DIOS SE PREOCUPA POR LAS RELACIONES QUEBRANTADAS

 

Ose. 4:1-3, 6; 6:1-3; 7:4-7;11:8, 9

 

  Introducción:

  Si hubo algún profeta de los llamados mayores y menores que tuvieron que desarrollar su ministerio entre vejaciones físicas, morales y hasta sociales, éste fue sin duda Oseas. Cuarto profeta cronológicamente hablando, ejerció su cargo por cosa de sesenta años, 784-725 aC, desde el inicio del largo reinado de Azarías (correspondió a los últimos catorce años de Jeroboam II de Israel, 2 Rey. 14:23; 15:1), hasta alguna época del reinado del rey Ezequías de Judá. Por lo tanto fue contemporáneo de Isaías, Miqueas y tal vez de Joel y Amós.

  Aunque en el primer v señala a los reyes de Judá, lo hace para fijar el tiempo de su profecía, ya que él fue mayormente profeta del reino del Norte o Israel, aunque de paso amoneste, consuele, a Judá en alguna ocasión. La profunda verdad que se desprende del libro de Oseas es que a pesar del pecado, Dios nos ama a todos, siempre está dispuesto a perdonar y a restaurar a los que se arrepienten de verdad. Y para que quede bien convencido, el Señor le encarga que se haga esposo de una manera llamada Gomer a sabiendas de que padecerá los detritus de su manifiesta infidelidad. Aquí no hay sólo una llamada divina de ir a la mies, la aceptación del mensaje incluía la vejación social de ser un tullido bufón escarnio de los demás. Pero Oseas dijo: Heme aquí envíame a mí. A partir de ahora van a ser personajes de una gran obra teatral que encierra la verdad eterna: ¡Dios nos ama! Oseas tendrá el papel del propio Dios, su esposa será el pueblo de Israel. Su unigénito Jezreel simbolizará el último rey de la casa de Jehú, de Israel. Su hija Lo-rujama, uno de los papeles más dolorosos: Representa el hecho de que Dios nunca más tendrá misericordia de Israel y por fin, su benjamín, su hijo pequeño Lo-ammí, el mensaje de que ellos ya no serán su pueblo y Dios ya no será su Dios.

  Pero si el mensaje de Oseas y de Dios terminase aquí, el destino del pueblo y del mundo sería fatal. No obstante, dice el propio Ose. en 1:10, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar… Y hace que el profeta corra de nuevo a comprar a su esposa infiel a instancias de sus entrañas conmovidas por el amor. Este es el mensaje real de Oseas: (a) El pecado separa al hombre de Dios; (b) Dios desea que el hombre se arrepienta y lo invita a hacerlo; (c) Un arrepentimiento ceremonial, no sirve; (d) Dios siempre perdonará y aceptará como hijos suyos a todos aquellos que se arrepientan sinceramente, y (e) el hombre debe seguir el ejemplo de Dios y estar siempre listo a perdonar a otros a fin de restaurar las relaciones rotas o quebrantadas por seguir con el léxico indicado en el título de nuestra lección.

  ¿Quién es sabio para entender estas cosas y prudente para que las conozca? Sí, ciertamente los caminos de Jehovah son rectos y los justos andarán por ellos. Pero los rebeldes caerán y tropezarán en ellos, Ose. 14:9. La lección de hoy nos enseña la actitud de Dios en cuanto al pecado humano. Su justicia exige el juicio sobre el pecador, pero no encuentra satisfacción en que éste reciba lo que merece. Su corazón se conmueve con la compasión y su deseo es que el hombre vuelva a la senda de la que no debió de salir jamás.

