PAN PARA LOS HAMBRIENTOS

 

Juan 6:35-51

 

  Introducción:

  Ahora nos conviene recordar que los judíos de Jerusalén habían rechazado a Jesús, principalmente porque Él había retado todo el sistema religioso que ellos mismos habían creado. El cap. 6 de Juan, que parcialmente vamos a estudiar hoy, trata y descubre la incredulidad de otros judíos.

  Los galileos, los cuales mostraron interés sólo en el pan, es decir, en el alimento físico para el cuerpo. Aquéllos, como la mayoría de personas hoy en día, prefieren todo aquello que pueden oler y gustar a aquello otro, mil veces más alimenticio, pero que sólo se puede detectar con el olfato y gusto del buen espíritu. Pero para los que ya tenemos ese pan eterno, la lección de hoy también tiene un cierto mensaje. Creemos que teniendo a Jesucristo ya tenemos suficiente y que incluso nos sobra, pero pensamos de forma egoísta. Nos callamos cuando alguien quiere beber de la fuente de ese “agua viva” y comer del “pan eterno”, por la sencilla razón de que no queremos compartirlo.

  Recordamos que en 2 Rey. 7, se narra una historia muy singular: Se cuenta de unos leprosos que, según el uso y la costumbre de la época, vivían en el exterior de la ciudad y forzados por el hambre y la necesidad fueron a visitar el campamento enemigo que había sitiado hasta entonces a su ciudad. ¡Cuál no sería su extrañeza cuando vieron que los soldados se habían ido dejando todas sus cosas o pertenencias usadas en el largo sitio. La alegría de los hombres fue inmensa. Se lanzaron sobre la comida y la devoraron hasta saciarse. Al final, se impuso la cordura y se dijeron los unos a los otros: –No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva y nosotros callamos. Y corrieron a la ciudad a comunicar la noticia del levantamiento del sitio. ¡Cuánto debería enseñarnos esta narración! Sí, nosotros nos gozamos y comemos del pan eterno pero entre bocado y bocado deberíamos decir: –No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva y nosotros callamos.

  Del mismo modo que el “agua viva”, ya estudiada el domingo anterior, este “pan eterno”, si no se reparte a tiempo y consume se florece y no sirve para el medio que fue creado. ¡Qué Dios nos enseñe la forma y manera de lograr como hacer participar a otros de lo que hemos considerado un tesoro inigualable!

  En la ocasión que nos ocupa, el Señor denuncia el propósito materialista de aquellos galileos, Juan 6:26. Buscaban, hasta el punto de abandonar sus hogares y la labor del día a día, la forma de conseguir pan gratis, conseguido sin sudor. Más el propósito principal de la venida de Jesús al mundo ha sido bien diferente. Él ha venido a satisfacer las necesidades espirituales de toda la gente, Juan 6:27. Y les exhorta a creer en Él como el enviado por Dios, ya que se identifica a sí mismo como el Pan verdadero Juan 6:33. Para poder llegar a esta conclusión concreta debemos ponernos en situación: Jesús había estado en Galilea e ido a Tiberias cuando tuvo lugar el evento de aquella alimentación de los cinco mil hombres, la demostración práctica de Andrés con saber estar en todo, la dádiva del muchacho ofreciendo lo que tenía y la del propio Jesús haciendo el consabido milagro del “sexto” pan y el “tercer” pez. Luego Jesús se va y toda aquella multitud pasa el lago buscando más pan:

 

  Desarrollo:

  Juan 6:35. Yo soy el pan de Vida, y entendemos por pan todo alimento esencial y básico para el cuerpo humano. Aquí Jesús se identifica como el alimento espiritual. Ya lo notamos desde la aplicación del pronombre personal yo, puesto que es enfático indicando que sólo Él puede constituirse en un pan que es capaz de sustentar la vida del espíritu, v. 33.

  A lo largo de su ministerio, Jesús usó varias veces el mismo comienzo de frase: Yo soy. Recordemos, entre otras: Luz, Juan 8:12; puerta, Juan 10:7, 9; buen pastor, Juan 10:11, 14; la resurrección y la vida, Juan 11:25; camino, verdad y vida, Juan 14:6 y vid verdadera, Juan 15:1, 5.

