Diálogo para dos niños.
NIÑO.-
(El mayor niño de los dos. Va vestido pobremente y está sentado en una piedra de la calle. Árboles, buzón de correos y quiosco. Manos y ojos al cielo en actitud de súplica).
¡Ayúdame, Niño mío!
Te daré mi gratitud
si me guardas la salud
y me sacas de este lío.
Y no me olvides… ¡Confío
en que por haber nacido
conocerás de corrido
lo pobre de mi niñez!
Si en casa somos diez
para tener un vestido
y recibir alimento,
imagínate el partido
que se forma en ese nido
a poco que suene el viento
con aroma de alimento
del puchero del cocido.
(En una actitud más desenfadada).
Si te sientes ofendido
por lo impropio de mi queja,
dales de comer y deja
mi caso para un barrido
o un fregado algo más fausto.
(Pausa. Se lleva la mano a la oreja para hacer ver que está escuchando).
No contesta… Y se hace tarde.
A lo mejor es que no arde
la leña de mi holocausto
o que corro tan exhausto
que sólo percibo el humo…
(Pausa en la que adopta la actitud inicial).
¡Padre mío…! Si no presumo
de ser una buena pieza…
Sólo que me da tristeza
que unos almuercen con zumo
y otros chupan la corteza.
Anda, deja de abrir sobres
y baja a ver a los pobres
pues tu profunda grandeza
puede aliviar la pobreza.
(Espera de nuevo la respuesta).
¿No dices nada? Ya entiendo,
mi caso te está aburriendo
o tienes tantos pendientes
que los mismos expedientes
te impiden seguir queriendo.
(Inclina la cabeza lleno de pesar y se recuesta en la pared como si estuviese esperando algo o a alguien. De pronto, bruscamente, aparece un ángel pequeño por la izquierda, caracterizado al efecto. Entra en escena como si alguien le hubiese dado un empujón).
ÁNGEL.-
(Hablando hacia la izquierda).
¡Se lo diré de tu parte!
(Al público en un aparte).
¡Hay que ver cuánto trabajo!
(Se planta delante del niño y le dice con cierta gracia):
¡Eh, arriba ese desparpajo,
que estoy aquí para ayudarte!
NIÑO.-
(Levanta la cabeza).
¿Qué…? ¿Es que tratas de mofarte?
¡Si no te tienes derecho!
ÁNGEL.-
Mira, pese a tu despecho,
¡soy un ángel del Señor!
NIÑO.-
¿Tú? ¡Anda ya, que con ese color
también lo tengo en mi techo…!
Cambia de timo, maleta,
o vas a pasar más hambre
que las moscas del enjambre
que crece en una maceta.
¡Anda y cambia de chaqueta
que así pareces un gato,
y pronto, que tu retrato
no coincide con un ángel!
ÁNGEL.-
(Ofendido).
¡Pues mi padre es un arcángel
y controla el aparato
de la sexta galería
y del octavo pasillo!
NIÑO.-
¡Ya, y yo que soy poco pillo
hago ver que lo sabía!
ÁNGEL.-
Si no lo fuese, ¿sabría
que estás pasando un mal rato?
NIÑO.-
Es verdad. ¡Con ese plato
me acabas de convencer!
Además, ya puedo ver
ese nimbo medio chato
y el proyecto de dos alas
que corren desde tu espalda
hasta esa especie de falda
cosida con hebras ralas.
Por otra parte, a las malas
(Se levanta).
Te puedo en una paliza.
ÁRGEL.-
Desde luego, ser nodriza
de un niño desamparado,
es algo tan mal pagado
que el descanso ya me hechiza.
Así que vuelvo a los cielos,
pues anulada esta liza
tal vez me manden a Ibiza
como premio a mis desvelos.
(Empieza a irse hacia la izquierda a la par que habla dolorosamente).
Recorro cientos de suelos
en bien del necesitado
para quedar humillado
por el primer descosido
que duda de mi partido.
(Se vuelve hacia el niño).
¡Bah, tenme por no llegado!
NIÑO.-
(Le coge por el brazo y lo retiene mientras levanta su mano libre de forma amenazadora).
Como abandones el suelo
sin haberme comentado
el mensaje que te han dado,
no sólo no irás al cielo,
sino que no habrá otro vuelo,
puesto que de una pedrada
volverás a hacer tu entrada
por la puerta de la izquierda.
(Lo suelta y le arregla el pelo y la ropa que haya podido arrugarle).
¡Bueno, no hagas que me pierda
y explícame tu embajada!
ÁNGEL.-
¡Lo intentaré si me dejas!
NIÑO.-
(Insiste en sus amenazas para que se de prisa y claridad).
¡Pero con voz de tenor!
ÁNGEL.-
(Sin hacer caso de sus gestos).
Resulta que mi Señor
ha recibido tus quejas
casi sin mover las cejas
y las ha solucionado.
Por eso estoy a tu lado
y por eso vas a ver
que en asuntos del querer
eres un aficionado,
pues pedir a mano alzada
no es muy buena solución.
NIÑO.-
¡Anda, peor es la canción
que promete y no da nada!
