CRISTO HACE AL NUEVO HOMBRE

 

Juan 1:9-13; Efe. 2:1-10

 

  Introducción:

  En la lección de hoy empezamos una nueva unidad de estudios con el título: La Vida Cristiana En Su Aspecto Práctico. Y claro, por la lógica, debemos empezar por aquella lección que trata del nuevo nacimiento.

  Si quisiéramos contar las vicisitudes naturales de un hombre empezaríamos por su nacimiento y las normales circunstancias que rodearon su venida al mundo. De forma paralela, la Biblia enseña que todo ser humano debe pasar por la experiencia de un nuevo nacimiento para entrar a disfrutar de la ciudadanía de un mundo distinto y espiritual: ¡El Reino de Dios!

  Notar bien que hemos dicho nacimiento espiritual en un mundo espiritual. Por eso no es el resultado de la obra del hombre en el hombre, sino que es la obra exclusiva de Dios, obra de la rama del E. Santo en el hombre gracias a la fe de éste en la Segunda Persona de la Trinidad: ¡Cristo! Pero este nuevo nacimiento es real como el físico, por lo que le afectan situaciones y efectos similares. Si en el natural, el feto ya tiene características del futuro hombre; en el espiritual, el hombre del primer amor es aquel otro que será maduro mucho más tarde gracias a las graves tentaciones y experiencias personales. Entonces, si en el primer nacimiento afecta a la naturaleza íntegra del ente individual; en el espiritual, no consiste en un mero cambio de mente, no es una mera transformación superficial de la vida del nacido, sino que para él, para el hombre, este segundo nacimiento significa un cambio total y radical de dirección, una profunda dedicación y una dependencia al Dios Padre y unos anhelos de servicio y emulación de Cristo que, por lógica de su gracia, le convierten en el nuevo ser. ¡Es un nuevo ser!

  ¿Dónde podemos sacar los argumentos necesarios en los que poder basar lo dicho con palabras bíblicas? En 2 Cor. 5:17, dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. De esta manera uno ya no vive ni para sí ni de por sí, vive en Cristo, para Cristo y por Él. Veamos ahora el parto que origina el nuevo nacimiento:

 

  Desarrollo:

  Juan 1:9. Aquél era la luz verdadera, referencia clara al Verbo, a Cristo Jesús si tenemos en cuenta el contexto de los ocho primeros vs. de este mismo cap. Esta es la luz genuina y original en claro contraste con la pequeña luz que emanaba Juan el Bautista, el cual, eso sí, era el reflejo de la luz verdadera. ¡Cristo es el sol que genera y despide luz propia! El último profeta, Juan el Bautista, a pesar de ser un fiel reflejo de esa luz, no lucía la propia, sino que la reflejaba del mismo modo que los hacen los planetas respecto al sol. Además, Juan el Bautista tenía otro buen detalle que podemos contabilizar en su haber: Era un testigo fiel y vivo de esa luz y así lo reconoció de forma pública. Porque es necesario pensar que habrán dos clases de testigos; unos que reflejarán la luz de mal talante, por la fuerza, porque serán llamados a juicio delante de Él, como si de eclipses vulgares se tratase y otros que lo hacemos con gozo y alegría, reconociendo que la luz que emanan los rostros no es nuestra, pero que, eso sí, estamos luchando y esforzándonos para que día a día sea más fiel y más pura. Que alumbra a todo hombre que viene al mundo. Porque es preciso decir que con la venida de Cristo a la tierra, la luz de Dios Padre brilló con tal claridad y esplendor, que nadie podía ignorarla. Ni los que vivieron en otro tiempo y que ya están muertos, ni los que actualmente poblamos el mundo que hemos dado en llamar Tierra, ni los que nacerán y vivirán en el futuro. Una buena y exacta traducción de la frase, sería: La luz verdadera viniendo al mundo ilumina bien a todo hombre. Así que el alcance de la venida de Cristo es única e universal. Y, por lo tanto, cada hombre y mujer tienen esa luz al alcance de su mano. Luz, cuya propiedad principal es que puede transformar la vida por completo. El hecho de digerir bien esta luz, da al hombre una oportunidad para hacerse con el nuevo nacimiento.

  Juan 1:10. En el mundo estaba: ¿Qué? ¿Cómo que estaba en el mundo? Es una referencia histórica a la presencia física de Cristo sobre esta tierra; incluyendo pues su nacimiento, su encarnación y en concreto, su genial ministerio público desarrollado en tres años penosos. Y el mundo fue hecho por medio de Él. Esto es una confirmación de los vs. 3 al 5. Por el contexto sabemos que esta frase alude de forma especial al mundo inteligente, a la humanidad. Sabemos que todos los hombres somos creación de Dios por medio de Jesús. Y que en la Biblia, el término mundo tiene varias acepciones y no siempre significa el universo físico o cosmos, sino también, como en el caso que nos ocupa, se refiere a la humanidad separada o unida de Dios Padre Y aún hay otra acepción que se relaciona con los apetitos carnales que se enseñorean sobre el hombre. Sin embargo, una cosa está clara: Cristo es superior e independiente a todos los hombres e incluso a la Creación entera. Pero el mundo no le conoció. Todos los hombres en general, la humanidad, no le reconocieron como Señor y Creador y prefirieron ignorarle con tal de seguir con su vida de pecado. Ahora bien, ¿cómo es que a pesar de haber visto su luz y de haber sido iluminados con ella, los hombres se han empecinado en negar a Cristo de forma fría y sistemática? Sí, el hombre es libre. Como tal le hizo Dios y ha elegido seguir la dirección equivocada, por eso no tendrá ninguna excusa delante del Creador en el día del juicio.

