EL MUNDO PERTENECE A DIOS

Gén. 1:1, 26, 31; Sal. 24:1, 2; 104:24-30

 

  Introducción:

  Cierta vez un minero se estaba quejando de lo dura que le resultaba la vida, pero su interlocutor le dijo: ¿No es maravilloso que Dios nos haya dejado enterrado este filón de carbón para que podamos calentarnos y darle mil usos? Cierto, contestó el primero, pero me habría gustado que lo hubiese puesto un poco más cerca del suelo. ¿No será este el espíritu de algunos de los cristianos? Algunos quisieran que la vida, después de haberse salvado, fuera menos difícil. Sin duda iban a vivir más contentos si el grito de ¡toma tu cruz y sígueme!, no se hubiese exclamado nunca. Éstos puede que no sean del infierno, pero sí del mundo.

  Hoy abrimos una nueva Unidad de Estudio titulada: “Nuestra Condición Humana”. Y nuestra primera lección es: ¡El mundo pertenece al Señor! Sí, la creación es una obra exclusiva del Hacedor. Y es una obra que los que poseemos una mente finita no hemos podido llegar a entender del todo; pero, eso sí, nos revela todas las cosas invisibles del Señor, Rom. 1:20. Así que ahora vemos al Señor no sólo en su revelación directa, sino a través de todas sus obras: ¡Dios es dueño absoluto y soberano de la vasta Creación! En cuanto a la conexión de los evidentes descubrimientos físicos y arqueológicos con la narración bíblica podemos decir que hay varios medios que la armonizan, dejando sentado primero que los seis días de los cuales se habla en Gén. 1, describen otras tantas épocas más o menos representativas y una lenta formación verificada en la superficie de la tierra. Sí, lo dicho no forma parte de ninguna herejía porque para Dios, los días, épocas o milenios no tienen importancia, Sal. 90:4.

  Segundo, las largas épocas indicadas en la estructura geológica del globo tuvieron lugar antes del inicio de la narración bíblica, o más bien, entre el intervalo que media entre el v. 1 y el 2 del cap. 1º de Gén. Tercero y último, Dios redujo la obra de aquellas épocas ignoradas a seis días cortos y creó el mundo como lo hizo con Adán, en un estado de plena madurez.

  Según el primero de estos modos de interpretación, la última teoría de la creación puede formularse como sigue: En el v uno se indica la creación original de la materia en una forma gaseosa difundida universalmente y definida ya como una cosa sin forma y vacía. En el primer día fue formada la luz por una reunión química de las partículas gaseosas. En el segundo, fue hecho el firmamento y el gas se condensó en las incontables esferas de materia nebulosa, base y fundamento de la tierra. En el tercero, llegó la condensación de esa materia nebulosa destinada a la tierra, que fue transformándose en una masa mineral líquida que, al enfriarse de forma gradual por la superficie, dio ocasión a la separación del agua de la tierra y el comienzo de la vegetación. En el cuarto día, siguió la organización del sistema solar con el día, la noche, las estaciones, el clima, etc. En el quinto, vino la creación de las órdenes inferiores de vida animal, de los reptiles y aves. Y en el sexto, fueron creados los animales superiores y como clímax, el hombre.

  Naturalmente, estamos de acuerdo en que estos días geológicos han sido épocas de considerable duración, siendo cada una más larga que la que la seguía de forma natural. Pero estamos en contra de todo aquello que huela a la teoría de la evolución. Dios dejó hacer a la creación en cualquier época, ¡pero Él creó! Así es científicamente imposible que si decimos que la Tierra salió del sol, pueda por sí sola engendrar vida ni aun por la misma casualidad. Dios bien pudo dejar que el agua se evaporase por el calor y que se condensase en lluvia después, pero todo esto no es suficiente, con ser mucho, para engendrar la vida. Sí, hizo falta su dedo: ¡Su Palabra! No hay evolución. La unidad de la raza humana tuvo origen de un solo golpe en Adán, Mal. 2:10; Hech. 17:26. Así que el hombre también es y pertenece a Dios por derecho de creación como cumbre del orden mundial. Pero es que además, el hecho de estar creados a su imagen, hace que todos los humanos le pertenezcan aún más y si cabe, nosotros lo somos todavía más por el hecho de la Redención.

  Podemos afirmar, pues, que el mundo pertenece a Dios.

