HABLANDO EN SU NOMBRE

Hech. 2:4-4:3; 8:26-40; Juan 9:1-38

 

  Introducción:

  En los días anteriores hemos estado hablando de la profunda condición pecaminosa del hombre, también de la condición reconciliadora de Dios y, por último, de la grata experiencia personal en esa reconciliación.

  Es hora, pues, de aplicar estos conocimientos. Es hora de ir y surcar el espacio sideral si hablásemos del tema de un cohete cualquiera y pensásemos que las tres lecciones anteriores son otras tantas partes de la cuenta atrás que precede a su disparo. Hoy vamos a ver cómo podemos hablar en su Nombre con las mínimas probabilidades de éxito. En primer lugar nos conviene que sepamos cuáles son las armas: (1) La oración. Indispensable coraza. (2) El E. Santo, capaz de prepararnos la estrategia a seguir, y (3), la Biblia. Y en particular el Nuevo Testamento.

  Esta extraordinaria parte de las Escrituras nos ayuda en varias maneras a comprender y hablar acerca de la Salvación que el Señor nos ha dado en Cristo. Pero aún hay más, el NT nos da ejemplos de aquellos que, habiendo gustado o experimentado el perdón y hasta la reconciliación, dieron marcado testimonio a otros de lo que Dios había hecho en su Hijo y con ellos mismos. Caso curioso. De los ejemplos que hoy vamos a estudiar, uno solo era predicador: Simón Pedro. El segundo caso, Felipe, era un diácono y el tercero si siquiera sabemos su nombre; sólo se habla de él como que era un hombre ciego de nacimiento.

 

  1er. Punto: Testificando en su poder, Hech. 2:4-4:3.

  A Pedro y a Juan que figuraban como dirigentes de la Iglesia no podemos estudiarlos fuera de ella, pues lo que hicieron como individuos era ni más ni menos una simple extensión de la Comunidad cristiana.

  Hech. 3:12-16. El sermón de Pedro, como una tercera parte del mismo. Al repasar estos vs. vemos enseguida las tres grandes notas dominantes en la predicación de la Iglesia primitiva: (1) La Cruz estaba entre los más grandes delitos o crímenes cometidos por los seres humanos (vs. 13, 14). (2) La resurrección de Cristo de entre los muertos era la vindicación de Cristo por Dios, v. 15, y (3), El cojo fue curado por el poder del Señor resucitado, v. 16. Pedro y Juan y los discípulos sólo se consideraban canales a través de los cuales Jesús pudo hacer su obra en el mundo. Aquí se señala una gran lección que debemos aprender los cristianos modernos: ¡La obra de Dios debe ser hecha por el poder de Dios y no por el del hombre! Cuando los hombres confían en algún trazo humano como sustituto del Señor, el fracaso es seguro. Así que hemos de convencernos a nosotros mismos de que en la santa resurrección de Jesucristo hay un poder ilimitado. Pablo en su carta a los Efe pone el dedo en la llaga del poder cristiano al afirmar: Según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos, Hech. 1:19, 20.

  Hech. 3:17-26. Es el resumen del sermón de Pedro. Aquí vemos varias ideas principales: (1) Denuncia del juicio particular del hombre saturado con una gran pincelada de misericordia, vs. 17, 18. (2) Una hermosa invitación al arrepentimiento como la única puerta válida para conseguir la entrada en las alturas, v. 19. (3) La insistencia de que Cristo cumplió la profecía, vs. 20-24, y (4), y una sugerencia del privilegio y responsabilidad de los judíos, vs. 25, 26.