  Sigue Juan 6:35. El que a mí viene, nunca tendrá hambre y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Todos los galileos están confundidos. El pan que comieron ayer les sació el hambre, pero ahora están hambrientos y Jesús les habla de un pan que puede saciar eternamente. ¿Qué será este pan? No conformes con la experiencia vivida por ellos mismos le ponen al maná como ejemplo, Juan 6:31-33, pero acaban por reconocer que el maná, a pesar que era dádiva divina, sólo satisfacía el cuerpo humano por un tiempo limitado, en contraste con este “pan” que ahora les está ofreciendo. En cuanto a las ideas “venir a él” y “creer en él” son sinónimas, es decir, expresan el mismo pensamiento. Igual ocurre con los términos tener hambre y tener sed. La única diferencia estriba en el contexto que se aplica al deseo en el corazón del hombre en cuanto a su contacto o comunicación con Él, con el Señor. También hemos de decir que los términos negativos nunca tendrá hambre o no tendrá sed jamás, hablan y expresan de forma veraz y categórica una realidad palpable en el corazón del hombre creyente.

  Juan 6:36. La nota trágica aparece otra vez en el evangelio y aparecerá cada vez que Jesús trate de explicar su presencia en la tierra. Es menester una criba de oyentes que desgraciadamente no creerán en el mensaje evangélico, precisamente para que, por contra, hayan unas personas que lo acepten. Esta es la continua incongruencia del evangelio. A todos se le predicará, mas no todos creerán en Él. Aquellas gentes no sólo habían visto a Jesús y a sus realidades, le habían oído, le habían seguido, le habían aceptado y le habían abandonado. Él había venido al mundo para revelar el amor de Dios, pues el Evangelio no es otra cosa, y despertar así en los seres humanos la disposición de creer en Él. Pero ellos vieron o contemplaron su gloria y decidieron seguir en las tinieblas de la incredulidad por propia voluntad para que nunca más puedan acusar a Jesús de no haberles dado siquiera una oportunidad.

  Juan 6:37. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí. Y ¿qué o quiénes son los que vendrán a Él? Todos aquellos que son objeto de la gracia de Dios Padre, llegarán de forma voluntaria a Cristo con fe y lo recibirán como fuente de vida. Esto parece indicarnos que sólo somos salvos porque el Señor lo quiso, cierto que lo somos por propia confesión de fe, mas estábamos predestinados desde antes de la fundación de este mundo. También habrá quien no quiera aceptarle y, como consecuencia, salirse de esa enorme predestinación eterna, para que entre unos y otros cumplan el propósito del Señor, un propósito que no puede anularse sólo por la incredulidad de la mayoría de todos los hombres.

  Sigue Juan 6:37. Y al que a mí viene, no le echo fuera; es decir, todo aquel que quiera, no se verá defraudado. Sí, todos tenemos sitio en su mesa. Notemos que el deseo de ir o acercarse a Jesucristo por parte del hombre es la evidencia de que el Padre está procurando dárselo al Hijo. La forma negativa no le echo fuera es la forma categórica para expresar una negación, según el texto griego, por lo tanto, a pesar de su vida pecaminosa, Cristo recibirá en su seno a todo el que se acerque a Él con la fe suficiente.

  Juan 6:38. Parece que Cristo Jesús dice: ¿Cómo podría echarles fuera cuando he venido a hacer la voluntad de mi Padre y Él quiere que todos sean recibidos para mi propia gloria? Sí, nada agrada más al Señor que la obediencia voluntaria y gustosa por parte de los creyentes.

  Juan 6:39. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió… Ahora va a decirnos la misión concreta que ha hecho, que ha motivado su venida a este mundo: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Sí, Jesús anuncia otra vez que el Padre da al Hijo todos los que habían de creer en Él. Y Éste, como buen Pastor, tiene el deber y la responsabilidad de vigilar y protegerlos en esta vida y en el día final, resucitarlos para morar eternamente con él.

  Juan 6:40. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna. Este v. repite en parte y explica el anterior. Parece que en el original griego estaba la conjunción “porque” que enlazaba a ambos. Y repetimos: Los que el Padre da al Hijo son los que luego ven al Hijo con fe y creen en Él. Digamos que el v creer es una palabra clave en la Biblia. En el texto que estamos estudiando se emplea seis veces, vs. 29, 30, 35, 36, 40 y 47. Ahora bien, ¿qué se entiende por creer? Además, se incluye la actitud de confiar y comprometerse de forma personal. ¿Qué vemos o entendemos por una vida eterna? ¿Algún premio que hemos de conseguir? No. Vida eterna es una posesión que el creyente disfruta ya. En esencia es una relación vital y consciente con el Padre a través del Hijo.

  Sigue Juan 6:40. Y yo le resucitaré en el día postrero. Sí, otra vez aparece el pronombre enfático yo. ¿Es capaz de cumplir esta promesa? 1 Cor. 15:20 dice: “Primicias de los que durmieron es hecho.” Él, que ya resucitó en su día, es quien efectuará la resurrección de los que creen.

