Gén. 7:1-16
Sermón de Evangelismo,
predicado en los puntos de misión
del Carmelo y Sants.
Propósito:
Demostrar que la época de la gracia es limitada.
Introducción:
Hace poco hemos leído en la prensa diaria noticias del choque que han sufrido dos aviones españoles sobre el cielo de Francia. Las causas, a juicio de los expertos, son bien concretas: Como los controladores del país vecino están en huelga, el ejército se ha hecho cargo de los vuelos y aquellos servidores, faltos de experiencia, habían señalado las mismas coordenadas a las dos aeronaves por lo que la colisión resultó inevitable.
El hombre normal ha hecho lo mismo. Haciendo caso a las falsas voces que suenas y resuenan en su interior, se ha desviado del rumbo que debía haber seguido como viva imagen que es de Dios. Esta falsa coordenada que distorsiona la realidad es el pecado, causa y efecto de todos los males que aquejan al hombre moderno. Y si entendemos que pecado significa errar el blanco, veremos muy bien que el hombre está cada día más lejos de la trayectoria que inició al nacer. Originalmente, el blanco o meta era Dios, o lo que es igual, una estrecha comunión con él. Pero el pecado nos desvió de la línea correcta y nos llevó rumbo al sometimiento letal y vergonzoso de Satanás. Aunque esto no es nada nuevo. La serpiente prometió a Adán y a Eva que si comían del árbol prohibido conocerían el bien y el mal. Claro, al pecar, los dos seres conocieron el mal y sus circunstancias, pero el bien aún lo están buscando a pesar de los cientos de ejemplos que ven cada día a su alrededor. Esta es la triste historia de la mejor creación de Dios.
Antes de los hechos narrados en el texto sugerido, un gran hombre, un hombre de Dios, Enoc, había vivido y había sido traspuesto al cielo sin pasar por la prueba de la muerte y sin que, al parecer, haber influido para nada en la moralidad de la vida de su época. Pero sin embargo, sabemos que precisamente por su testimonio durante el peregrinaje de su vida en la tierra, el Dios Padre tuvo a bien glorificarlo. Así que no podemos achacarle el hecho de que su mundo se hubiese apartado del Creador por su culpa. Pero, repetimos, que su vida había producido poco efecto sobre sus contemporáneos es muy claro y evidente porque no hicieron ningún caso del modo de elevarse al cielo. Así que la vida humana del día al día siguió por sus trece: Aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, les nacieron hijas. Y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas, Gén. 6:1, 2. La mezcla de todo aquello es una forma de mal que se presta como instrumento de Satanás para manchar seriamente el testimonio de Enoc o del mismo Cristo cuando estuvo aquí en la tierra.
Sin embargo, esta mezcla tenía apariencias de ser una cosa deseable. Práctica y hasta sana según el juicio de los sabios humanos de todas las épocas, ya que leemos que gracias a esa mezcla de sangre, vinieron a nacer los valientes que desde la antigüedad fueron hombres de renombre, Gén. 6:4. Mas sin embargo, el Señor no les dio su aprobación. Y es que el Señor no mira lo que el hombre mira. El Señor no tiene las metas ni los pensamientos que nosotros tenemos. Jehovah Dios vio que la maldad del hombre era mucha en esta pobre tierra, y que toda la tendencia de los pensamientos del corazón era de continuo al mal, Gén. 6:5.
Este es el meollo, el centro, de la cuestión. El hombre tiene la mente y la naturaleza pecaminosas y en aquella ocasión, el bien que pudieran haber hecho Enoc y los grandes hombres, quedó totalmente anulado por el mal general, tanto es así, que Dios se arrepiente de habernos creado, y exclama: Arrasaré de la faz de la tierra los seres que he creado… Gén. 6:7. Pero si el Señor del cielo es justo, también es misericordioso. Aun en las condiciones tan adversas como las que estamos narrando, Él previó una escapatoria: Noé halla gracia en sus ojos y le manda construir un arca. Sí, el patriarca pudo haber sentido un cierto orgullo al notarse elegido y ver al resto de todos sus conciudadanos sucios y perdidos. Pero obedeciendo la voz de Dios, empezó a dar forma a sus deseos que no sólo anunciaban el fatal cataclismo, sino que ofrecía la posibilidad de la salvación. Sí, no había más que un modo de escapar, pero éste le fue revelado por la fe y no por la vista ni la razón, ni aun siquiera por la más calenturienta. Porque fue durante la construcción del arca, durante los largos ciento veinte años, en que aguantaba la rechifla de la gente que lo creía loco de atar, que demostró la fe en la evidencia de un final que, no por ser muy lejano, era menos inminente. Porque, ¿cómo podría Noé haber predicado toda la justicia durante esos largos años que duró la rara construcción del arca propiamente dicha, del gran navío de ciprés, sino hubiese tenido la convicción de que Dios le había hablado y que la amenaza del diluvio era una realidad terrible? En Heb. 11:7, podemos ver: Por la fe Noé, habiendo sido advertido por revelación acerca de las cosas que aún no habían sido vistas, y movido por temor reverente, preparó el arca para la salvación de su familia. Por la fe él condenó al mundo y llegó a ser el heredero de la justicia que es según la fe. El hombre natural se gobierna por lo que ve y siente, pero cuando Jehovah Dios le habló a Noé de un juicio de destrucción, no había ninguna señal del mismo. Todavía no se veía… Sin embargo, sólo se salvaron aquellos que por fe lo vieron y que, por lo tanto, se preocuparon por obtener un puesto seguro dentro del arca. Total ocho personas. Y cuando llegó la hora final oyeron la voz tan clara como la habían oído ciento veinte años antes por los oídos de la fe: ¡Entra tú y toda tu casa en el arca! Y cuando todos estuvieron dentro, en su sitio, casi sin podérselo creer del todo, Jehovah Dios cerró la puerta. ¿De verdad hacía falta más seguridad? La misma mano que cerró el arca fue la que abrió las ventanas de los cielos y rompió las fuentes del abismo por usar el mismo léxico bíblico. Así, ¿qué podían temer? El arca flotaba tranquilamente sobre el agua que había venido a ejecutar el juicio de y sobre toda carne.