  Por otra parte, el sermón dramatiza dos importantes puntos en el evangelismo: (1) Que Cristo es el único capaz de perdonar pecados a través de su ignominiosa muerte y su resurrección. La Iglesia es importante, pero está creada única y exclusivamente para elevar y señalar a Cristo Jesús. La experiencia personal es poderosa, pero es necesaria para ensalzar al Hijo de Dios y no al hombre. La Biblia es inspirada, pero se centra en la persona del Salvador, Juan 5:39, y (2), el testimonio fiel nunca opera por su propio poder. Así que aquí no tiene ningún valor la inteligencia, la personalidad o la habilidad personal, la oración reverente es más importante que cien discursos aprendidos de memoria. Un corazón compasivo es más importante que la audacia que se tenga en un debate. Y la sola presencia del Espíritu Santo puede convertir. Así, resumiendo, el hombre, aun en este campo tan específico, debe depender del poder de Dios.

  El evento registrado en Hech. 3:1-11, formó la congregación que escuchó el sermón. Repasemos con brevedad lo que pudo haber sucedido: (1) Pedro y Juan iban a orar al templo a las tres de la tarde. (2) Por aquella puerta pasaba un gran número de gente. (3) Un cojo que estaba allí sentado les pidió limosna. (4) No teniendo dinero alguno, Pedro sanó a este hombre. (5) Inmediatamente, éste, comenzó a saltar y a alabar a Dios, y (6), muchos le vieron y reconocían que él era el que siendo cojo de nacimiento se sentaba en la puerta. Resumen: El grupo formado para oír a Pedro estaba compuesto por gentes que habían sufrido una conmoción por aquel hecho insólito. Así que no nos es difícil adivinar que sus oídos estaban prestos a oír el evangelio porque antes habían visto la señal. Este es el secreto del éxito de los apóstoles. No tenían recursos materiales, pero eran ricos en los bienes espirituales. La Iglesia moderna puede tener terrenos y edificios, puede levantar escuelas y hospitales, puede promover grandes campañas y programas especiales, pero esto se reduce a que todo sea hecho en el hombre y el poder de Jesús.

  Hech. 4:1-3. Esto es lo que sucedió al final del sermón. Como resultado de sanar a aquel pobre hombre y dar un testimonio fiel a Jesucristo, Pedro y Juan, fueron asidos y arrestados y metidos en la mazmorra. Desde entonces y hasta ahora no ha habido un solo día en que el dar buen testimonio no haya sido costoso. Es lo menos que podemos hacer. El hecho de que el cristiano actual no es eminentemente evangelista no se debe a que tenga miedo a la violencia física. Al contrario, muchos cristianos cuando se enfrentan a esas situaciones dicen como los primeros discípulos: Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres. Pero la presión más sutil es a veces más efectiva. La burla puede ser más dura que la cárcel y la indiferencia puede ser más firme, fatal y devastadora que la hostilidad. Pero debemos saber que el mismo poder del Señor resucitado que mantuvo a los discípulos, puede vencer la indiferencia y la frivolidad de las personas llamadas a ser nuestros oyentes. Y cuando la escena del testimonio es transferida de la puerta del templo a la oficina, al taller o a la calle, el mismo poder curativo está en nuestra mano. No importa cuales sean los hechos o las circunstancias, un buen cristiano no necesita depender de su propio poder para llevar a otros a Cristo, sólo debe dejarse llevar en brazos del Espíritu Santo.

 

  2do. Punto: Testificando por medio de las Escrituras, Hech. 8:26-40.

  Nuestro segundo ejemplo es diferente al primero en casi todos los aspectos: (1) El testigo es un laico en lugar de un predicador. (2) Estaba en un camino en lugar de la puerta del templo, y (3), estaba solo y ninguna multitud se reunió. Pero había un hombre buscando a Cristo y Felipe buscó y aprovechó la oportunidad. Era un etíope, extranjero, y además tesorero de la reina de su país y tenía problemas espirituales. La prueba de que estaba buscando el Camino de Jesús la encontramos en el hecho de que cuando fue abordado por el evangelista, estaba leyendo a Isaías 53. Como hemos apuntado antes, Felipe no dejó pasar la ocasión y fue sensible al aviso directo del Espíritu Santo. Otro, en su lugar, hubiera pensado: Un hombre tan importante sin duda no querrá oírme. Pero a él, como le iba la vida en juego, ni siquiera dudó: Sabía que el Señor prepara los corazones más duros con anterioridad, y en el peor de los casos, nuestra misión es sembrar dejándole a Él la ocasión de recoger el fruto a su debido tiempo.

