NAVIDAD CONSCIENTE

 

Gál. 4:4-9

 

  Introducción:

  Sin duda, por una u otra razón, todos los pueblos, todos los hombres de la tierra, hablan de la Navidad en estas fechas. Unos para justificar paces fortuitas, treguas exiguas, altos de fuego algo ficticios que no llevan a ninguna parte como no sea un descanso, un alto en el camino, que les ayude a rearmarse mejor y reponer municiones gastadas. Otros la usan como pretexto para cometer mil y un excesos pagaderos al portador del dios de la Gula. Aun otros, justifican en su nombre, libaciones de todo tipo por pagar un tributo al cruel y engañoso dios Baco. Éstos, se aprovechan de estas fechas para hacer su agosto comercial, aquellos, dando o regalando lazos y botellas, tratan de comprar favores de todo tipo. Aquellos otros de más allá, la usan de pretexto para pasar la noche de juerga, precursora de aquella otra noche de fin de año que se adivina ya, y los de más allá, al erigir el pesebre, e incluso el árbol por no tener claro el concepto, equivocan la fina adoración de forma lamentable. Aún hay otros más que confían conseguir regalos y parabienes extraordinarios que de no venir del exterior, compran desnivelando su balanza económica para los futuros meses y aun otros que, simplemente, gustan de la Navidad por considerarla vacaciones de invierno.

  Desde luego, todo lo antedicho y cientos de cosas más que no sacamos a colación por no aburriros, es la Navidad inconsciente, que nada tiene que ver con la entrada histórica de Jesús en la humanidad en un día indeterminado allá por el año menos tres o en el año cero. La Navidad cristiana es consciente, real, tangible, no fruto de un día, el Dios es con nosotros es un axioma noble, indestructible, es un vivir minuto a minuto intensamente con el espíritu que la anima que, no es otro que el propio Jesucristo, el cual al cumplir la Ley, nos ha hecho bien libres por fe e hijos adoptivos de la Promesa de los Siglos. Y es consciente por la razón que la envuelve, por el derecho que la existe por la normal humillación que prevé, por la salvación que encierra, por la fija sublimación que regenta y por la negación que apunta.

 

  1er Punto: El advenimiento.

  Gál. 4:4. Esta “plenitud o cumplimiento del tiempo” son por cierto importantes para observar, para señalar el momento justo, la época ideal escogida por la sabiduría de Dios para enviar a su Hijo. Ni un día antes ni un día después. En el minuto justo con la idea de la fruta madura que cae del árbol cuando corresponde a su tiempo. Dios no podía enviar a su Hijo más que después de una larga preparación del pueblo judío y de todas las naciones paganas. Ésta tubo lugar para el primero a través de la ley, las promesas, las revelaciones divinas y por todas las instituciones mosaicas, para los segundos por el desarrollo de la civilización, por los esfuerzos impotentes de la filosofía, las dispensaciones de Dios y las experiencias de los pueblos convencidos, por fin, de que no podían llegar por sí mismos ni a conocer a Dios ni a libertarse de la esclavitud que representa el pecado. Así, en todos los sentidos, los tiempos estaban cumplidos cuando Cristo apareció. Y si indicar el momento justo de su aparición ha sido y es importante, lo que le sigue no se queda atrás: El Hijo de Dios, nacido de mujer, término que indica su perfecta humanidad que señala Job 14:1, cuando dice: El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de sinsabores, ha debido ser semejante a sus hermanos en todas las cosas. Tanto es así que hasta debió nacer y vivir bajo la ley, llevar su yugo, cumplirla a la perfección, dominarla, demostrar que era factible acatar todos y cada uno de sus preceptos, por cuyo clímax, por obedecer a su Padre, llegó al último acto de su vida, la muerte en Cruz sobre el Calvario.

  ¿Todo esto para qué? ¿Por qué ese abandonar la seguridad de la Gloria y ese autolimitarse con el caparazón de la carne?

 

  2do Punto: La razón del advenimiento.

  Gál. 4:5. Así que todo este movimiento fue realizado a fin de redimir a los que habían violado la Ley, esa ley que él venía a cumplir como bien indica Pablo en Gál. 3:13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito el que es colgado en un madero). Pero aún hay más. El Plan de Dios no prevé sólo ese “redimir” a los que, por el peso de la ley, les es imposible hacerlo con sus propias fuerzas, sino que también va a elevarlos a esa condición gloriosa de hijos de Dios, caracterizada aquí por ese término de “adopción” que hemos indicado y que Rom. 8:15 amplía bien. La verdad es que desde ese momento, judíos y paganos gozan, por la fe de una doble libertad: como mayores de edad no están bajo la tutela de los llamados elementos del mundo, y adoran a Dios, su Padre es espíritu y en verdad. La Ley ya no se levanta ante ellos con sus amenazas y sus condenas, sino que revestidos de la justicia de Cristo, hechos agradables a Dios en su Hijo amado, reciben la fuerza necesaria para cumplir la ley con filial y grata obediencia, con lo cual encuentran la felicidad en lugar de la esclavitud. Esta nueva idea de fuerza, este nuevo escalón, está en el desarrollo que Pablo hace en el siguiente v:

  Gál. 4:6. Este espíritu de adopción al que antes aludíamos es un don gratuito de Dios. Es, además, el espíritu de Dios y de su Cristo, como ya indica Rom. 8:9, en quien Dios adopta por hijos suyos a los que le dan su corazón. Pero no acaba aquí la cosa ya que al derramar este espíritu sobre sus redimidos, los pone ante Él en una relación semejante a la de Jesús, hermano mayor, y les comunica los privilegios del propio Cristo. Es en este Espíritu, por este Espíritu, cuando podemos clamar: Papaíto, padre. Es en este Espíritu que nos inspira confianza, el coraje necesario, el amor indispensable para invocar a Dios bajo los dulces nombres que el propio Jesús le daba en sus momentos de mayor angustia. Por estas razones, teniendo en mente estos principios, puedo decir con Pablo:

  Gál. 4:7. Así que ya no eres más esclavo, sino hijo, y si hijo, también eres heredero por medio de Dios. Así, debemos pensar ante todo, en la acepción de la frase que determina el v 2 de este mismo cap, tocante a la voluntad de un padre para decidir la mayoría de edad de su hijo y adjudicarle la propiedad de todos sus bienes. Por otra parte, no debemos olvidar que estas palabras van dirigidas a los que, como los gálatas, hemos nacido fuera del pueblo de la Promesa, en el seno de los gentiles y, ¿por qué no? en el meollo del paganismo. Y hay tanta fuerza en el reproche que nos va a hacer el Apóstol por querer volver a ponernos el yugo de servidumbre, por querer una Navidad inconsciente, que se dirige a sus lectores, a nosotros también, uno por uno, usando de improviso este pronombre en singular: ¡Ya no eres esclavo ni siervo!

 

  3er Punto: Consecuencias del advenimiento.

  Gál. 4:8, 9. Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido al Señor, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. En otras palabras, no son verdaderos dioses. En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, aquí el apóstol se corrige, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, lo que implica de su parte amor, aquella libre adopción de la que antes hablábamos, la predestinación y la redención. Ahora bien: El pensamiento de esta libre gracia de Dios, sólo por la cual el hombre le ha conocido, debe humillarnos más y más llenos de gratitud y ser un parapeto que nos impida volver a guardar la Navidad inconsciente, o lo que es lo mismo que nos evite el ser arrastrados de nuevo hacia el dominio del yugo de los débiles y pobres elementos del mundo. Éstas y no otras son las terribles consecuencias de una mala interpretación del advenimiento. Así, visto lo que abandonamos, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? Sin comentarios, máximo cuando se adjetiva débiles y pobres opuestos a la fuerza y a la riqueza del Espíritu que nos hace clamar Papaíto, Padre.

 

  Conclusión:

  Pensemos que a los ojos de Dios como casas en derribo, que al hacer los cimientos que permitan levantar una nueva, se ven en las paredes laterales de las que quedan aún en pie limitando el solar, los diversos colores y baldosas que denuncian el uso a que se dedicaban aquellas habitaciones. Así vemos restos de ladrillos quizá de una antigua terraza, blancas baldosas, lavabos desnudos sin tapujos, paredes azules, rosas o blancas que pertenecían a otros tantos comedores, recibidores o dormitorios. Pero sabemos que el constructor no se inmuta sino que blanquea o reboza con cemento creando nuevas paredes, nuevas habitaciones, nuevos destinos. Sería absurdo que las anteriores quisieran resaltar sus vicios y derechos.

  Nuestra Navidad debe ser consciente, real, olvidando al viejo hombre que éramos mucho antes y dejando que el recién nacido constructor nos moldee a su gusto como Dios y su Espíritu le dan a entender. Claro, debe encontrar en todos nosotros terreno abonado, maleable y adecuado pues no podemos olvidar que el primer canto de los ángeles que anunciaban la Navidad limitaban la bendición a los hombres de buena voluntad.

  Hoy tenemos la oportunidad de hacer examen de conciencia, blanquear las habitaciones que aún tengan retazos de antiguos pecados y celebrar esa Navidad consciente que hemos apuntado. ¡Cuidado! No penséis que podéis dejarlo para mañana porque esto es engañoso, engaño que denunció Lope de Vega de forma admirable en su famoso soneto: ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras, / qué interés se te sigue, Jesús mío, / que a mi puerta cubierto de rocío / pasas las noches del invierno oscuras? / ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, / pues no te abrí! / ¡Qué extraño desvarío, / si de mi ingratitud el hielo frío / secó las llagas de tus plantas puras! / ¡Cuántas veces el ángel me decía: / Alma, asómate agora a la ventana, / verás con cuanto amor porfía! / Y ¡cuántas, hermosura soberana, / “Mañana te abriremos”, respondía, / para lo mismo responder mañana!

  Entretanto tomáis esa decisión, ayudamos por ese enorme y claro conocimiento de Dios,  que os permitirá enterrar viejos conceptos, permitirme que os desee una feliz Navidad consciente y que Dios nos bendiga.

  Nota: Varios niños, repartidos estratégicamente, por el templo, se levantarán diciendo en alemán: ¡Froehliche Weinachten!, en chino: ¡Kung Chu Sheng Tan!, en danés: ¡Glaedelig Jul!, en francés: ¡Joyeux Noel!, en griego: ¡Kala Chistougenna!, en el idioma de Hawai: ¡Meli Kalikama!, en holandés: ¡Genogelyke Kerstud!, en inglés, ¡Merry Chistmas!, en italiano, ¡Buon Natale!, en portugués: ¡Feliz Natal!, en sueco: ¡God Jul! y en catalán: ¡Bon Nadal!