  Juan 1:11. A lo suyo vino, ¿qué puede ser lo suyo? ¡Todo lo que le pertenece por derecho propio y por haberlo creado! Sin embargo, por la construcción gramatical de la frase que vemos, que estudiamos, parece ser que se hace referencia a la nación judía como posesión especial del Señor. Vino a su pueblo, Éxo. 19:5; Deut. 7:6. Pero los suyos (Israel) no le recibieron. Sí, sí, se trata de los miembros de su propio pueblo, los judíos. No sólo no le aceptaron en su seno, sino que lo negaron como Mesías, Señor y Rey, y lo mataron…

  Juan 1:12. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre: Como cualquier regla gramatical que tiene su excepción que la confirma, hay una ínfima mayoría que le ha reconocido como Señor y Mesías y más tarde, como una lógica consecuencia, su Salvador personal. Esta minoría se inició con los doce apóstoles, después, los ciento veinte escogidos y por último, toda la hueste de creyentes judíos y gentiles. Y éstos hicieron algo más que reconocerlo, se unieron a Él, murieron por Él y resucitaron con Él gracias a su fe, una fe que es un sinónimo de entrega y sumisión. Así que se dieron y entregaron a Cristo para siempre. Esto es lo que significa creer en su nombre. Les dio derecho de ser hechos hijos de Dios. Así, por el solo hecho de creer en su nombre, podemos recibir por herencia y por derecho el ser llamados hijos de Dios. Don, que conviene recordar, recibimos de forma gratuita y sin más condición que nuestra fe.

  Juan 1:13. Los cuales nacieron no de sangre, ni de voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios. Una clara referencia al extraño hecho de que la nueva creación no obedece a ninguna filiación o voluntad humanas. Esta nueva forma de ser, o nuevo nacimiento va más lejos del instinto humano de la reproducción y está vedado también a la voluntad más fuerte del más santo varón. Porque, siendo vida espiritual, sólo puede ser obra de Dios.

  Efe. 2:1. Y en cuanto a todos vosotros, estabais ya muertos en vuestros delitos y pecados: A los cristianos de Éfeso y a todos los del mundo. El mensaje de Pablo es bien claro. En el cap. 1:20-23 ha hecho una exaltación gloriosa del Jefe de la Iglesia y aquí lo va a hacer de sus miembros sin importar el estado en que se encontraban antes de su conversión, sin importar, repetimos, el deplorable estado de pecado y muerte en que estuvieron todos sumidos. Nos referimos, claro, a esa época real, cuando todos estábamos no sólo solos y separados de Dios, sino condenados a muerte eterna. La traducción de la palabra delitos (en gr. faltas, caídas, transgresiones), indica acciones culpables. En cuanto a los pecados comprenden todo lo que el hombre hace opuesto a la voluntad de Dios Padre, ya sea en hechos, pensamientos o sentimientos de corazón. Por otra parte, la palabra muertos, moral y espiritualmente, tiene aquí, como en cualquier otro lado bajo la magistral pluma de Pablo, un significado profundo y extenso, Rom. 1:32. En todos los sentidos, el salario del pecado es la muerte. El alma, separada de su Creador, de la única fuente de vida, cae cada vez más profundamente en la miseria moral y termina con la muerte eterna. Incluso, la muerte física no ha tenido otra causa, Rom. 5:12.

  Efe. 2:2. En los cuales anduvisteis en otro tiempo, y conforme a la corriente de este mundo… Valera traduce: Según la edad de este mundo. En 1 Cor. 3:18, 19, estas palabras están separadas para expresar algo mejor el conjunto de principios, de máximas, de conducta, de pecado, que marca y caracteriza la vida de los hombres inconversos. Mas este es el único pasaje en que están unidas. Y lo están, sin duda, para dar más energía y extensión al mismo pensamiento. Y esta corriente, o curso del mundo, desemboca en un fin seguro, inexorable: ¡La ruina y la muerte! Y al príncipe de la potestad del aire: Una referencia muy clara a Satanás que reina sobre la corriente de este mundo. Sabemos que el diablo ejerce su dominio sobre el reino de las tinieblas y que es su príncipe, Mat. 12:24. Pero en cuanto a la potencia o potestad del aire, ¿qué significa? Esta denominación del imperio de Satán solamente se encuentra en este pasaje. En ninguno más de toda la Biblia. Y ha dado, por eso, un trabajo enorme a los estudiosos. Lo más probable es que el apóstol quiera indicar con esta cita que siendo espirituales Satán y sus ángeles, por su real naturaleza no están ligados a la tierra como nosotros los hombres. Y logran ejercen sus dominios en regiones más superiores que el propio Pablo llama en otro sitio lugares celestiales, Efe. 6:12. Seguimos: El espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. Pero el lado más claro y practico de las enseñanzas paulinas sobre este difícil tema, es que el diablo que rige la potencia aérea ordena también al espíritu que ahora actúa, que mueva a los hombres y los dirija hacia la inequívoca desobediencia a Dios. ¡Y a fe que lo consigue! Col. 3:5.