ÁNGEL.-
Bueno, dejemos la espada
y escucha con atención
puesto que la salvación
puede darle algún sentido
a una vida de perdido
que busca su remisión:
Resulta que se ha sabido
que igual tuvo que nacer
de una sencilla mujer
y de su pobre marido,
y si por haber nacido
en un pesebre de paja
tuviese la moral baja,
¿dónde iríamos a parar?
NIÑO.-
Pero, ¿te quieres callar?
¡Tu cabeza no trabaja
si no es a base de gritos!
ÁNGEL.-
¿Qué?
NIÑO.-
¡Qué yo no quiero nada!
¡Qué si pido una fabada,
pan y calamares fritos,
es para mis hermanitos!
¡Qué no es por mi condición
el fondo de la oración!
(Muy digno).
¡Yo pido por mi familia!
ÁNGEL.-
Me gusta tanto amor filia.
Bien, sigo sin dilación:
Puedes marcharte contento
ya que dentro de unas horas,
aquellos a quienes lloras
habrán hallado sustento…
(Hace ver que oye una voz que le viene por la izquierda).
Me dicen que en un momento
pueden llegar a tu casa
diez cestas de rica masa,
fresas, ensaladas, sopas,
sillas, carteras y ropas…
NIÑO.-
(Lo coge por las solapas).
Oye tú, ¡basta de guasa!
ÁNGEL.-
¡Espera…!
NIÑO.-
(Lo suelta).
¿Es cierto eso?
ÁNGEL.-
Pues mira, de ti depende.
NIÑO.-
No me digas. ¿Por qué?
ÁNGEL.-
Aprende,
y no te quedes tan tieso:
Sé que si te vas expreso
dando muestras de haber creído,
Dios te lo habrá concedido
aun antes de haber llegado.
NIÑO.-
¿No me engañas?
ÁNGEL.-
(Se hace el ofendido).
¡No he bajado
para jugar un partido
con tu bendita inocencia!
NIÑO.-
Pareces tener razón.
ÁNGEL.-
¡Ya…!
NIÑO.-
¡Me voy, que el corazón
ya no aguanta la impaciencia
y carece de paciencia
para llegar al final!
ÁNGEL.-
¡Ves y no te portes mal!
NIÑO.-
Descuida, que ya me tienes
convencido…
ÁNGEL.-
¡Qué bien!
NIÑO.-
¿Vienes?
ÁNGEL.-
(Señalando hacia la izquierda).
Tengo que ir a un hospital…
NIÑO.-
(Se va hacia el medio mutis de la derecha, pero antes de llegar se vuelve).
Pues, ¡adiós…! Oye, ¿no mientes?
No claro, eres un celeste.
Bien, pues aunque me cueste
me voy a mover los dientes
con mis queridos parientes.
(Va a desaparecer).
ÁNGEL.-
¿No das gracias al Señor?
NIÑO.-
Se hace tarde y a lo mejor
no sé ni como expresarme.
¡Ea, tú puedes excusarme
aunque me conozcas peor!
ÁNGEL.-
Pues…
NIÑO.-
Lo dicho: ¡Voy lanzado
para ver como es tu anuncio!
(Se va corriendo por la derecha).
ÁNGEL.-
(Defraudado).
¡Vaya, yo de esta renuncio
aunque lo tenga vedado!
(Pausa en la que se sienta en la piedra que había ocupado el niño).
Bueno… Cumplido el recado
y superada esta fase,
me reportaré a la base
en busca de otros destinos
que si no fueran divinos
no habría quién los aceptase,
pues ni nos dan vacaciones
ni nos pagan de verdad…
Claro que la caridad
me hace ver muchos rincones,
aumentar las relaciones
y andar…
VOZ EN OFF.-
(Por la izquierda).
¡Gabrielito!
ÁNGEL.-
(Se levanta).
¡Cielos,
parece que mis anhelos
ni siquiera le han gustado!
(Mirando hacia la izquierda).
Padre, no estés enfadado
que no me quejo por celos…
Ha sido como un desmayo
en un momento algo tonto.
Sí, ya lo sé, por lo pronto
he acabado este ensayo
como una lluvia de mayo
en un campo de secano…
(Hace ver que espera una respuesta por el lado de siempre, la izquierda).
¿Qué dices? ¿Qué vaya al grano?
¿Qué eso es lo que hacemos todos?
Sí, pero de todos modos…
Bien, tú eres el decano,
mas no quiero ir a los cielos
si no puedo despedirme…
(Se adelanta hasta las candilejas).
Muchachos que podéis oírme
y que entendéis mis recelos:
¡No dejéis que vuestros celos
os hagan cerrar la mano,
pues ayudar al hermano
con total desprendimiento,
es el nuevo mandamiento
de este Señor tan humano!
Y si tenéis una tarta
debéis partirla con ellos,
pues si Dios pone los sellos
el hombre tira la carta
tanto si se llama Marta
como Miguel Alvarado…
(Al cielo de la izquierda).
¿Qué, papá? ¡A que te ha gustado…!
De acuerdo y de mil amores.
(Al público).
¡Hasta la vista, señores!
(Hace ademán de irse, pero se lo piensa mejor y se encara con el público).
¡Caso de necesitarme,
no tienen más que llamarme
a la mansión de las flores!
(Hace una reverencia y desaparece corriendo por la izquierda).