Qué Navidad tan preciosa
nos regaló el buen Jesús:
¡Vino para darnos luz
y una existencia gloriosa!
Qué Navidad tan preciosa
nos regaló el buen Jesús:
¡Vino para darnos luz
y una existencia gloriosa!
Dicen que Jesús nació
en un establo con nieve…
A vosotros, ¿no os conmueve
todo lo que Él padeció?
Mi mamá me ha comentado
que Cristo bajó del cielo
para acercar el consuelo
al mundo enfermo y malvado.
Si quieren saber señores
la historia del buen Jesús,
se la contaré gustosa
pues me precio de saberla.
Miren: Casi sin quererla
vino a mis oídos un día
en que mi abuela Lucía
nos la contó presurosa.
Resulta que en soluciones
mi abuelita es un portento,
ya que como complemento
a su vida presurosa,
conoce muchos más cuentos
que una simple mariposa.
Así, en tal noche como esta
en que toda la familia
pasa junta los momentos
en que llaman Navidad
para vaciar nuestra cesta
y alegrar sus corazones
con pollo, pasta y turrón,
nos dio por cantar canciones
a los que, por ser pequeños,
nos tenían apartados,
con tan malos resultados
que, enojados los mayores,
nos lanzaron sendos leños.
Llorosos y cabizbajos
aguantamos los sermones
y mal habríamos parado
a no ser porque la abuela,
con gesto de picardía,
nos reclamó a su regazo;
y así, uno con un porrazo
y el otro más malparado,
oímos el cuento citado
frente a aquel fuego que ardía
en un rincón del hogar.
Y quietos ante el anuncio,
quietos hasta de jugar,
oímos lucir a la abuela
sus dotes de narradora,
pues cual caja de Pandora
empezó tan como sigue:
Había cierta vez un hombre
que por José se atendía
que de Galilea salía
camino de su lugar,
pues tenía que ir a buscar
su lugar de nacimiento
después de su casamiento
con la preciosa María.
Y en anda que te andarás,
llegaron hasta su aldea
que era un pueblo de Judea
como muchos ya sabréis.
Como la moza esposada
estaba… un poco malita,
y como no encontró
un lugar más apropiado
que un pesebre abandonado,
allí mismo pernoctó.
Y en esa noche bendita
tuvo lugar el prodigio
que tantos han comentado:
¡Qué Jesús nos vino al mundo,
qué por estas desnudito
en una noche tan fría,
el regazo de María
constituyó su nidito.
Pero que al ser mayor
transformó hasta el infinito
este valle terrenal…
Y aquí anda el punto final
de este formidable cuento.
Y aprovechando el momento
que tengo para contarlo,
me gustaría dedicarlo
a los muchachos presentes,
pues para ser más valientes
en el Reino del Señor,
hace falta más candor
y menos inconvenientes.
-Hoy he visto un pobrecito
reclinado en una esquina…
Di mamá, ¿la Navidad
no es institución divina?
-Sí, en una noche de luna
de la alegre Palestina,
Cristo nació muy despacio
en un pesebre de encina.
-¿No tenía casa?
-No.
-Pobre…
Así, ¿todo el que camina
en la senda que Él trazó,
le glorifica y culmina
el mensaje que nos dio?
-Sí.
-Mamá…
-Dime, Sabrina.
-Dame frutas y turrones.
-¿Ya?
-¡Sí!
-Están en la cocina.
Pero, ¿para que los quieres?
-¡Son para el que está en la esquina!
La noche de Navidad
es para mí muy hermosa,
pues amén de ser gloriosa
nos enseña caridad.
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
Silencio en los corazones
porque Cristo aún no ha venido
pese a que fue prometido
por muchas de las canciones.
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
Sólo tienen esperanza
los que lo esperan ansiosos,
pero el resto de curioso
no resisten la tardanza.
Los campos están helados,
el aire murmura helado…
Crece la burla en la gente
a la par que su despecho:
-¿Es vuestro Dios tan estrecho
que sólo reina en su ambiente?
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
-¡Confiar –replica el rebaño-,
Cristo nacerá esta noche,
dispuesto a poner el broche
a las profecías de antaño!
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
-¿Cómo aguardar un evento
capaz de salvar al mundo,
si en este valle profundo
se termina nuestro cuento?
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
La respuesta tiene acento
tras el campo angelical:
-¡Cristo nace en un portal
y en el preciso momento!
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
Al sentir estos sermones,
muchos de los fariseos
se esconden con los ateos
forzados por sus razones.
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
Su derrota es evidente:
Cristo ha nacido y el humano
ya sueña con el verano
en que se salve la gente.
Los campos están nevados,
el aire murmura helado…
¡Gloria a Dios en las alturas,
paz y buena voluntad
a los hombres de verdad
que quieren ser sus criaturas!
Los campos están nevados,
el aire murmura helado,
mas el calor ha llegado
para licuar los pecados
y son muchos los salvados
que purifican sus almas
aprovechando las calmas
de cientos de maravillas,
pues muertas ya las rencillas
sólo se mueven las palmas.
¡Gloria a Dios en las alturas!
¡Vivan las gentes sencillas!
¡Dejar de golpe las sillas
y cantar buenaventuras!
¡Derretir las amarguras,
pues desde el campo a la sierra,
queda abolida la guerra
y ensalzada la verdad…!
¡Viva, pues, la Navidad
que nos devuelve la tierra!
Dicen que la Navidad
es para comer turrones…
¡Qué va! ¡Muchos corazones
la pasan en humildad
repartiendo bendiciones
y hablando de las razones
del Cristo de la verdad!
Todos los años, mamá me cuenta
la leyenda del niño Jesús,
por eso sé que trajo la luz
en una Navidad muy contenta.
La Navidad que aquí ves
es eterna, celestial,
sana, alegre, musical…
Dime, la tuya, ¿cómo es?