Pero, ¿qué pasó con todos aquellos que permanecieron fuera del arca cuando llegó el día fatal? Sin duda habrían muchos que desde alguna altura natural miraron con una cierta ansiedad hacia la extraña embarcación que ya flotaba sobre las aguas bajas, pero comprendían que ya no tenían acceso a ella puesto que desde hacía mucho tiempo la puerta estaba cerrada. El día de gracia pasó, el tiempo para la amonestación y el testimonio no volvió a aparecer para ellos. La misma mano que encerró a Noé, por el mismo acto en sí, excluyó a los demás y era tan imposible para unos salir como para otros entrar.
1er. Punto: Inminencia de un fin y seguridad para los salvos.
A lo mejor me diréis que el tema que hemos escogido para esta ocasión no es nada actual. Qué pertenece a la historia. Nada más lejos de la verdad: Como pasó en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre: Ellos comían y bebían; se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos, Luc. 17:26, 27. Estamos en las mismas circunstancias, estamos en una época similar, los hombres comen y beben, se casan y hacen proyectos. Igual, igual que en la era de Noé. Estas cosas no son pecaminosas de por sí, pero el mal vuelve a hallarse en el centro del corazón de los que las hacen. Así que Dios sigue hablando igual de un remedio y de la única vía de escape a su ruina inminente, pero ellos se ocupan de su prosperidad temporal. Estamos en una época en la que cientos de voces proclaman la existencia de una segunda arca gobernada por Jesucristo, pero los hombres siguen haciendo sus planes para permanecer en la tierra como si esta les perteneciera.
Los hombres se olvidan continuamente de que hay una cláusula suspendida en su contrato de arrendamiento y que su ocupación de la tierra es válida tan solo hasta que nuestro Dios lo quiera. Los sabios indican que la vida cada día será mejor gracias a los adelantos técnicos. Todos procuran vivir más y mejor. Pero la cosa no termina aquí. Ya se afirma que el mañana será aún más cómodo; tanto es así, que se dice que el año dos mil ya no será necesario hacer ningún esfuerzo para comer puesto que bastará con la consabida pastilla de proteínas. Esto no hace sino dar fe de lo que hemos leído en la Biblia: Como pasó en los días de Noé, así será en los días del Hijo del Hombre. Y sin embargo, estas mismas razones hablan de la inminencia del fin. Del mismo modo que hubo un fin… ¡habrá otro! Jehovah Dios ya ha dicho: Destruiré toda carne… En cuanto al momento que esto suceda, se produzca, es otra cuestión; ya que puede ser dentro de un momento o dentro de un milenio. Mas el hecho de no saber en qué momento se producirá no excluye el fin. Aquellos hombres que durante tantos años veían la marcha de la construcción del arca, tampoco sabían el momento del fin… pero éste se produjo inevitablemente.
En 2 Ped. 3:4-10, leemos: El día del Señor vendrá como ladrón de noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos y la tierra y las obras que en ella están, serán quemadas.
Vendrá. Sin duda, el fin de toda la creación vendrá.
¿Qué ocurrirá con aquellos que han creído que Cristo es capaz de salvarlos del cataclismo? El mismo Señor Jesús que trastocará los elementos, será el que nos recibirá en el aire, en las nubes, cerrando de paso la puerta a nuestro alrededor para impedir que ni aún uno solo de nuestros cabellos sea tocado por el fuego. Pero, ojo, ya nadie más podrá ser salvo. Todos aquellos que en algún momento de su vida no se entregaron a nuestro Señor, serán fieles observadores de la salvación de los creyentes. ¡Y es que el mismo hecho de escoger a los salvos es el que condena a los que no lo son!