  Juan 6:41. Aquellos judíos que murmuraban en voz baja eran con toda probabilidad los líderes más celosos de la ley. ¿Qué era lo que más les molestaba de Jesús? (a) Su origen, ya le conocían perfectamente, y (b) el significado de comer su carne. Cinco veces Jesús dice que había descendido del cielo, vs. 33, 38, 50, 51 y 58. La queja en cuestión es un resumen de los vs. 33, 35 y 38, precisamente por el hecho de que Jesús afirmaba tener una naturaleza distinta a la de los demás, puesto que se titulaba pan que satisface el hambre de todos y por aquel otro en el que afirmaba haber descendido directamente del cielo. En resumen, y lo repetimos, afirmaba tener un origen distinto al de los demás hombres.

  Juan 6:42. Debemos notar también aquí la enfatización del pronombre nosotros. Sí, es decir, lo habían visto con sus propios ojos. Y estaban seguros de saber los detalles de su nacimiento en el pueblo de Belén y su crecimiento en Nazaret y según ellos, no había nada de sobrenatural en estos detalles maravillosos. Ya conocían a sus padres y habían convivido con ellos. Por lo tanto juzgaban un tanto ridículo que Él afirmase su origen divino.

  Juan 6:43. Sin mezclarse en una discusión de cómo vino aquí, que por otra parte no hubiera conducido a nada, el Señor Jesús dirige su atención a algo más provechoso y dice, y enseña el camino por el cual los hombres pueden acercarse a Él.

  Juan 6:44. Esto es muy importante. La inhabilidad de parte del hombre para ir a Cristo por sí mismo es, claro, esencialmente moral. El pecador no puede acercarse a Él porque no quiere. Pero el Padre obra de forma activa en el hombre despertándole tanto en el querer como en el hacer, Fil. 2:13.

  Juan 6:45. Jesús cita Isa. 54:13, para indicar la manera en que el Padre atrae a los hombres. Enseñándoles e iluminándoles acerca de su condición de perdidos y la medicina que puede salvarles.

  Juan 6:46. Fijémonos que se dice que para oír al Padre y ser enseñado por Él, v. 45, no es necesario verlo. Sí, está diciendo que el que oye al Padre se sentirá atraído por el Hijo, el cual sí que ha visto al Padre.

  Juan 6:47. Como sabemos bien, la repetición “de cierto”, es usada para enfatizar la expresión y dar más fuerza y seguridad. Este es el mensaje fiel del Evangelio: ¡Creer en Cristo tiene como resultado la “vida eterna”!

  Juan 6:48. Yo soy el pan de vida. Jesús pues repite, v. 35, la afirmación de su naturaleza y misión. Así, toda persona que cree en Él comienza a comer de Él, espiritualmente hablando.

  Juan 6:49. El maná, como ya hemos dicho, no les salvó de la muerte física.

  Juan 6:50. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. El contraste entre el maná y este pan es bien notable. El que come del “pan de vida” será librado de la muerte, no en el sentido de que no muera de forma física, sino en el sentido de que la muerte física, para el creyente, es un sueño del cual será vivo y resucitado para vida eterna.

  Juan 6:51. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo, si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre. Con la idea del “pan vivo”, que tiene vida propia, que es capaz de generar a su vez energía motora. En los vs. 33 y 50, se establece que el pan “descendió” estando el v. en presente. En este v. en cambio, se usa el pretérito inde, indicando con ello que la acción ha sido efectuada de una sola vez. En un cierto sentido, Cristo desciende infinitas veces para cuidar de sus hijos, pero su encarnación, su muerte y resurrección, tuvo lugar sólo una vez por todas. ¿Qué duración tendrá la vida que uno recibe de Cristo? ¡Vivir para siempre!

  ¿Cómo pudo conseguir Cristo ser el llamado “pan de Vida”? Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. ¡Por su muerte en la cruz!

 

  Conclusión:

  Recordemos que San Agustín dijo: “El corazón del ser humano fue creado para tener comunión con Dios Padre y sin conocerlo, siempre queda hambriento.”

  ¿Cuál es el estado de tu corazón?

  ¿Cómo puede el creyente alimentar su alma? Cristo es el autor y sustentador de nuestra vida interior. Ahora recordemos aquella anécdota de los leprosos: ¡No estamos haciendo bien. Es un día de buena nueva y nosotros callamos…!

  ¿Hasta cuándo?