DIOS SE INTERESA EN LOS LÍDERES

 

2 Sam. 7:8-10a, 21-29

 

  Introducción:

  La lección de hoy nos describe el momento de una gran importancia en el mundo. David, el más grande de los reyes de Israel, había logrado para su pueblo la ansiada unidad nacional por la que tanta sangre había sido tirada y llegando a ser el primer eslabón tangible de la cadena de la promesa a Abraham. Pero este gran hombre a impulsos de una noble actitud que casi siempre le caracterizó, dijo reconocer en un momento dado que no estaba bien que él habitase en una casa de cedro y oro, mientras que el culto al Dios de sus padres se celebraba en una simple tienda de cortinas.

  Y el Rey quiso levantar un templo digno de Dios.

  David fue un buen líder a pesar de las consabidas limitaciones humanas. Del mismo modo, en la actualidad, todas las iglesias necesitan líderes dedicados y abnegados. Líderes que, en primer lugar, reconozcan que no lo son por sus propios méritos, sino por designio divino, y en segundo, que traduzcan de tal modo la voluntad de Dios que llegue a ser beneficio a todos aquellos que son dirigidos.

  Naturalmente, la mayoría de estos líderes por los que suspira cualquier iglesia tendrán que ser unas personas adultas física y espiritualmente formadas y aptas para el trabajo para el que han sido llamados. Pero algunos adultos no responden a la necesidad porque tienen temor al fracaso, y no se dan cuenta qué labor va mejor a sus aptitudes, con lo que su cerril postura perjudica con claridad a la iglesia y a ellos mismos.

  Esta lección nos va a dar la oportunidad de considerar la posibilidad de que Dios nos esté llamando; si es así, ya hemos de saber que Él suplirá todas nuestras carencias y faltas. Ahora bien, Dios respondió a David que Él no había pedido nunca que se le construyera una casa. Al contrario le contó que cuando era pastor de ovejas, Él lo había escogido para dirigir a su pueblo. Después, y para premiar su buena voluntad, le hizo una promesa que aún tiene validez en la actualidad. Bien es verdad que Dios no permitió que David le edificara un templo, pero le prometió que la casa de David sería afirmada para siempre. Con lo que venía a decir que su familia reinaría siempre sobre Israel. ¿Hasta qué punto ha sido cierto? Hasta la caída de la capital reinó un rey de la casa o familia de David. Pero la promesa cobró mucha más importancia por medio de la profecía. Isaías y Miqueas los dos, dijeron que por medio de la casa de David, Dios iba a enviar al mundo un Rey con una doble vertiente: librar a su pueblo y establecer un reino eterno. Sabemos todos que Cristo descendió de la familia de David y que muchas gentes lo llamaron con razón Hijo de David. Por lo tanto, el Rey de la casa de David es nuestro Rey y, en consecuencia, somos miembros de su reino eternal.

 

  Desarrollo:

  2 Sam. 7:8. Cuando el rey David tuvo la idea de construir un templo para Dios en Jerusalén, lo consultó con Natán, el profeta. Y como hemos dicho antes, Dios reveló en la noche al anciano profeta que Él no deseaba que David le levantase ningún templo. Siempre, en el AT, se describe a los profetas como mensajeros de Dios, así que Natán no podía ser menos. Lo primero que comprendió es que él tenía un mensaje para David: Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos… Para evitar los malos entendidos, el profeta verdadero siempre iniciaba su mensaje del mismo modo. ¿Y por qué? Porque de esta forma demostraba que no estaba hablando él, sino comunicando lo que Dios le había dicho: Yo te tomé del mismo redil y de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel.