Los hombres sueñan con una edad dorada y placentera en la vida, se ilusionan con la esperanza de un milenio de artes y ciencias; se alimentan con las utópicas cosechas abundantes del mañana. Pero, ¡qué vanos son todos esos pensamientos, sueños, ideas y promesas! La fe, nuestra fe, puede ver en el horizonte las nubes de la destrucción. El día de juicio se acerca y será lleno de ira. Entonces la puerta estará cerrada y el engaño obrará con más fuerza, si cabe, sobre los que queden:
2do. Punto: ¿Hay posibilidad de salvación?
Ahora, cualquiera que sea el objeto que pide nuestra atención al contemplar el futuro, no podemos obviar o menospreciar la importancia de atender una vez más al testimonio que tenemos a mano acerca de la gracia que se hace extensible a todos los pecadores del mundo. En 2 Cor. 6:2, leemos: Ahora es el tiempo ideal, he aquí hoy es el día de la Salvación… Pero me diréis: ¿Por qué debo salvarme sino estoy perdido? Claro, sin embargo recordaréis que dije al principio que la trayectoria del hombre se ha separado de su meta. Que el pecado es la causa final de la separación actual del hombre y Dios. Y Éste ha dicho bien claro, muchas y repetidas veces, que toda alma que pecare, morirá. Así que estáis perdidos si no creéis en Cristo. Así, sin disfraces. Sólo os queda una solución. Debéis entrar en la moderna arca si os queréis salvar. Ahora bien, ¿cómo encontrar la entrada del arca en pleno siglo XX? Además, debe ser algo que sea capaz de dar tal seguridad que ya sintáis de hecho la salvación y también, debe ser perfectamente capaz de no dejar ver los pecados a los ojos escrutadores de Dios.
Podemos leer otra vez en 2 Cor. 5:19: Ciertamente Dios estaba en su Hijo Jesucristo reconciliando al mundo consigo mismo, no imputándole sus pecados. Este es el camino, el único camino que conduce a la salvación. ¡Sólo Cristo es capaz de perdonar los pecados! Pues en él, se centran todas las exigencias de Dios para aceptar al hombre de nuevo. Ahora bien, ¿de qué manera se encuentra realizada la acción divina de la reconciliación en el Cristo? Nosotros sabemos que es posible gracias al hecho de su muerte en la cruz. Pero hay más. La reconciliación del hombre con Dios; de Dios con el hombre, ha tenido lugar ante todo en la persona misma de Cristo, hombre y Dios: El Señor estaba en Cristo reconciliando al mundo. Sólo así, la muerte del Señor ha tenido toda su eficacia ante Dios y ante el hombre. Ahora sí podemos entender bien el resto de la frase: No imputándoles sus pecados. Es decir, perdonándoselos gracias y a consecuencia del mejor y más efectivo de los binomios que han existido en el mundo: De parte de Dios dando todo su amor hasta el extremo de consentir en la muerte de su Hijo y de parte del hombre, atraído por ese perdón, atraído por ese amor, siéndole suficiente garantía para que confiar en que la muerte del Hijo divino es lo único que puede salvarle. Así que ya sabemos que la salvación sólo puede ser posible cuando el hombre alarga la mano hacia el Señor suplicando el perdón. ¡Sólo asiendo y girando el pomo de la puerta, en tanto está entreabierta, podemos salvarnos!
Conclusión:
¿Cuál es el v que nos puede llevar a convencernos de la fiel seguridad de la salvación de Cristo? Este: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda más tenga vida eterna. ¿Cuál es el vehículo capaz de hacernos experimentar la fuerza suficiente para que podamos alzar la mano suplicante? La fe. Anécdota: “El niño de la casa ardiendo”: Estaba en el balcón del tercer piso de una casa ardiendo. Los bomberos le piden que salte y ante la negativa de éste, van en busca del padre. Cuando llega, extiende los brazos y le pide que salte. Inmediatamente, el niño salta. Esto es la fe. Es confiar ya en estar salvos. No, no os dejéis engañar por las señales actuales. Lo mismo que en tiempos de Noé, mientras estaba construyendo el arca, nada nos parece indicar la inminencia del fin. Pero éste se acerca. Éste es real. Sólo podemos aprovecharnos de esta oportunidad de salvarnos mientras dure el periodo de la gracia o cuando menos, mientras estemos vivos. Y del mismo modo que no sabemos cuándo ni cómo moriremos, tampoco sabemos bien la duración del período abierto de la reconciliación. Depende totalmente de Dios y de nadie más. ¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad? Ahora es el tiempo ideal, he aquí hoy, es el día de la Salvación. Sí, cierto. ¡Puede ser el día de tu salvación! La puerta está abierta… ¿por cuánto tiempo? No lo sabemos. Entra pues en el arca ahora que puedes… y serás salvo. Cree en el Señor Jesucristo… ¡y serás salvo!
Amén.