 

  Desarrollo:

  Ose. 4:1. Estos vs. constituyen un resumen de la situación en el país de Israel durante la vida de Oseas. El profeta se consideraba un mensajero del Señor y anuncia al pueblo que Jehovah Dios desea entablar una controversia (un pleito) con él. La acusación propiamente dicha contiene dos partes. En este primer v habla del aspecto negativo: No hay verdad en la tierra, ni lealtad, ni conocimiento de Dios. La palabra verdad significa fidelidad o estabilidad en el sentido de honradez en el comercio y el trato de las personas. Al no haber nada de verdad entendemos que los hombres no cumplían, ni cumplen, con sus obligaciones. En cuanto a la palabra misericordia es una de las más importantes del AT y como sabemos, significa “amor real y leal” o “amor del pacto.” En otras palabras, es el amor que es fiel hasta la muerte no importando las circunstancias en las que se desenvuelva ni las adversidades que tenga que vencer. El conocimiento de Dios no es principalmente conocimiento intelectual aunque naturalmente lo incluya. Es el conocimiento que se adquiere por medio de la experiencia personal con la idea del hombre que conoce a su esposa con la acepción bíblica del v. conocer, Gén. 4:1. Además, uno no puede conocer todos y cada uno de los atributos de Dios, debe conocerlo principalmente como Señor y Salvador personal, ver: 2 Tim. 1:12.

  Ose. 4:2. Esta es la segunda parte de la acusación, el aspecto más positivo. Oseas describe todos los pecados de Israel. Es un catálogo terrible y demuestra lo que pasa en una sociedad sin verdad, sin misericordia y sin conocimiento de Dios. En este v concreto se acusa al pueblo de haber desobedecido cinco de los Diez Mandamientos.

  Ose. 4:3. Extraño v. Tenemos ya preocupación ecológica en el año 700 aC. La contaminación del ambiente era un hecho, pero es el resultado natural de tanta maldad. La naturaleza se viste de luto cuando el hombre la desequilibra y trastorna con todos sus pecados. Hoy día más que nunca se ha demostrado que toda la naturaleza sufre a causa de los pecados del hombre, los ríos se contaminan y los animales se exterminan sin piedad… Tenemos congresos provinciales, nacionales e internacionales que tratan de paliar los males ecológicos de la contaminación. Se buscan soluciones que tiendan a menguar el alto nivel de polución de fábricas y ciudades, de insecticidas y comestibles pasando por los detritus de la comida y los plásticos indestructibles, pero todo será en vano porque el hombre equivoca el problema. El desfase de la naturaleza no es externo al hombre, sino interno. El hombre no quiere reconocer que toda la creación sufre las consecuencias de los pecados del pueblo que no cumple su pacto con el Señor. Además en la frase la tierra está de duelo y todo habitante desfallece, aparte de constatar una realidad hay una amenaza clarísima. No sólo peligran animales del campo, las aves del cielo y los peces del mar, sino que quien está en peligro es el rey de la creación: El hombre mismo. En efecto, el hombre se está auto destruyendo paulatina pero inexorablemente. Cada día tenemos noticia de alimentos adulterados, de bebidas falsificadas y de plagas higiénicas como la de los piojos en las escuelas. Todo indica el mismo desequilibrio, el mismo fin: ¡La destrucción total!

  ¿Todo esto por qué?

  Ose. 4:6. Se está refiriendo sin duda a la clase de conocimiento descrito en el v. 1 que hemos comentado. La falta del mismo en cuanto a Dios tiene como resultado la destrucción de la propia personalidad, de la familia y de la nación. En aquel momento la anunciada hecatombe no se había producido aún, pero el profeta la vio tan clara, tan cierta, que la describió como un hecho vivo y consumado. Y la intuyó porque vio las señales características de la inminente destrucción, el pueblo había abandonado a Dios y se había ido en busca de otros dioses prostituyéndose y por ello provocando su ira. Oseas lo sabía, era el principio del fin.