  Psicológicamente, Felipe comenzó su sana exposición con una pregunta enfocada al mismo punto en donde se había encallado el etíope. Luego procedió a demostrarle que Jesús era el único y exacto cumplidor de la profecía que estaba leyendo. Si nosotros lo hiciésemos en Isa. 53:4-9, veríamos lo fácil que le resultó al evangelista demostrar tal cosa. A veces, nosotros, en nuestros continuos contactos buscamos hechos o palabras ininteligibles para nuestros oyentes cuando la sencillez puede ser casi siempre el mejor camino en el que convergen sus ansias exploratorias y nuestro evangelio.

  Felipe basó su alegato en las Escrituras del AT por dos razones: (1) Porque era lo que estaba leyendo el eunuco etíope en aquel momento, y (2), porque sencillamente, era el único libro sagrado a que podían echar mano. Nosotros tenemos, no sólo las mismas Escrituras, sino que a éstas se les ha añadido el NT, prueba y compendio del Nuevo Pacto, con sus mil y un casos de veraz cumplimiento de profecías y ejemplos de los hombres que, como todos nosotros, habían sido pecadores antes de dar testimonio personal del poder de Jesucristo. Y es que no debemos olvidar que el cristiano no sólo es testigo de su Padre en Cristo, sino que lo es a la vez de sí mismo, puesto que como Josué, un día nos escogimos al Dios a quien poder servir. Así, es elemental para el creyente el hecho de aprender a manejar con soltura la Palabra de Dios, puesto que es un medio importante a través del cual, puede dar cumplido testimonio.

  Veamos ahora un sencillo plan que nos ayudará sin duda a conocer mejor la Biblia, nuestra espada. Y precisamente debido a su sencillez es muy accesible a cada cristiano: (1) Hágase un lector de la Biblia. Para dar más énfasis a los vs. citados en el momento de testificar, el cristiano necesita saber el lugar donde se encuentran. La mejor manera de hacer esto es leyendo el NT en un corto espacio de tiempo. Si cada día leyésemos tres cap, lo terminaríamos en tres meses. Además, estos tres caps. diarios no nos quitarían más que quince minutos de nuestro tiempo. Esto puede ser un reto o una disciplina para esta clase de ED. (2) Hágase un estudiante serio de la Biblia. El adulto en general tiene la idea de que puede entenderla sin estudiarla, pero se equivoca. La Palabra es como un terreno de cien áreas y sus riquezas no son para aquellos que se sientan a la sombra del primer árbol que encuentran y se ponen a discutir, sino para aquellos otros que van a ese campo a sudar arando surcos lo más profundos posibles. (3) Y aprenda a usar bien, por lo menos, algunos párrafos de la Biblia. Una persona debe saber por lo menos tres cosas respecto al pasaje que escogió para su estudio: (a) Dónde se encuentra. Qué libro, cap. y v. (b) Aprender que es lo que exactamente dice el párrafo. Es muy buena la práctica de aprenderse de memoria varios vs. para el momento en que no tengamos la Palabra de Dios a mano. (c) Por último, debe saber la enseñanza central del v o vs. y traducirla con sus propias palabras o cuando menos, a palabras que el interlocutor puede entender. Ejemplo: No hay justo ni uno, es decir, ni tú, ni yo, ni nadie conocido, puede aparecer delante de Dios como justo a causa de las cosas que hemos hecho, hacemos o haremos. Otro: Dios es amor, que Dios te ama a ti y a mí, tanto que envió a su propio Hijo para salvarnos.

