4.1 LO NUEVO Y LO VIEJO

Cuatro de enero

1 Jn. 2:7-17

Desde el inicio de todos los tiempos, el ser humano ha sentido atracción por lo nuevo. Es natural, parece como si en lo nuevo tuviésemos la oportunidad de dejar impresa nuestra huella sin demasiadas influencias ni vicios anteriores. Así, desde pequeños elegimos el juguete nuevo, el más vistoso, el que hace más ruido… Luego, hacemos lo mismo en el trabajo, con el coche, la casa, los amigos…

Por eso no nos gusta demasiado el mandamiento antiguo que hemos tenido desde el principio. Sin embargo, el mandamiento al que Juan hace referencia es el que regula el sincero amor mutuo, 2 Jn. 5, que debe manifestarse en los corazones que han sido ya renovados por el E Santo, Rom. 5:5; Heb. 10:16, fluyendo, libre y espontáneo, hacia los objetos del amor de Dios, 2 Cor. 5:14-20; 1 Tes. 2:7, 8. Esta ley, que nos fue dada por Jesucristo, Mar 12:31, es nueva en muchos sentidos. Es una ley de libertad, Stg1:25; 2:12, que, en cierto modo, está en contraste con la ley de Moisés (ésta pedía amor, Lev 19:18; Deut 6:5; Luc 10:27; aquélla es amor, Rom. 5:5 otra vez; 1 Jn. 4:7, 19, 20, y no sólo por estar escrita en nuestro interior, 2 Cor. 3:3.

Pero, además, este mandamiento, que el propio apóstol Juan adjetiva como nuevo, v 8, y que dirige a los hijos, a los jóvenes, hasta los padres, es la clave para alumbrar en un mundo que avanza en tinieblas y, por consiguiente, para cumplir con una de las demandas del Maestro, Mat. 28:19. Sólo se nos indica que tiene una limitación: ¡No amar las cosas que están en el mundo! vs. 15-17. No sólo porque se pasan, sino porque nos alejan de la fuente que origina la luz y podemos apagarnos sin remisión. No en vano domina las antiguas fuerzas del orgullo, el egoísmo, ambición y placer que están al servicio del príncipe de las tinieblas, Mat. 4:8.

Claro, con esta práctica, amando a los imposibles, dando la espalda al mundo y a sus afanes, el creyente está solo… mas aparentemente y si no decimos por qué lloramos cada día es a causa de los desprecios que nos hacen los demás que siguen apegados a sus cosas viejas. Además, a causa de que somos pocos en los trabajos y en todo, tenemos la sensación de estar librando una batalla que no podemos ganar, lo cual es falso. El Señor está con todos nosotros y debiéramos estar contentos siempre por gozar de su santa compañía. Por otra parte, el amar a los demás tal y como se espera de nosotros nos puede ayudar mucho a evitar esa sensación de soledad.

Volviendo al tema y superando el aparente y grave escollo intelectual que representa el hecho de que el amor a los demás en un mandamiento de siempre, 1 Jn 3:11, y nuevo según el propio Jesús, Juan 13:34, según sea la teoría de la Ley o la práctica con el Hijo de Dios, debemos andar por el mundo haciendo gala de nuestro vestido nuevo, Efe. 4:24, y predicando que somos nómadas que van en busca el oasis nuevo, 2 Ped. 3:13, en el que habita y reina la justicia, para encontrar la piedrecita personificada, Apoc. 2:17, y al Rey de las naciones y de todos los que las habitan, Apoc. 19:16.