 

  Desarrollo:

  Gén. 1:1. En el comienzo del tiempo, es cuando su noción sale por primera vez. Cuando se inicia la cuenta del primer segundo, aparece este vocablo tan vital para la vida de todos los hombres: ¡El tiempo! Antes de ese inicio no había nada, excepto, claro, el mismo Dios. Creó… La idea del verbo descrito aquí, nos indica creación de la nada, por cuanto no existía antes material alguno. Dios… en he procede de una raíz que significa poder, fortaleza, etc., concretamente de la palabra Elohim. Aquí a Dios, pues, se le llama el Fuerte o el Poderoso. Además, la idea, en el original, está escrita en plural, pero no para expresar pluralidad de dioses, sino para realzar la majestad y la grandeza de los atributos de Dios. Los cielos y la tierra, es decir, el mundo o el Universo. Como vemos en este primer v de la Biblia es una introducción general a la afirmación de toda ella: Cuánto existe en el universo tiene su origen y fin en Dios, Rom. 11:36.

  Gén. 1:26. Ese Dios fuerte y poderoso antes de dar el paso supremo de la creación, parece que hace una pausa, y exclama: Hagamos al hombre… Otro verbo en plural que muchos ven un diálogo entre personas de la Trinidad; pero parece ser mejor la idea de un lenguaje de Majestad, como lo es el nos de los reyes y papas. A nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Aquí hay dos términos que tienen el mismo significado. Y usados a la vez para dar más realce al asunto. Esta imagen y semejanza se refieren directamente a la propia naturaleza mental, moral y espiritual del hombre. Pero si hilamos más fino, diremos que estando hablando de poderes de ser, razonamiento e inteligencia, de libre voluntad y de clara conciencia propia y de su capacidad para hablar y comunicarse con Dios. No tiene nada que ver con el aspecto físico. ¿Por qué? Porque Dios no tiene cuerpo.Y que tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la misma. Así, aunque el humano no provee nada para los animales, sin embargo, por designio divino, tiene poder sobre ellos. El hombre, por la gracia de Dios, ha sido constituido en señor de la creación inferior.

  Gén. 1:31. Todo era bueno, perfecto y sin fallo alguno. Todo estaba ya listo, cada parte por separado estaba bien hecha y el conjunto estaba perfectamente terminado. Pero de todo aquello sobresale el hombre. Ahora bien, al decir que las cosas fueron creadas por y para Cristo, señalamos de paso que el único ser racional hecho a imagen de Dios, lo fue únicamente para darle culto y alabanza. Y fue la tarde y fue la mañana del sexto día. Aquí Dios acaba su obra dándonos una lección de trabajo y descanso medido. El domingo es el día adecuado para el reposo y adoración especial a Dios.

  Sal. 24:1. Aquí Dios aparece designado por otro nombre. Y significa: El que existe por sí solo. No, no ha tenido principio ni tendrá por consiguiente fin. Vive por su propia energía, es decir, por sí mismo. Y por contrapartida, el hombre sólo tiene potestad en términos totalmente temporales. Posee títulos de propiedad de terrenos, pero sólo son válidos entre los hombres. El mundo y los que en él habitan… Esto es una clara señal y referencia al globo habitable y por ende, al hombre. Sí, todo es de Dios. El hombre, por consiguiente, no es dueño de nada, ni de sí mismo. Su cuerpo, alma y todo el ser son propiedad real y absoluta del Señor. El es sólo administrador y mayordomo de algo, por eso nada puede llevarse cuando parte de este mundo.

  Sal. 24:2. Otra alusión evidente a su soberanía. La tierra es suya. Él la hizo y la habilitó para el uso del hombre. Como ya hemos dicho antes, en el principio el agua cubría la tierra, pero pronto se evaporó y apareció la tierra seca. Aquí no hace falta pensar que Dios la secase, sino que creó el principio natural de la evaporación y las contracciones internas del planeta azul que hicieron emerger las tierras altas y secas.

