LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

Una vez vi a un pajarito

que triste y apesadumbrado

volaba de un lugar a otro

desde mi acera al tejado.

-¡Pobre pájaro –pensé,

y suspiré acongojado,

pues el viento aletargaba

su cuerpecito mojado-.

Mira mamá, pobrecito,

hasta parece apenado.

¿Es que no tiene mamita

para correr a su lado?

-No hijito, ha muerto de frío

mientras buscaba un bocado.

-¡Pobrecito pajarito,

sin casa y desamparado!

-Así estábamos nosotros

en este mundo cansado,

antes que Jesús bajase…

-¿Y cómo nos ha salvado?

-Mira, nació en Navidad

en un campo desolado,

nos levantó y nos guardó

en un jardín estrellado.

-¿Así es nuestra salvación?

-Sí, hijito. Cristo ha cambiado

nuestra triste condición.

-Y así, ¿con ese cuidado,

Jesús trata a los perdidos?

-¡Sí, y de perdido en salvado

nos transforma con su muerte!

-¡Ya! ¿Sabes que me ha gustado

como salva nuestro Dios?

Y una vez en este estado,

¿yo también puedo salvar?

-¡Claro, corazón amado!

Mas, ¿por qué me lo preguntas?

-¡Por un gorrión muy mojado!

-Comprendo, corre a buscarlo

y si lo encuentras helado,

te lo llevas a tu cuarto

y tras haberlo secado

con doce pares de besos

le das este pan rallado,

¡sólo así la Navidad

ganará significado!

-Pues, ¡hasta luego mamá,

que la noche ya ha empezado

y la quiero celebrar

como Él lo dejó mandado!