  Pero en la Biblia hay vs. que destacan por encima de otros por su mensaje evangelístico. Veamos primero tres del libro de Juan: (1) 3:3. Este v nos habla de la necesidad espiritual del hombre. Sí, todo hombre necesita un segundo nacimiento; además, un nacimiento exterior a su naturaleza, que le venga de arriba. En otras palabras, que en el hombre hay algo tan equivocado que no verá el cielo a menos que no pase por un nuevo nacimiento. (2) 3:16. Muchos estudiosos no dudan al decir que si toda la Biblia pudiera reducirse a un solo v, sería precisamente éste. Dios envió a su Cristo a morir en el madero por nuestros pecados porque amaba al hombre. El hecho de creer tiene que ver tanto con la mente que con el corazón. Por eso el hombre no ha de creer sólo en Jesucristo, debe confesarlo como su Señor y entregarle la vida. (3) 3:36. Aquí hay un contraste entre los que creen en Cristo y los que no lo han hecho. Unos tendrán vida, los otros no. La frase la ira de Dios no implica que el Señor no ame a estas personas, quiere decir que ellos no responden al don del amor de Dios, permanecen bajo el manto de sus propios pecados y, por lo tanto, bajo cierta condenación.

  Veamos ahora cuatro vs. de Rom.: (1) 3:23. Mientras que Dios se ha revelado en la Creación, en la conciencia y en la ley, todos los hombres sin excepción, han ido por su camino. (2) 6:23. Esto es la muerte espiritual. Nuestra relación con Dios ha sido cortada por nuestro pecado del mismo modo que la enfermera cortó el cordón umbilical que nos unía a nuestra madre. (3) 5:8. Este es Juan 3:16 del libro de Romanos. Aun cuando el hombre peque contra Dios, aún sigue siendo objeto de su amor. (4) 10:9, 10. Probablemente estas eras las primeras palabras que decían los convertidos cuando se bautizaban, porque este pasaje dice: Lo que debe creerse, lo que la confesión de nuestra vida debe ser, y lo que Dios da al hombre.

  Resumiendo, debemos pensar que al usar cualquier texto o pasajes bíblicos es importante recordar que no salen de un libro mágico. Es la Escritura escuchada y comprendida la que tiene sentido para la vida.

 

  3er. Punto: Testificando por la experiencia, Juan 9:1-38.

  Este tercer ejemplo que vamos a considerar es distinto a los otros. Nuestro primer testigo, Pedro, fue uno de los apóstoles. El segundo, como hemos visto, fue uno de los diáconos, Felipe. Y este tercero, ni siquiera era miembro de la iglesia. Pero dio un testimonio de Cristo inmediatamente después de haber sanado. Con la fuerza del primer amor dijo lo que Jesús le había hecho. No tenía una preparación o una experiencia que lo respaldara, pero conocía a Cristo y sabía lo que había hecho con él.

  Los vs. 1 al 5, registran una pregunta teológica de los buenos discípulos y la respuesta práctica de Jesús. Los vs. 6 y 7, nos hablan de la instrucción simple y de la obediencia que le guiaron a la sanidad. Los vs. 9, 11, 12, 15, 25, son otras tantas respuestas del sanado y de su testimonio. Sin duda el clímax aparece en el v 25. Los fariseos invitan al hombre a que diera gloria a Dios, v. 24, lo que equivalía a renunciar a Jesús. Usaron el argumento de su teórico conocimiento para convencerlo: Nosotros sabemos que este hombre es un pecador. Pero nuestro testigo, a pesar de que culturalmente no podía refutar la teoría de los técnicos padres de la Sinagoga, sostuvo el argumento que tan bien conocía por su experiencia: Una cosa sé, que habiendo sido ciego ahora veo, v 25. Es curioso notar el proceso del hombre en cuando al real conocimiento de Jesús. En el v. 11, dice: Aquel hombre que se llama Jesús. En el 17, profeta. En el 31: Temeroso de Dios, pero en el 38, le llama ya sin tapujos Señor y le adora. Este hecho, estos ejemplos, son como un bálsamo para nosotros. Algunos de los testimonios más efectivos de la Iglesia nos son dados por miles de personas ordinarias que han aprendido a compartir con otros lo que Jesucristo hizo con ellas. Muchos de nosotros quisiéramos ser un testimonio tan relevante como el de Pablo, pero debemos saber que por cada Saulo recién convertido en el camino que va a Damasco, hay miles de hombres como Timoteo que han conocido a Cristo por padres fieles y miles como Andrés sencillos, pero con una experiencia maravillosa y con un saber estar oportuno y hermoso.

