, otros como un pretexto para regalar cualquier cosa con el ánimo de comprar el favor de la persona regalada. Aun otros, encuentran en estos días un aliciente suficiente para comer y beber sin control y otros motivos para llevar a cabo las acciones más disolutas. Pocos hablan de la Navidad dándole el significado y el valor que encierra. Por otra parte es necesario que al pensar en ella, no nos apartemos de los sencillos pero concluyentes detalles de la historia del pesebre. ¡Que Dios se haya hecho hombre y se haya introducido en la historia, es uno de los más grandes misterios de la gracia de Dios, pero también es la más creíble evidencia histórica de esa gracia que emana del humilde establo de Belén! Cuando los ángeles cantaron su primer canto de gozo, trajeron la expresión clara de la realidad de que Dios está con nosotros y, más aun, que desea estar dentro de nosotros realizando el hecho de su paternidad, manifestado en redención, perdón y nueva vida.

  En Mat. 1:1-16 tenemos los detalles de la genealogía de Jesús por parte de José. Hoy sabemos que todos los judíos contaban la ascendencia  legal por la línea del padre y no por la de la madre. El propósito de esta tabla es probar que Jesucristo es el heredero legal de David, que aunque José no era su verdadero padre, lo era ante la ley y por ende, Jesús era su heredero. José era de linaje real y por se consideraba a Jesús como hijo de David. Y a pesar de que Luc. 3:23-38 presenta otra genealogía, al parecer de María, para confirmar también la ascendencia sanguínea de Jesús de la familia de David, no hay ninguna contradicción. Ambos, José y María, son del linaje de David, con la única y sustancial diferencia de que José procede de Salomón y María de Natán, otro de los hijos de David.

 

  Desarrollo:

  Mat. 1:17. Es ni más ni menos que una tabla genealógica del Maestro presentada en una triple agrupación, probablemente es hecha con fines de conveniencia práctica. En cada una de estas divisiones han vivido catorce generaciones, indicando con la fina repetición de la cifra, que esta presentación escalonada sugiere y muestra que toda la historia anterior a Jesús converge y sublima en Él.

  Mat. 1:18. El nacimiento de Jesucristo fue así: La celebración del matrimonio entre judíos normalmente constaba de dos actos: Los esponsales y las bodas propiamente dichas. El desposorio era más que un simple compromiso, era el matrimonio en sí, se pronunciaban votos y se celebraba en privado, para romperlo, se requería el divorcio. Por contra, las bodas era el acto público, después del cual la esposa era conducida a la casa del esposo entre música y algazara. Su madre María estaba desposada con José, sabemos muy poco de los dos, pero según parece por lo que hemos visto antes, los dos procedían del rey David y ambos pasaron su niñez en Nazaret en hogares pobres y humildes. De ella sabemos que era una doncella piadora y temerosa de Dios. Él fue un hombre justo y dedicado a la carpintería. Jesús, más tarde aprendió el mismo oficio. Y antes de que se unieran, era costumbre que entre el desposorio y las bodas pasara por lo menos un año, es decir, que aunque ya estaban legalmente unidos, no consumaban la unión física sino hasta después de las bodas, y fue durante este periodo que se halló que ella había concebido del Espíritu Santo. Es decir, se encontró embarazada por medio de la concepción milagrosa del E Santo. Al parecer María no hizo saber el hecho a José, sino que prefirió dejarlo en la mano de Dios. Ella sabía que José difícilmente aceptaría su versión sin alguna forma de autenticación divina. Es probable que Él lo descubriese después de que María regresase de su sana visita a la casa de Elisabet, Luc. 1:39-56, que estudiamos el día anterior.

  Mat. 1:19. José, su (buen) marido, como era justo y no quería difamarla, siendo que el desposorio era en sí el matrimonio bien legal, la infidelidad de uno de los dos, era adulterio. Un hombre no piadoso podría haber recurrido a los medios más severos de castigo, con toda probabilidad la muerte por lapidación, Deut. 22:24. José sin duda amaba a María, por eso, en vez de acusarla públicamente, lo cual era condenarla a una muerte segura, se propuso dejarla secretamente. Decidió extenderla su carta de divorcio en forma personal y directa, con tal de no hacerla sufrir.

  Mat. 1:20. Mientras él pensaba en esto, mientras pensaba en su desgracia, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, para los antiguos creyentes los sueños eran un medio corriente para recibir la revelación o el mensaje de Dios y José no fue una excepción: No temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del E Santo. Para José, evidentemente este es el mensaje de Dios que afirma que el asunto de su esposa no es fruto de infidelidad con hombre alguno, sino que es obra del Espíritu de Dios.