  En el v. siguiente se indica cómo:

  Efe. 2:3. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra pobre carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; todos hemos vivido como ellos, dice Pablo, no queriendo exceptuar a todos los judíos más que a los paganos de ese juicio que se extiende a todos los hijos de Adán. Luego indica en el hombre la fuente de su pecado, o la causa por la cual Satán obra en él: ¡Su corrupción natural! Sí, la fuente de todo mal está en esos deseos de la carne, en su loco corazón y naturaleza carnales. Estos deseos, alimentados en el corazón, se vuelven ahora voluntades de la carne y de los pensamientos. Las primeras tienen su origen en los sentidos, las segundas son independientes de ellos pero en su conjunto hacen de todo al ser un alma dominada y corrompida por la carne, Mat. 15:19. Por naturaleza éramos hijos de ira, cómo los demás. Sí, nosotros también fuimos siervos de Satanás a causa de nuestra naturaleza carnal. Y, por lo tanto, objetos de la ira de Dios, Col. 3:6.

  Efe. 2:4. Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con qué nos amó: Por su gracia, perdón y porque es amor, abunda en gracia y misericordia para con el hombre. Esta es la causa y el efecto por el cual se rige Dios. Este fue el motivo por el cual Dios hizo el esfuerzo de intentar salvar al hombre.

  Efe. 2:5. Aun estando nosotros muertos en delitos, separados pues, de Dios, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Es decir, El Señor hizo nacer de nuevo nuestra alma y la ensalzó al nivel de la de Cristo; porque dónde y cómo vive la Cabeza, allí y así viviremos por fe. Otra vez el apóstol Pablo no puede dejar de hablar de esta manera, llevado por su real entusiasmo ante la obra de Cristo a favor del pecador.

  Efe. 2:6. Y juntamente con Jesucristo, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales. Alusión clara a la resurrección y ascensión que tendrán lugar en el día del Juicio Final, del mismo modo y manera que se realizó en Cristo. Y precisamente por la seguridad y certeza que ya tiene el apóstol, habla de hechos como si éstos hubiesen tenido lugar. De hecho, en el mismo momento de darnos a Cristo entramos a disfrutar del gozo y los privilegios parciales del cielo.

  Efe. 2:7. Para mostrar en las edades venideras, ¿cuándo? En el tiempo que viene después del Juicio Final, puesto que ya hemos hablado de heredar los lugares celestiales señalados como las superabundantes riquezas de su gracia, por su fiel bondad hacia nosotros en Cristo. Los incrédulos quedarán asombrados al ver como los creyentes toman posesión de su herencia: ¡Una vida eterna igual a la de Cristo! Es mucho más, nosotros mismos quedaremos maravillados.

  Efe. 2:8. Porque por gracia sois salvos, claro, sin merecerlo para nada, y por medio de la fe, que ya sabemos en que consiste: Entregarse a Cristo y después reconocerle como Rey y Señor. Y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Claro, cuando el ser humano decide aceptarle lo hace impelido por el E. Santo, único capaz de infundir y mover la fe. De ahí que debemos estar muy agradecidos a Dios por escogernos a nosotros.

  Efe. 2:9. No es por obras, nuestras obras, ni antes ni después de la salvación no pueden entrar para nada en la causa de la Salvación propiamente dicha. Las obras son su causa si acaso, jamás es su efecto. Y todo esto para que nadie se gloríe, para que nadie se vanaglorie de forma equivocada y egoísta.

  Efe. 2:10. Porque somos hechura de Dios… ¿Ahora bien, qué significa la palabra hechura? ¡Cualquier cosa respecto del que lo ha hecho! Y por Él hemos llegado al nuevo nacimiento, 2 Cor. 5:17. Creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras. El poder del Señor Jesús nos capacita para hacer buenas obras. Por lo que el objeto final del nuevo nacimiento son las buenas obras. Todo aquel que no anda en ellas, prueba por ello mismo que no ha tenido parte en esta nueva creación. Que Dios preparó de antemano… De acuerdo con la condición y aptitudes de cada nuevo creyente. Para que anduviésemos en ellas. El resto de nuestra vida física. Nuestro campo de acción es el mundo que nos rodea.

 

  Conclusión:

  Así que hermanos, nuevos hombres gracias a Cristo, salgamos de aquí llenos de espíritu de servicio para con Dios y los demás, puesto que Él así lo quiere desde mucho antes de nuestra propia conversión.

  ¡Así sea!