  Sal. 104:24. El hombre consciente le basta extender su mirada en cualquier dirección para descubrir no sólo maravillas, sino complejidad y cantidad. Pero nunca jamás llegará a dominar o a catalogar todas las maravillas del Universo. Cuando más avanza en el conocimiento de las cosas, otras van apareciendo como novedades. Se descubrió la telefonía y enseguida apareció la comunicación sin hilos. Se descubrió el cinema y apareció la televisión. Se descubrió como volar y apareció la reacción. Se descubrió la bomba atómica y apareció la de hidrógeno… Y así un largo y ancho etc., que no citamos para no cansar. A todas las hiciste con sabiduría, todo fue creado con tal precisión y orden que hasta las cosas más significantes cumplen las leyes naturales. Sí, todo tiene su razón de ser. Hasta los animales e insectos más pequeños o dañinos tienen su razón de ser en la creación, aunque sean tan solo para mantener el nivel perfecto de la ecología universal. Y todo ello se ajusta a la idea de que jamás pudo haber sido creada por casualidad, sino gracias a una mente infinitamente sabia e inteligente. Toda la tierra está llena de tus criaturas: Todo está a punto. La fuerza de la gravedad se contrarresta con la centrífuga. Las mareas y los climas no son más que beneficios para el hombre. Ahora sabemos que si la corteza terrestre tuviese tres metros más de espesor, no habría oxígeno en la atmósfera y sin él no sería posible la vida animal. Y también sabemos que de no existir la capa atmosférica que nos envuelve, cientos de miles de cuerpos espaciales eliminarían con rapidez la vida en la tierra y gracias a la misma defensa no nos quemamos por los rayos solares, puesto que esta corteza gaseosa los filtra e inclina. Gracias, pues, a este santo orden y precisión matemática existe vida sobre la tierra y, por lo tanto, ¡el hombre!

  Sal. 104:25. El Salmista separa de nuevo la tierra seca del mar y se detiene en la contemplación de este último, un lugar inmenso que a juicio de los sabios ecologistas, es el almacén alimenticio del futuro. Este es el mar grande y ancho, en el cual hay peces sin número, animales grandes y pequeños. Desde el plancton a las ballenas.

  Sal. 104:26. Sobre él navegan los navíos, clara alusión a los diferentes tipos de barcos que surcan los mares de una punta a otra. Sigue: Allí está el Leviatán que hiciste para que jugase en él. Se refiere a un monstruo marino o a una ballena, comp. Sal. 74:14; Job 3:8; 41:1.

  Sal. 104:27. Todas las familias vivientes, desde vegetales hasta el hombre, dependen de Dios para su sustento. Así, basándonos en el axioma de que la materia no se destruye, sino que se transforma, los vegetales viven para el sustento animal y las sustancias orgánicas que llegan a segregar éstos, dan sustento a la vida vegetal en un círculo armónico.

  Sal. 104:28. Tú les das, ellos recogen. La idea es que a causa de su situación, a cada ser viviente, el Creador pone el alimento cerca de la mano y ellos no tienen más que cogerlo. Sigue así: Abres tu mano, y se sacian bien. Claro, el Señor derrama sus bendiciones y posibilidades de existir aun en las situaciones más difíciles.

  Sal. 104:29. Escondes tu rostro, es decir, cuando Dios da la espalda todo va mal. Cuando el Señor retira su providencia, los hombres se desvanecen. La vida se hace imposible. Les quitas el aliento, y dejan de ser. Si Dios es el Dueño y la Fuente de la vida, puede muy bien quitar o dar la vida a cada momento. Y así vuelven al polvo. Todo es materia, todo vuelve al polvo. Los seres vivos que han nacido han de morir, pero el hombre tiene una ventaja. Tiene un alma inmortal. Un alma que dejada en manos del Señor, puede llegar a ser feliz toda la eternidad dando alabanza a Cristo Jesús.

  Sal. 104:30. Nada tiene lugar fuera del conocimiento divino. De forma especial la vida que aparece lo hace bajo la orden directa de su Creador. En su sabiduría va reponiendo generaciones que suplen a las que desaparecen. Gracias pues, a esta doble acción renovadora del Señor, la vida en la tierra actual está siempre joven y lozana. Si Dios no decide abandonar la tierra, no faltará nada sobre ella.

 

  Conclusión:

  Esta es nuestra condición humana: ¡Depender de forma total de Dios! Para el cristiano la lección es clara: Debe tratar por todos los medios de volver al origen primario de la comunicación con Él a pesar de las dificultades que entraña la vida actual y moderna. Hay que dar gracias al Señor por el pan de cada día. Hay que darle gracias también por el 2º Mandamiento.

  No desesperemos jamás: ¡Dios no tiene prisa! Cierto día en que alguien esperaba intranquilo un desenlace que le era importante, se paseaba nervioso por el pasillo de la clínica. –¿Qué te pasa?–, quiso saber un vecino. –Me pasa –dijo el impaciente– que yo tengo prisa y Dios no.

  El buen Padre esperó seis largas épocas… ¡pero al fin descansó complacido ante la clara visión de una Creación perfecta.