  La segunda parte del v. trata del pecado de los sabios dirigentes espirituales del pueblo, de los sacerdotes. Tenían la obligación de enseñar la ley, de dar instrucciones religiosas al pueblo e indicarles la mejor orientación moral. Habían fracasado porque ellos mismos habían rechazado el conocimiento personal con el Señor y se transformaron únicamente en religiosos profesionales sin ningún contacto con Dios. Por otro lado, olvidaron la misma instrucción que debían impartir al pueblo y que era una de las causas fundamentales de su existencia como órgano rector de la religión. El porque te has olvidado de la ley de tu Dios abarca más que un simple olvido, como si algo se escapa de la memoria, es mucho más fuerte y grave. Significa que abandonaron la ley, que no la guardaron en sus propias vidas, que no la cumplían y que, por lo tanto, no tenían la fuerza moral de hacerla cumplir al pueblo, Isa. 49:14; Deut. 8:11.

  Hasta que punto el pueblo abandonó al único Dios se describe perfectamente en Ose. 2:13.

  El castigo de los sacerdotes era el mismo de siempre: Aquello que habían sembrado tendrían que cosecharlo. Habían dejado a Dios, lo habían rechazado y ellos mismos serían rechazados por el Señor. Pero aún hay más: Como abandonaron la ley y no pudieron instruir ni a sus propios hijos como cabría esperar, Dios los abandonaría también en el momento de la elección de nuevos sacerdotes, orgullo y objetivo principal de herencia de cualquier primogénito levita. Como siempre, pues, el castigo es sufrir las propias consecuencias del pecado.

  Pero, ¿se arrepintió de veras el pueblo a causa de la gráfica y clara profecía de Oseas? No. Al pecado del no arrepentimiento unieron el de la hipocresía.

  Ose. 6:1. ¡Venid y volvámonos a Jehovah! Para entender este v debemos leer el anterior, nos habla Dios: Voy a volverme a mi lugar, hasta que reconozcan su culpa y busquen mi rostro. Y en su angustia me buscarán con diligencia. En efecto. Así que el v1 es una cita textual del pueblo al darse cuenta de todos sus problemas. Pero por desgracia no tomaban a Jehovah en serio, y pensaban que por medio de cierta penitencia o de una ceremonia en un determinado templo podrían arreglarlo todo. Nada más lejos de la realidad. Dios escudriña los corazones y este v es la oración de un pueblo que parece sincero. No es que las palabras sean malas, es el espíritu con qué se dicen. No vale la pena ir a Dios, volverse a Dios, con los sacrificios que reporta, si no hay un arrepentimiento genuino y el firme propósito de abandonar para siempre el pecado y seguirle sin condiciones. Dice un refrán muy sabido que para ser ladrón y no ganar nada, es mejor ser honrado. Aquella actitud de golpearse el pecho y lacerarse no servía de nada como bien patentiza el v. 4.

  Ose. 6:2. Al tercer día nos levantará y viviremos delante de él.  Algunos han interpretado este v como una profecía de la vuelta a la vida de Cristo, de la resurrección de Cristo, pero hay que ver y recordar que Oseas estaba hablando a su pueblo, a su propio pueblo, en términos que ellos podían entender a la perfección. El profesor James Ward, en su comentario sobre Oseas, cita el hecho de que los hebreos tenían un plazo de tres días para venir y reunirse en el santuario principal, 2 Sam. 20:4; Esd. 10:8, 9; Jos. 9:16, 17. La esperanza que emana de este v. es que después de 3 días de viaje tendrían el gozo de recibir perdón en el santuario descrito. En otras palabras, sin importar lo que habían hecho, si iban al templo en cuestión y celebraban un culto, tendrían una nueva vida. Esto era falso, pero lo creían. En parte debían la creencia a la errónea dirección de los sacerdotes.

  Ose. 6:3. Este v es hermoso y es una lástima que no saliese de unos labios sinceros. Fijémonos que el pueblo creyó que el perdón de Dios era tan cierto como el amanecer o como la lluvia de la primavera o el otoño en Canaán, es decir, inminente, fijo, necesario y obligatorio… ¡hicieran lo que hicieran! No tuvieron en cuenta que su piedad era como el rocío que desaparece pronto bajo los efectos del sol, Ose. 6:4. Era por lo tanto, un mal arrepentimiento, falso e ineficaz. Pronto saldría al exterior la cruel realidad de sus corazones lleno de perversidad y rebelión:

  Ose. 7:4-7. Estos vs. describen mejor que nada como los judíos trataron de resolver sus problemas. Gastaron todo su tiempo en la política y en la comida. Eran adúlteros en el sentido de que, además del pecado físico, habían abandonado al Dios verdadero para ir detrás de los dioses falsos de Canaán y servirles. Eran como hornos en los que siempre se está cociendo un complot o un arreglo político, 1 Rey. 16:8-14; 2 Rey. 15. En cuanto al carácter de sus pecados tenían el agravante de la nocturnidad, pues era en la noche cuando, en la soledad del descanso, hacían o fraguaban los delitos del día siguiente. Toda la noche dormita el furor de ellos, es una frase que se explica por si misma. Pero el delito más grave se describe en el v. 7. En medio de sus intrigas y conspiraciones nadie se acordó en buscar la ayuda de Dios. El viejo mal no ha desaparecido por desgracia. Muchos son los que hoy en día piensan que sus propios planes se bastan y se olvidan de Dios.

  Ose. 11:8. Este v. y el que le sigue son los más importantes de la lección. Es una visión del corazón de Dios. Él se pregunta a sí mismo sobre sus hijos rebeldes y alejados. Piensa que no puede abandonarlos. Sería imposible. Sí, su corazón se conmueve al pensar en su pueblo. Son malos, pero son suyos. No puede dejar que se destruyan por completo. No está en su ánimo incumplir su promesa con Abraham.

  Los nombres de Efraín e Israel son sinónimos, quieren decir lo mismo. ¿Por qué? La tribu de Efraín era la más grande de todo Israel y, por lo tanto, podían representar muy bien a toda la nación del norte, del mismo modo que Barcelona es indicativa o representativa de Cataluña p. ej. Pero, ¿que pueden significar las ciudades de Adma y Zeboím? O ¿qué calamidad las abatió? Las dos fueron destruidas conjuntamente con Sodoma y Gomorra, Gén. 19:24, 25. ¿Iba Dios a destruir así a Israel por más que le sobraban motivos?

  Ose. 11:9. Como podemos comprobar, este v es la clave de todo el asunto: Dios expresa el motivo por el que no destruye al pecador. Dice: No ejecutaré el furor de mi ira, no volveré para destruir a Efraín, porque soy Dios y no hombre. Yo soy el Santo en medio de ti, y no vendré contra la ciudad. Sí, desde luego, podemos levantar la pregunta: ¿Por qué no abandonó Dios a Israel y al mismo pecador, después de sufrir tanta rebeldía y desobediencia? El v nos da la respuesta: ¡Porque soy Dios y no hombre! Sólo Él tiene tanta paciencia producida por su amor y gracia. Pero además, no sólo puede perdonar al pecador que se arrepiente, sino que puede generar en él una nueva vida con toda la ventaja de la nueva situación. Este es el gran amor de Dios, motor y principio de la reconciliación, fuente de la vida y pan de la Salvación.

  Por último la frase: No vendré contra la ciudad, es decir, a destruirla, a coger pillaje… Es un buen consuelo, pero a la vez una advertencia. ¿Hasta cuándo tentaremos la paciencia divina?

 

  Conclusión:

  Dios se preocupa de las relaciones quebrantadas, pero quiere que los hombres colaboremos en este trabajo, pues debemos ver y recordar que nuestra moralidad depende del conocimiento que tengamos de Dios, que nuestra fidelidad depende de nuestro amor hacia Él y que por fin, si bien su misericordia no tiene límites y corre en nuestra busca una y otra vez para darnos el perdón del esposo amante, no debemos tentarlo hasta el punto que se olvide de nosotros, que es lo mismo de incitarle a que entre en nuestra ciudad “a saco.”

  Mientras tanto: ¿Quién es sabio para entender estas cosas, y prudente para que las conozca? Ciertamente los caminos de Jehovah son rectos y los justos andarán por ellos. Pero los rebeldes tropezarán en ellos, Ose. 14:9.

  ¡Qué Dios nos ayude!