  Mat. 1:21. Ella dará a luz un hijo y llamarán su nombre Jesús, fijémonos que no dice te dará a luz un hijo como el mismo E dice, p. ejemplo a Zacarías. Luc. 1:13. Porque lo María lleva en su vientre no es un hijo suyo ni de mortal alguno, es el Señor encarnado, el Dios sometido a las leyes humanas a fin de hacerse hombre e introducirse en la historia. Jesús es un buen nombre derivado del he y significa Jehovah salva. Josué en he y Jesús en gr. El nombre en sí ya señala el propósito de su venida. Porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Como Josué introdujo a Israel en la tierra prometida, también Jesús hará entrar en el cielo a su pueblo. El pronombre Él es enfático, exclusivo, quiere decir que nadie más es el Salvador. El pueblo no es sólo la nación de Israel, sino que lo componen todos los creyentes en Cristo que forman el auténtico pueblo del pacto, los hijos verdaderos de la promesa, esto es, el Israel espiritual de judíos y gentiles, Rom. 2:28, 29. Jesús no sólo perdonará los pecados de los que creen en Él, sino que los librará para siempre de su dominio y de sus consecuencias.

  Mat. 1:22. La razón y el por qué de la profecía de Isa. 7:14.

  Mat. 1:23. He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel (Dios con nosotros). Emanuel describe el carácter de Jesús y su posición como el Hijo de Dios, es decir, Dios hecho carne, Juan 1:14. A través de Él Dios no sólo se ha acercado a la humanidad, sino que ha adoptado la única naturaleza humana en tal forma que es Hombre perfecto y Dios a la vez. Por eso, es el único que puede salvar al hombre.

  Gál. 3:23. Pero antes que viniese la fe, es decir, el evangelio como principio de vida, cuyo objeto y esencia es Cristo. Pablo habla de la venida de la fe en los mismos términos que se ha hablado antes de la venida de Cristo, es el mismo acontecimiento porque el Hijo de Dios demuestra, ha inaugurado la economía de la fe. Estábamos custodiados bajo la ley, es decir, guardados en la custodia de la misma con la idea de un ayo, fiel pero severo, como un centinela sobre nuestras cabezas; reservados para la fe que había de ser revelada. Esto es bastante importante. Se nos dice que estábamos encerrados, encarcelados, para ser libres. La Ley por medio de preceptos debía mantener viva la conciencia del pecado, de tal manera que los hombres esperaban con ansia la llegada de la fe que iba a darles libertad. Así, fue la Ley la que guardó a los hombres para el cumplimiento y revelación de la fe. Sabemos que ésta se realizó, se materializó, en Cristo, por eso, ya venido no se necesita más esa función guardiana de la Ley y el motivo de su implantación finalizó, su deber terminó. Ahora ya somos libres en la fe, en Cristo, es decir, los que creemos en Él. Para el resto de los humanos, el nudo Gordiano de la Ley aún está por deshacerse.

  Gál. 3:24. De manera que la Ley ha sido nuestro tutor, “ayo”, en gr. “pedagogo”, era el esclavo que se encargaba del cuidado y de la crianza de los niños. Literalmente significa: Conductor de un niño. Éste no sólo lo conducía a la escuela, sino que velaba por su conducta y seguridad físicas. Para llevarnos a Cristo, es este el propósito preparatorio y disciplinario de la Ley. Con todos sus preceptos y regulaciones ceremoniales, sacrifícales y formales, la ley no tuvo otro fin sino el de conducirnos a la santa encarnación y personificación de la fe: Cristo. En efecto, todas las prescripciones ceremoniales sirvieron como el esclavo y el guardián (ayo), pero, a la vez, eran tipos de Cristo que miraban y conducían hacia Él, para que seamos justificados por la fe. La justificación consiste en ser declarados justos, inocentes y libres de toda culpa. Lo que puede dispensarnos esta gracia es la fe, es decir, el propio Cristo, ver v 23. Él y sólo Él es la fuente de la justificación.

  Gál. 3:25. Es decir, venido Cristo, hemos quedado libres de guardar los preceptos y ceremonias de la ley.

  Gál. 3:26. Así que todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Esta es la clave. La misión del ayo ha acabado porque ha venido el Padre. El que cree en Cristo y se entrega a Él, sea judío o gentil, sea de la razón social que sea, como su Señor y Salvador, no sólo es justificado, sino que es constituido en hijo verdadero de Dios, un hijo que goza de la plenitud de sus derechos filiales completos.

 

  Conclusión:

  Esta es la verdadera Interpretación De La Venida De Cristo. Este es el espíritu de la Navidad. De manera que debemos pensar en estas fechas y aprovechar su fuerza para extender más y más el Reino de los Cielos en la tierra. Que no sea otra Navidad más, sino que sea la verdadera Navidad para nuestros conocidos y aun para los amigos porque hayan encontrado el conocimiento de la verdad a través de nuestro testimonio.

  Amén.