  El buen testimonio personal es muy positivo, lo cual hace más terrible el hecho de que el nuestro esté enmohecido por la inactividad. Puede que un hombre no entienda toda la Biblia ni sepa qué contestar algunas preguntas, ni sepa evaluar las razones o experiencias sagradas de los demás, pero en su propia vida es él el que tiene toda la autoridad. Notemos que todo el amplio conocimiento combinado de los fariseos cayó al suelo al conjuro de la sencilla voz, de las palabras del antiguo y pobre ciego: Una cosa sé…

  Además, el testimonio es tan personal como pudieran serlo las huellas digitales; aunque tenemos algunas guías que nos pueden hacer que lo que se comparta sea de más ayuda: (1) Es bastante importante mantener los detalles humanos en todo tipo de testimonio. Muchas veces queremos ser tan técnicos que los no creyentes creen que somos seres nacidos en otro planeta. (2) Debemos usar un lenguaje que pueda entender la otra persona. A veces, usamos de un léxico bíblico que lo otros no conocen. P ej., es difícil que sepan lo que decimos cuando empezamos las frases así: Cuando yo me di cuenta de que caminaba perdido… Es mejor argumentar en otro sentido, señalando nuestra baja condición pecaminosa y la de los que nos rodean y presentarnos bajo la comprensión del prisma de Dios. (3) No debemos limitar nuestro testimonio al inicio de la vida espiritual, porque todo lo que ahora nos ocurra puede ser usado en un buen testimonio. El hecho de que Dios contesta nuestras oraciones, el cómo y el cuánto nos ayuda, etc.

  Sin embargo, lo más importante es creer que lo que Dios ha hecho con nosotros puede ser bueno para los demás. Si los perdidos de nuestra tierra han de oír las buenas nuevas del amor del Señor y su perdón, han de haber muchos cambios en el evangelismo de nuestras iglesias. La Iglesia debe reflejar la nota buscadora de su Señor y empezar a buscar. La Iglesia debe hacer suya la santa compasión del Padre y preocuparse más de las personas cercanas a su influencia. La Iglesia debe mirar cada muro que separa a los hombres de Cristo y debe en su Nombre, gritar para que estos se retiren o derriben.

  Y aunque, por lo general, en la Iglesia hay gente lista, se necesita gente más poderosa. Se necesitan hombres de oración y de fe que tengan el poder del Cristo crucificado y resucitado para cambiar las situaciones destrozadas de la vida en la forma en que el propio Pedro lo hizo. Se necesita miembros bíblicos. No que tengan las Biblias en sus viviendas, sino que las estudien y además, miembros cuyas vidas se transformen de forma clara, firme y continua gracias a esa misma lectura. Y, por último, la comunidad necesita más gente que desee hacerse sensible y que se abra para compartir con otros lo que Dios está haciendo en su propia vida cada día.

 

  Conclusión:

  Entonces, y sólo entonces, la condición de los hombres y del mundo, no los frustrará. El mundo sabrá que el Dios de la Creación está creando un nuevo orden de cosas y seres a través de Cristo. Y, como consecuencia natural, estarán listos para oír y algunos para responder al testimonio de aquellos que hablan en su nombre.

  Y ahora, en fin, ¡salgamos a la mies!