  Sabemos que Dios llamó a David en su oficio de pastor para hacerlo rey de Israel, oficio que parece ser preferido del Señor, puesto que éste no fue el único caso. Nos estamos refiriendo, naturalmente, a Amós, 7:14-15, que, no sólo era pastor de cabras y ovejas, sino recolector de higos salvajes. Quizá fuese porque este oficio requiere un amor y una paciencia fuera de lo corriente, habilidades que muy bien podrían aplicar en su nuevo destino dentro del plan del Señor. De todas maneras, en la Biblia se encuentran cientos de casos en los que Dios llama a hombres pobres y ordinarios, hombres sencillos, para ser sus siervos especiales con trabajos extraordinarios con la idea, que no podemos despreciar, de que Él y sólo Él, da las fuerzas necesarias para llevar a feliz término tamañas empresas.

  Hoy día, Dios también llama a jóvenes y a adultos para ser pastores, enfermeras, maestros y otras vocaciones especiales y todos, absolutamente todos, debemos estar atentos a la voz de nuestro Señor que, sin duda, nos llega y llegará a través de cualquier mensajero suyo.

  2 Sam. 7:9. ¡Preciosas palabras! Dios dirigió los pasos de David durante los tiempos difíciles y en el trabajo para el que fue llamado: ¡Establecer su reino! Del mismo modo, hoy tenemos la seguridad de que Él también tiene tiempo para dedicarlo a cada uno de nosotros. Por otra parte, este v demuestra bien a las claras que todos aquellos logros que uno hace se deben a Dios. David entendió muy bien el mensaje, pues todas sus victorias se debían a Dios. ¿Cómo pudo saberlo David con tanta seguridad? La solución la da el profeta: Delante de ti he destruido a todos tus enemigos. Era tangible y hasta demostrable. El rey David fue el libertador de Israel, cierto, conquistó otros pueblos para dar a Israel el territorio más grande de su historia, cierto, pero siempre reconoció que todo se lo debía a Dios. Mientras tanto, el profeta continúa diciendo: Te he dado nombre grande como el nombre de los grandes que hay en la tierra. En efecto. David fue el rey más grande de todo Israel. Aún Salomón, con toda su fama y sabiduría, perdió alguno de los territorios tomados por David e incluso, es interesante notar que hasta la bandera actual de Israel lleva gravada la famosa “estrella de David.”

  2 Sam. 7:10a. Finalmente, los judíos no pensaron nunca que su país les pertenecía por derecho de conquista, sino que, por el contrario, tenían evidentes pruebas de que el Señor se lo había dado.

  2 Sam. 7:21. Este es el inicio de la oración de David que responde de alguna manera a la revelación de Dios. Es cierto que no iba a poder edificar su casa, pero Dios iba a establecer para siempre a la casa de David, vs. 12-16. Y en consecuencia, la oración de éste rebosa gratitud por esa promesa tan maravillosa. Además, aquí hay el reconocimiento de que todas sus victorias eran el perfecto resultado de la bendición divina y que todo absolutamente todo, se había hecho conforme a la palabra y voluntad del Señor.

  2 Sam. 7:22. Curioso. Si alguien ha alcanzado la fama debido a las victorias de David, es Dios mismo, no David. El más grande rey de Israel reconoció, pues, que no era nada más que un instrumento en las manos de Dios; así, se entiende que su gran imperio no era símbolo de la grandeza humana, sino de Dios. Además, si algo se ha conseguido, parece decir David, hay que anotarlo en el haber de la gloria divina. Con este “tú te has engrandecido” reconoce que, al cumplir la voluntad divina y conseguir visibles logros no ha hecho otra cosa que engrandecer el nombre de Jehovah y, como consecuencia, el suyo propio. Pero David no ha terminado todavía. Afirma que todo se ha conseguido por que no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti. La gran obra de Dios le ha convencido de que él es el único Dios. Los dioses de los otros pueblos son objetos de piedra e incapaces de hacer algo en favor o en contra del pueblo. En la actualidad también es una tragedia que el hombre se arrodille frente a la fama, al dinero o al placer, cuando existe una amplia evidencia de que no hay más Dios que nuestro Padre celestial. Él es el Creador y Dueño de este mundo y ha mostrado su gran amor enviando a su Hijo a la tierra como Rey Salvador de nuestros pecados y para conquistar para nosotros un trocito de buena tierra celestial.

  Conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. El profeta Natán y otros antes que él, le habían enseñado que no hay otro como Dios. Así, todos sus salmos indican que aprendió bien la lección.

  2 Sam. 7:23. El autor enseña aquí que el Señor tuvo un propósito muy importante al escoger a Israel y sacarlo de la cautividad de Egipto. ¿Cuál podía ser? ¡Manifestar su poder en la tierra y convencer a las naciones que Él y sólo Él era el Dios verdadero. Ya lo hemos dicho antes, Dios el Señor rescató a Israel no para que los judíos se jactasen o enorgulleciesen, sino para hacer una gran obra en el mundo y llevar su Nombre a todas partes.

  No podemos pasar por alto las últimas frases del v por ser vitales para la comprensión de todo el conjunto: Por amor de tu pueblo que rescataste para ti de Egipto, de las naciones y de sus dioses. ¿Qué quiere decir esto? La frase nos enseña que el único motivo de la actuación de Dios era su amor. Puesto que Él amaba a su pueblo, le salvó. También es necesario observar que el Salmista dice que no sólo le rescató de las naciones, sino también “de sus dioses.” La historia fue elocuente: Los dioses de Egipto y Canaán fueron impotentes frente al poder de Jehovah Dios.

  2 Sam. 7:24. David supo que no sólo su casa, sino el pueblo de Dios iban a perdurar para siempre. Lo que no podía saber por carecer de medios y profecías, es que un día el viejo Israel daría lugar a uno nuevo compuesto por personas de toda raza y especie que aman y sirven al Hijo de David, a Cristo Jesús. Este es el binomio ideal: Pueblo + Dios verdadero… Nos dice este v que Dios elige a un pueblo con la idea implícita de la más pura predestinación y que, a continuación, Él se constituye Dios del mismo. No cabe mejor tranquilidad ni mayor seguridad.

  2 Sam. 7:25. Forzado por profunda gratitud David pidió que Dios confirmara la promesas que “su casa”, o sea su familia, reinaría para siempre en Israel. La promesa de cumplió de forma maravillosa. Sabemos que después de la muerte de Salomón, el reino se dividió, pero todos los reyes de Judá fueron de la familia de David hasta que el Mesías nació en Belén teniendo, como sabemos, parentesco con aquella enorme familia según todas las genealogías del NT, Luc. 3:23-28; Mat. 1:1-17.

  2 Sam. 7:26. David deja entrever que el motivo de la grandeza de la casa de Israel no era para obtener fama humana, sino para que la gente conociera a Dios, pues éste y no otro fue la causa de la elección del pueblo. ¿Se puede ver egoísmo en la segunda frase de David? No. Él no hizo su petición con fines egoístas, sino para que el mundo comprendiera que su Dios era el Dios único.

  2 Sam. 7:27. Sin comentarios. La gloriosa promesa oída animó a David a hacer una súplica a Dios.

  2 Sam. 7:28. Estas palabras constituyen la introducción a la petición propiamente dicha:

  2 Sam. 7:29. ¿Cuál es el motivo principal de la oración? David suplicó que su familia permaneciera siempre ante Dios. Esta es una oración que debería hacer cada padre porque no debemos pedir tanto que ellos tengan salud, dinero o estudios, sino que continúen siempre delante del Señor. Las otras cosas con ser necesarias son mortales y pueden aparecer y desaparecer en cualquier momento, pero la familia que permanece delante de Dios, será feliz.

 

  Conclusión

  Una palabra más: Dios se interesa por los líderes, les da consuelo, dirección y lo que es más importante, les hace ganar victorias porque pregonan las victorias paralelas del propio Creador. Nuestra iglesia, como cualquier otra, necesita líderes, así que oremos para que algunos de nosotros oigamos la fiel llamada y pasemos a ocupar la brecha vacía que impedirá que la marea de la vida penetre en la misma y la desborde.

  Himno nº 156: “En la montaña podrá no ser…”